Mario E. Fumero
La Biblia define el pecado como rebelión contra Dios. Es la acción de violentar las leyes civiles, espirituales y de sociales. Los diez mandamientos es el decálogo que señala el pecado. Dentro del sistema jurídico, lo que la Biblia llama pecado, el término legal es “infracción” y los humanistas le llaman “error”. Por lo tanto, pecado es transgresión a la ley, y por lo tanto produce consecuencias, porque “la paga del pecado es muerte” (Rom 6:23)
A través de la Biblia descubrimos que el pecado separa al hombre de Dios. El principal y primero de todos los pecados fue la desobediencia, que originó la rebelión, la cual es el destructivo de todos los pecados conocidos.
La rebelión destruye la obediencia, base del trato de Dios con el hombre, pues a ella apeló el creador con sus mandamientos. La obediencia es una actitud de humillación ante el Creador, es el sello de los hijos de Dios, y nos concede la mansedumbre y templanza en las situaciones difíciles de la vida. Sólo se pueden sujetar los que saben obedecer, aunque algunos se sujetan no por obediencia, sino por miedo, pero su rebelión late por dentro y buscará el tiempo y momento oportuno para exteriorizase.
Puesto que todo pecado obedece a un accionar contra lo ordenado por Dios y las leyes humanas, queremos analizar la rebelión. Ésta consiste en la actitud humana de rechazar lo establecido, dando lugar al capricho, deseo personal, orgullo o soberbia. Podemos definir, para comenzar, que la rebelión es la exaltación de la pasión y el capricho, que se opone, sobre todo, a lo ordenado por Dios, haciendo del hombre «un dios» de sí mismo, por lo cual rechaza la autoridad y no puede ni quiere sujetarse a ella.
EL PRIMER PECADO: NUESTRA HERENCIA.
¿Cuándo aparece el pecado o la rebelión contra Dios? Desde el momento que los primeros seres creados no aceptaron el mandato divino, para ello debemos de analizar la caída de nuestros primeros padres desde diferentes ángulos teológicos, pero, ¿cuál fue el pecado que ocasionó tan tremenda tragedia? Algunos opinan que se debió a los deseos de los ojos, otros a la vanagloria de la vida, a la soberbia, etc., pero estos pecados no son lo suficientemente grandes para arrastrar a toda la raza humana a una tragedia tan terrible como fue el juicio divino. Lo que hizo grave la caída fue la “DESOBEDIENCIA” al mandato divino dado en Génesis 2:15 (Ver Romanos 5:19) lo cual produjo el pecado original, que fue rebelión al mandato. Es por ello que encontramos a través de todas las escrituras la peor condena y juicio a este pecado, por el cual muchos descendieron vivos al Seol.
¿Nace el hombre bueno? Algunos afirman que el ser humano nace bueno y que el medio ambiente lo corrompe, y se apoyan en el texto de Eclesiastés 7:29. Por mucho tiempo pensé que el mal está sólo en el medio ambiente, o la educación que recibimos, pero observando la realidad, y revisando las escrituras, encontré que en el texto de Eclesiastés se afirma que Dios hizo al hombre bueno, partiendo del hecho de la creación, pero que, al pecar, esta naturaleza de bondad y justicia quedó empañada por la rebelión, por lo que es cierta la afirmación de David en el Salmo 51:5: “En pecado me engendró mi madre«. San Pablo reafirma esto al decir «Y hago lo que no quiero, ya no soy yo el que lo hago, sino el pecado que mora en mí» Romanos 7:20. Si estudiamos a fondo la exposición de Pablo en Romanos 7:14-22 encontraremos la realidad que traemos en nuestra naturaleza carnal (o física) «la ley del pecado», el cual se rebela contra el espíritu, y es lo que se produce la lucha continua entre el cuerpo y el espíritu. Podemos afirmar que la naturaleza pecaminosa se manifiesta en nosotros como una tendencia natural y física hacia la rebelión con lo ordenado o establecido.
