Mario E. Fumero
Cuando nosotros hablamos de tener integridad, estamos pronunciando una palabra que encierra otras muchas cualidades, por lo tanto, el ser íntegro es una expresión que envuelve aspectos como rectitud, honestidad, responsabilidad, puntualidad, transparencia y el hecho de ser intachable. Es un licuado de todos estos elementos. Se deriva de un término de origen latín que es «integrĭtas», haciendo alusión a la condición pura de las vírgenes. Algo íntegro es una cosa que posee todas sus partes intactas o, dicho de una persona, «INTEGRO» hace referencia a un individuo con todas estas cualidades: correcto, educado, atento, probo, intachable, fiable, honrado, incorruptible, insobornable, irreprochable, recto y justo. En esta palabra se encierra la máxima calidad humana que podemos encontrar en una persona.
QUÉ REPRESENTA LA INTEGRIDAD
Del integro, dice la palabra que: «El que camina en integridad, anda confiado; más el que pervierte sus caminos, será quebrantado» (Proverbios 10:9). Encontrar hoy día, en un mundo tan corrupto, a un hombre íntegro, es igual a encontrar una aguja en un pajar, porque lo más difícil en la sociedad moderna es encontrar a hombres fieles e idóneos, que puedan andar en integridad (2 Timoteo 2:2). Es indispensable que los que sirven al Señor muestren con su ejemplo la integridad, como lo recomienda San Pablo a su hijo Timoteo cuando le dice: «Presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad” (Tito 2:7). En el ministerio, es la capacidad que tiene el individuo de actuar en coherencia con lo que enseña, o lo que se considera que es importante. Cuando se dice que algo es íntegro, se está tratando de decir que tiene todos los elementos de todas sus partes enteras.
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