Por Miguel Núñez
En principio, debemos asumir que todo creyente anhela agradar a Dios con su vida. El problema radica en que no todos pensamos en cuáles áreas de nuestra vida queremos agradar al Señor. Por tanto, pensamos que haciendo un devocional, yendo a la iglesia, perteneciendo a un grupo pequeño y orando todos los días, ya hemos complacido a Dios. Sin embargo, el apóstol Pablo nos dice cómo y cuándo se supone que debemos agradar a Dios: «Entonces, ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios» (1 Corintios 10:31).
Seguir leyendo