Traemos de nuestra naturaleza la rebelión como herencia pecaminosa. Algunos teólogos de la época medieval o renacentista afirmaron que «el pecado original era la tendencia sexual”, pero esto es falso, el sexo es parte del plan divino y fue creado antes de la caída, y no existe inmoralidad en un instinto dado por el Creador, con tal de que el mismo se use dentro de sus leyes naturales y espirituales. No podemos ni tenemos base bíblica para relacionar el pecado original con el sexo, más bien, la Biblia afirma categóricamente que la caída fue causa por la DESOBEDIENCIA, y está latente en nosotros desde el momento que nacemos.
La rebelión se manifiesta en dos niveles: el interno, que es la tendencia natural a la rebelión y el externo, que es dado por los factores del marco, al exaltar el egoísmo y el capricho humano a un nivel del diario vivir. La rebelión natural que traemos puede ser controlada mediante la disciplina y la educación en el medio que vivimos y está sujeta los valore que recibamos. La rebeldía se manifiesta desde que nacemos, como un instinto de la naturaleza pecaminosa y la vemos manifiesta en las etapas de la vida, desde que el bebé de seis meses trata de imponer con llanto sus deseos, hasta el joven que se rebela contra sus padres. Es por ello que tenemos que estudiar estos factores para poder entender bien la herencia pecaminosa.
OPERANDO COMO INSTINTO.
El pecado aparece instintivamente, aunque nosotros no lo deseemos, es por ello que San Pablo dice: “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.” Romano 7:19-20. Esto nos debe llevar a analizaremos la tendencia humana a la rebelión manifiesta en la vida, la cual aparece como un rechazo a la autoridad desde la temprana edad, en la llamado “inocencia infantil”.
¿Quién gobierna la vida de un bebé? ¿Actúa por conciencia o instinto? Se ha comprobado psicológicamente, que la vida del tierno se vuelve más instintiva que consciente en casi todas sus manifestaciones naturales como es: alimentarse, protestar, enojarse, rechazar, celar, etc. Es por ello que descubrimos con asombro que, entre los instintos naturales de un bebé está acentuado el del rechazo inconsciente a la autoridad, y la imposición de lo que llamaremos capricho infantil.
Los bebes se enojan y tratan de imponer sus deseo. ¿No han observado el caso del niño acostumbrado a que lo carguen? y cuando sus padres no lo toman en brazos comienza a grita hasta más no poder. Y, cuando no les gusta algo, ¿no lo rechazan groseramente? Cuando se les quita algo que tiene, ¿No se ponen enojadísimos? El niño, desde la edad temprana trata de imponer sus deseos inconscientemente, desde que todavía está en la cuna ¿Quién le enseñó este comportamiento de rabieta al no obtener lo que desea? Según el niño va creciendo y alcanza el primer año de vida, su instinto o espíritu de rebeldía se hace más notorio, ya el enojo es capricho, se puede tirar al suelo a gritar desesperadamente hasta obtener lo que quiere. Es en esta etapa que se inicia el aprendizaje, para controlar la rebelión y someter al niño a la autoridad, sojuzgando su “yo” a las normas establecidas. La disciplina y la enseñanza deben estar dirigidas hacia el control de la rebelión infantil. Quien prevalezca en esta etapa de la vida será el que dominará en el futuro, si gana el niño con sus caprichos, tendremos un adolecente rebelde, o si el padre impone su autoridad, entonces tendremos un joven que podrá controlar sus caprichos.
