Mario E. Fumero

Entre las celebraciones anuales más importantes del pueblo judío, después del Shabbat, la que ocupa el primer lugar en su calendario es la fiesta del «PESACH»[1] o la Pascua judía. Coincide con la festividad que corresponde a la Semana Santa de los cristianos, y se le conoce como “la fiesta de la primavera”, porque con ella se entra a la etapa primaveral del calendario judío, el día 14 del mes de Nisan[2].

 EL ESTABLECIMIENTO DEL PESACH

¿Cómo y por qué nace esta celebración? Su origen se remonta al milagro de las diez plagas y la salida de Egipto. Se describe en Éxodo capítulo 12. Los detalles de la misma y el tiempo de su celebración están dados en Levítico 23:5-8: “En el mes primero, a los catorce del mes, entre las dos tardes, pascua es de Jehová. Y a los quince días de este mes es la fiesta solemne de los panes sin levadura a Jehová; siete días comeréis panes sin levadura. El primer día tendréis santa convocación: ninguna obra servil haréis. Y ofreceréis a Jehová, siete días ofrenda encendida: el séptimo día será santa convocación; ninguna obra servil haréis”.

En esta celebración se proclamaban varios días de reposo, y durante ese tiempo se celebra la fiesta en la cual se preparara una comida especial, «la comida de Pesach«, que consiste en tres cosas: El cordero, el pan sin levadura y las hierbas amargas. Con el tiempo se le añadieron otros elementos, tales como verduras verdes, una mezcla de manzanas con nueces, huevos y un largo etcétera. También introdujeron otros elementos fascinantes en la celebración, como por ejemplo la bolsa de lino llamada <matzah tash> la cual se compone de tres compartimentos en los cuales se mete el matzah (que es el pan sin levadura). Durante la comida de la Pascua se saca de una de las bolsas un matzah[3] y se parte por la mitad. Una mitad se guarda de nuevo en la bolsa, y la otra se esconde en algún rincón de la casa para que los niños la busquen.

Este pan sin levadura, que es uno de los ejes de esta fiesta, es un claro tipo de Jesús, el cual es el pan de vida, y representa el cuerpo de Jesús partido y ofrendado por nuestros pecados (Mateo 26:26). La levadura simboliza el pecado, la maldad, la contaminación; «Entonces entendieron que no les había dicho que se guardasen de la levadura de pan, sino de la doctrina de los fariseos y de los saduceos» (Mateo 16:12). El pan sin levadura a su vez representa la santidad de aquel que se ofrecería por nosotros, para darnos vida eterna y abstenernos de la levadura es proclamar la santidad en los seguidores del Eterno. Todos los elementos y símbolos de la pascua son una clara representación de los hechos que se cumplieron en Jesús en el N. T.

LA PASCUA JUDÍA RECUERDA LA REDENCIÓN

No es coincidencia que en la misma semana que se celebra la pascua judía, Jesús haya muerto en la cruz del calvario. La pascua evoca el milagro de los hebreos cuando el ángel de la muerte visitó Egipto, y la sangre del cordero les libró de la muerte. Juan el Bautista presentó a Jesús como: “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Encierra también un mensaje de redención (Éxodo 8:23; 9:4; 10:23; 11:7) y de protección divina.

Si estudiamos detenidamente el origen de la Pascua descubriremos las raíces de la fe cristiana 1,250 años antes de que se cumpliera en Jesús. En Éxodo 12:5 se demandaba un animal sin defecto, macho y de un año, sea oveja o cabra. Con esta vida perfecta se obtendría una sangre que redimiría a los hebreos del juicio de Dios, que operaria por medio del ángel de la muerte. De igual, forma Jesús se presenta como un cordero sin mancha: “Sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” (1 Pedro 1:19, ver Hebreos 9:14). Los dos elementos importantes en la celebración de la Pascua y el Shabbat es el vino y el pan. Jesús definió ambos elementos como su cuerpo y su sangre (Lucas 22:19). El hecho de no comer nada con levadura durante los ocho días que dura la fiesta, refleja la necesidad de limpiarnos de toda contaminación del mundo, para presentarnos santos y agradables delante de Dios. Pero la falta de un sacrificio perfecto hacía necesario que este acto se repitiera de forma continua cada año, recordando el pecado, pero no resolviendo definitivamente el mismo.

Nosotros tenemos en Jesús la pascua perfecta. No tenemos que hacer esfuerzos, ni representar la purificación o redención de forma continua, pues: “llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros siendo muertos a los pecados, vivamos a la justicia: y por cuyas herida fuisteis sanados” (1 Pedro 2:24). “De otra manera fuera necesario que hubiera padecido muchas veces desde el principio del mundo: pero ahora en la consumación de los siglos, se presentó una para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado” (Hebreos 9:26). Después de la fiesta de la Pascua, y 50 días después del segundo día de esta, se celebra la fiesta de las primicias la cual es llevada delante de Dios mecida. Esta fiesta es conocida como “La Fiesta de Shavuot” o de Pentecostés. Fue en esa fiesta que ocurrió el derramamiento del Espíritu Santo según Hechos 2, iniciándose así la gran cosecha de personas que formarían la naciente iglesia ese mismo día en la cual 3,000 fueron añadidos a los 120 que estaban en el Aposento Alto (Hechos 2:41).

Todos estos hechos y sus simbolismos se hicieron realidad en Jesucristo. Los tipos y símbolos se convirtieron en hechos y realidades, razón por lo cual estamos libres de evocar con ritos y formulas que ya es parte de nuestra naturaleza espiritual, redimida en la cruz del calvario de la maldición de la ley y las ceremonias. Debemos recordar el análisis de San Pablo en Romanos capítulo 7:5-9 cuando escribe: “Porque mientras estábamos en la carne, los afectos de los pecados que eran por la ley, obraban en nuestros miembros fructificando para muerte. Mas ahora estamos libres de la ley, habiendo muerto a aquella en la cual estábamos detenidos, para que sirvamos en novedad de espíritu, y no en vejez de le-tra. ¿Qué pues diremos? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Empero yo no conocí el pecado sino por la ley: porque tampoco conociera la concupiscencia, si la ley no dijera: No codiciarás. Mas el pecado, tomando ocasión, obró en mí por el mandamiento toda concupiscencia: porque sin la ley el pecado está muerto. Así que, yo sin la ley vivía por algún tiempo: mas venido el mandamiento, el pecado revivió, y yo morí.”