Después de uno o dos años, la rebelión se vuelve terquedad. El niño es constante en sus deseos y desafía la autoridad, contradiciéndola abiertamente. Basta que le digan al niño ¡NO! para que lo haga más rápido, ¿por qué? Le dice un padre a su hijo, “por favor, no tomes esto que puse aquí”, y, al darse vuelta lo toma, ¿qué fuerza lo mueve? ¿Es consciente de ello? Vemos en acción la herencia pecaminosa. ¿No fue este el pecado de Adán y Eva? Vemos aquí que el niño, sin razonar todavía y sin conciencia de hecho, es movido por la fuerza instintiva del capricho a hacer lo que no debe, lo cual lo conduce a la desobediencia. Aquí es donde se aprende la primera lección de la vida, la cual los padres tienen que impartir y es LA OBEDIENCIA A LA AUTORIDAD IMPUESTA. Si fracasaremos en ello habremos cometido el error más grande en la educación y formación infantil. El niño rebelde que triunfa, irá desarrollando con el crecimiento actitudes más agresivas en su proceso de rebeldía, lo cual los frustrará en el hogar, la escuela, la sociedad y la iglesia. Los padres tienen que renunciar a su sentimentalismo e imponer en este período, más que en ninguno, el concepto de autoridad y disciplina en su hijo. Si los factores externos no frenan la rebeldía interna, se conducirá en esa vida luna tendencia al pecado que producirá consecuencia.
LOS DAÑOS TERRIBLES DE LA REBELION.
La rebelión sumerge en desgracia a la humanidad, tanto al rebelde, como los que vivan en su medio. El pecado trae calamidad, (siempre nos pasa factura), y sobre todo ocasiona la separación de Dios. De ella se desprende una serie de acciones que engendrada y encuba los hijos de desobediencia. Vamos a enumerar los mismos.
1. MURMURACION: El rebelde se opone a todo lo que esté sobre él a aquellos que quieran ser más que él. Esto refleja en la persona un espíritu de egoísmo, por lo que damos el primer paso hacia la rebelión que empieza a exteriorizase en murmuración. La murmuración, aunque consiste en hablar mal de otro se desarrolla más que nada en la oposición de las personas ante aquel que está por arriba, mediante una actitud de difamación con palabra. ¿Qué busca el murmurador?, socavarlas bases de la autoridad y justificar su egoísmo, sacando a la luz los defectos del líder. Recordemos que donde quiera se esté encubando la rebelión aparece su hija llamada murmuración.
2. DESOBEDIENCIA: La rebelión lleva al individuo, no sólo al rechazo de la autoridad, en lo que respecta palabra (murmurar), sino también a desobedecer las órdenes dadas. Desobediencia es cualquier acto por el cual no acatamos un sano y recto mandato dado por un superior. Adán y Eva desobedecieron a Dios y se constituyeron en rebeldes. El desobediente nunca hace lo que se le dice, sino lo que a él mismo le da la gana, no tienen más ley que la de su propio capricho.
3. VIOLENCIA Y PLEITOS: En su evolución degenerativa, la rebelión alcanza matices más altos cuando se concentra en odio y maldad que arrastra al hombre hacia la violencia y pleito como forma de exteriorización. Por lo general, todo rebelde es ambicioso, y se cree el centro de todos. Cuando su pasión lo envuelve y se encuentra en peligro, herido o molesto con alguien, explota, dando rienda suelta a su violencia, con la que trata de salvar su posición y lo que él cree que son sus derechos, anonadando a otros. La codicia y las pasiones desordenadas llevan al individuo a ser hecho agresivo y violento, lo que afecta toda la esfera de la creación según enseña Santiago 4:1-7.
4. ORGULLO: Es el querer ser más que los demás o mejor que ellos se aliente con la competencia, la vanidad y la soberbia. Es hijo directo de la rebelión, la cual lo engendra. Sólo puede existir orgullo y altivez en los rebeldes y desobedientes. El nivel de orgullo fluctúa, ya que sus variantes dependen de varios factores, el primordial es el nivel de rebelión en que vive la persona. Siempre el orgulloso quiere ser superior a los demás, pues Eva quiso ser igual a Dios y saber más que éste, por ello entró el pecado. El orgullo es la manifestación más visible de una rebelión engendrada desde hace mucho tiempo en el corazón del hombre. A fin de evitar el caos del pecado y controlar los diversos niveles rebelión, se crea el principio de autoridad. Hay diversos niveles de autoridad que buscan atenuar el pecado en nosotros:
AUTORIDAD INMEDIATA: Aquel que, por edad o posición, está más cerca de mí y debo respetar. El maestro, el hermano mayor, el líder inmediato, etc.
AUTORIDAD DELEGADA: Aquel que recibió autoridad por posición, elección o relación sobre mí en forma reconocida. Los gobernantes, los que presiden, el líder del grupo etc.
AUTORIDAD DIRECTA: Aquella que es parte de mi existencia y tienen dominio pleno en mi vida: La de mis padres, Dios.
AUTORIDAD INDIRECTA: Los magistrados y aquellos que dentro del sistema social mantienen el orden y la ley socia: política, jueces, gobernantes.
Podemos revelarnos contra la autoridad desde el mismo momento que la faltamos el respeto o rehusamos su consejo o sus órdenes. Tenemos por ejemplo el caso de AARON Y MARIA, atentaron contra la autoridad delegada por Dios a Moisés con un simple juicio, comentando el hecho de que Moisés tomó para sí mujer Cusita. Sin embargo, el castigo fue leve en comparación con el que recibió Coré y su séquito. La razón estriba en que éstos desecharon la autoridad de Moisés poniendo la misma en tela de juicio (Núm. 12) (Núm. 16). Cada caso de rebelión reviste diferentes tipos de gravedad y, por ello, diferente tipo de castigos inmediatos. Podemos clasificar los niveles de rebelión de menor a mayor grado.
Primer nivel: La rebelión por naturaleza: aquella por la cual el individuo inconscientemente, rechaza la autoridad sin mala intención o muestras de complacencia.
Segundo nivel: Rebelión de pensamiento: es la de aquel que, aparentemente, se somete a la autoridad y obedece, pero en su corazón y mente está el deseo de rebelión reprimido, quizás por miedo o respeto o temor a las consecuencias, o debilidad. Rechaza intelectualmente con justificación aquello que acepta, porque no queda más remedio.
Tercer nivel: Rebelión de Palabras: Es aquel que, sometiéndose, parcialmente a la autoridad intrínsecamente, la rechaza al exteriorizar palabras que menoscaban la misma. Murmura, se queja de las órdenes, contradice, pero, sin embargo, se somete circunstancialmente a la misma, ya sea por miedo, temor o imposición.
Cuarto nivel: Rebelión de acción: Es la actitud abierta de rechazo a la autoridad contradiciendo ésta, no sólo de palabras, sino en acción, sea por medio de la violencia, insubordinación a las órdenes, contradicción, oposición abierta a la autoridad, etc. Este tipo de rebelión hace al ser un dios, capaz de cualquier cosa para obtener y hacer su capricho. Estos personajes están perfectamente bien representados en la persona de Coré y llegan a la agresión y violencia mediante la subversión de los que en el medio padecen de esta enfermedad de rebelión en menor grado.
EL ANTIDOTO PARA LA REBELION —–O B E D I E N C I A.
Tenemos que comenzar a combatir la rebelión desde que ésta aparecen su forma «Natural o instintiva» imponiendo mediante la enseñanza y autoridad la disciplina que lleve a la obediencia. Después tenemos que terminar la obra yendo ante la presencia de Dios por medio de Cristo para recibir esa obediencia emanada del amor y no del temor. Así que aprendemos a obedecer mediante estas dos formas: Primera: sometiéndonos a la obediencia impuesta por nuestros padres desde que nacemos, la cual se administra por la enseñanza, disciplina y corrección que produce aceptación y respeto de la autoridad humana… Segunda: sometimiento de nuestra propia voluntad, ya consciente, a la persona de Cristo, para practicar una obediencia más amplia y perfecta, no nacida del miedo ni del temor, sino del amor y Espíritu de Dios.
El sometimiento a la obediencia por «ley» es el primer método de aprendizaje que se debe usar. Dios quiso instruir a su pueblo a una vida de obediencia apelando a la ley impuesta como norma voluntaria de conducta. Así es que los padres tenían el deber de enseñar desde la cuna a sus hijos estas leyes. Sin embargo, no siempre dio resultado, pues a veces el ser humano violenta la ley y no se sujeta a lo establecido porque «la ley de la carne» lo domina y terminan atentando la autoridad y el orden y ésta es la continua historia de Israel (Rom. 7:16-23, Is. 30:9, Rom. 10:21) por lo que Dios los reprocha continuamente y los sumerge en situaciones difíciles para hacerles entender la necesidad de obedecer. El sometimiento a una ley impuesta desde que uno nace puede ayudar a frenar la rebelión en un por ciento dado, pues siempre vivirá en nosotros esa tendencia que es fruto de una herencia. La obediencia impuesta también rige los sistemas sociales, y toda comunidad en donde seres humanos se juntan para lograr algún fin común. Si no se logra frenar la rebelión por los medios legales llegaremos lentamente al proceso anárquico que destruirá la civilización.
La obediencia como fruto del «Nuevo nacimiento» es la que se asemeja a la forma perfecta de obediencia. Es por ello que Cristo se convierte en la anti-tesis de Adán. Adán trajo la desobediencia y la muerte, Cristo, sin embargo, trae la obediencia «hasta la muerte y muerte de cruz». Es por ello que resumimos la obra de Cristo como:
1. El hombre no podía ser obediente por sí mismo, necesitaba la restauración de la naturaleza perdida.
2. Cristo acepta el reto, vino a enseñarnos la obediencia a Dios en su propia carne (Fil. 2:7-11) y una vez consumada su obra nos ofrece su poder para que «obedeciendo a su palabra» obtengamos su semejanza, por lo cual podremos ser obedientes según la justicia y misericordia de Dios (Rom. 7:19) y siguiendo su ejemplo obedezcamos la verdad, siendo hecho por ello hijos de Dios revestidos de amor y poder. La obediencia como don de fe dado por Cristo en la nueva vida opera por amor y convicción y no por temor o compromiso.
3. La Iglesia como reino de Dios fue constituida para obedecerán el Espíritu al Señor del Reino que es Jesús. El evangelio apela al llamamiento de OBEDIENCIA como base básica, pues el que no se negase a sí mismo y tomara su cruz no podría ser su discípulo. Negarse es una forma de deponer la rebeldía edénica y tomar la humildad de Cristo.
No se puede crecer y vivir una vida verdaderamente cristiana, sino aprendemos a obedecerán todos los niveles. Esto equivale a la sujeción que es la unidad de los miembros formando un cuerpo para vivir en comunión y ayuda mutua. El cristiano que no se sujete no ha pasado por el llamamiento a la obediencia y vive en sus propios caprichos y rebeliones. No ha depuesto el viejo hombre viciado. Es por ello que la lección más importante que tenemos que aprender consiste en humillarnos para ser obedientes y así podemos sujetar a todo lo establecido por Dios: a nuestros padres, al anciano, al maestro y a las autoridades, sea cual sea. El que acata la autoridad y la respeta, asían hijo de Dios y demuestra con el hecho de su amor y su imitación a Cristo Jesús. Pidamos a Dios esta cualidad, que es el sello característico de un verdadero hijo de Dios. SEAMOS OBEDIENTES, AMEN.



El pecado que vive en mi, Yo en lo personal lo asocio con nuestra «Concupiscencia» la cual llevamos dentro la cual nos seduce, hasta llevarnos a El pecado consumado.
Debemos recordar que al llevar cautivo todo pensamiento al conocimiento de cristo estamos obedecindo.
2 Corintios 10:5
Destruimos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo.
Que Dios nos continue bendiciendo en su soberana voluntad…