LO QUE YO CREO -17-

PROSPERIDAD Y CODICIA

Mario E. Fumero

Entre las aberraciones doctrinales proclamada por los predicadores de la prosperidad esta la afirmación de que la “pobreza” es una maldición, y por ende, los cristianos no debe de ser pobres, desencadenándose un mensaje de codicia que rompe todo los principios bíblicos de las enséñalas evangélicas.

Nuestro mundo está lleno de oportunistas, malos obreros y falsos maestros que como dice la Palabra: “por avaricia harán mercadería de vosotros” (2 Pd. 2:3) y tomarán el mensaje para obtener de la gente ganancias de forma deshonesta. Esto no es algo nuevo, siempre han existido estos tipos de pastores y maestros, y es debido a ello que tenemos advertencias y enseñanzas claras en la Palabra (1 Pd. 5:2, 1 Ti. 6:6-10).¿De dónde viene la teología de la prosperidad? De los países ricos, donde la ambición lleva a los que tienen mucho a desear tener más. ¿Qué ocurre en los países pobres? Que los desniveles sociales se hacen cada vez más grandes. Las riquezas de unos producen la pobreza de otros. ¿Cómo se puede ser rico rápidamente? La riqueza justa y sana no es una meta que se obtiene a corto plazo. Todo enriquecimiento rápido lleva consigo engaño, corrupción, explotación, fraude y manipulación. La riqueza bien obtenida es el producto del esfuerzo y el trabajo y para esto se requiere tiempo. Es cierto que muchos predicadores, de la noche a la mañana, tienen autos de lujos, aviones y mansiones, yo pregunto: ¿Esa riqueza es justa o injusta?

Es cierto que debemos hacernos amigos de las riquezas injustas, como dice la  Biblia (Lc. 16:9) pero esto se refiere a la acción de aceptar la ayuda de personas inconversas para engrandecer el reino de Dios, y no para mi propio beneficio. Un ejemplo de ello lo tenemos en la historia de Nehemías, el cual obtuvo la gracia del rey Artajerjes que le concedió los recursos para reedificar los muros de Jerusalén que estaban destruidos, y hasta le ofreció tropas para que le llevara los materiales (Neh. cap. 1-3). Otro ejemplo es el pueblo de Israel que al salir de Egipto “despojaron a los egipcios” de algunas riquezas (Ex. 12: 36 b).

El análisis de esta teología mal intencionada y manipulativa debe confrontarse con las enseñanzas bíblicas, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Los conceptos esgrimidos respecto a la prosperidad y salud son completamente errados y  heréticos si lo sopesamos a la luz de las enseñanzas bíblicas. Deseo comenzar este enfoque profundizando en algunos conceptos básicos de lo que significa el tener riqueza, y los peligros que ocasiona la prosperidad.

LOS PECADOS DE LA PROSPERIDAD: CODICIA Y AMBICIÓN

La Biblia está llena de advertencias relacionadas con la codicia y la ambición, y Jesús enseñó claramente sobre la misma cuando dijo en Lucas 12:15:“Mirad, guardaos de toda codicia, porque la vida de uno no consiste en la abundancia de los bienes que posee”. Es interesante ver que Jesús colocó los bienes en un plano inferior, mientras que los predicadores de la prosperidad lo ponen en un plano superior. La codicia está ligada al hecho de buscar y desear tener bienes materiales. Es querer tener más de lo que debo o necesito. De ello escribe el profeta Habacuc en el 2:9  “¡Ay del que codicia injusta ganancia para su casa, poniendo en alto su nido para escaparse de mano de la calamidad!”. Tal parece que la codicia produce calamidad, y una de esas calamidades es el afán y la ansiedad, pues el codicioso nunca se sacia de desear tener y acumular más y más sin pensar en los demás, porque es un gran egoísta. Un ejemplo bíblico de codicia es la acción de Judas Iscariote. Según los Evangelios de Mateo y Marcos, fue la codicia lo que le llevó a traicionar a Jesús, a cambio de 30 monedas de plata y entregarlo al sumo sacerdote.

Pero al hablar de codicia ¿entendemos el sentido etimológico de la palabra, y su implicación en las enseñanzas dadas por los maestros de la prosperidad, que hoy proliferan? Esta palabra viene del latín “cupiditia” que significa “un apetito desordenado de riqueza. Deseo vehemente de alguna cosa” y como con-secuencia, se genera la acción de codiciar, que es desear tener lo que otro tiene. La naturaleza humana es propicia a esta acción, por su egoísmo enquistado como fruto del pecado original. Fue por esta razón que el Señor dispuso en uno de los diez mandamientos uno muy relacionado con esta acción y dijo en Éxodo 20:17 «No codiciarás la casa de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu prójimo«. Sobre esta acción de codiciar, todos los predicadores de la prosperidad cometen el error de usar términos que revelan una codicia hecha mensaje, como por ejemplo las palabras de Frederick C. Price cuando dijo: “Si la mafia se mueve en un “Lincoln Continental[1]” ¿por qué no el muchacho preferido del Rey (refiriéndose a sí mismo)[2]”. No podemos negar que las enseñanzas de muchos maestros de la prosperidad motivan a desear los lujos que otros tienen, alentando la ambición a tener, lo que a su vez desencadena la codicia.

Lo terrible de los predicadores de la prosperidad es que tuercen las Escrituras para afirmar aberraciones tales como que Jesús era millonario, tenía varias casas y vestía ropas lujosas[3]. ¿Es que no saben leer las Escrituras? Jesús nunca codició riquezas ni poder, aunque el diablo se las ofreció (Mt. 4:9). Él Señor vivió terrenalmente de prestado. Nació en un pesebre prestado (Lc. 2:7). Entró a Jerusalén en pollino prestado (Mr. 11:2-4). Cenó  en una casa prestada (Mt. 26:18) y fue enterrado en una tumba prestada (Mt. 27:57-60). Aun en su vida terrenal no tenía dinero ni para pagar los impuestos, que injustamente le quisieron cobrar en Capernaum, por lo que mandó a Pedro a pescar un pez, y sacar de su boca el dinero (Mt. 17:24-27). ¿Y todavía tienen el valor de decir que Jesús y sus discípulos eran ricos? Pero debemos ahora plantearnos ¿qué es ambición? El diccionario la define como “la pasión por conseguir poder, fama y dignidad[4]”. Viene del latín “itione”, y su acción involucra un espíritu de soberbia y altivez, engordado por la codicia.

Unos de los parámetros que desencadenan las teorías de economía en la sociedad de consumo moderna es la promoción de la ambición para crear un espíritu materialista de tener, que es el que consume a los países pobres, endeudándolos, porque tratan de tener más de lo que producen o necesitan, yendo más allá de lo que podemos. Las teorías económicas establecen las bases del poder material como punto de partida para ejercer el poder político. Una de las premisas de la economía moderna parte de que “los mercantilistas consideraban que la riqueza de una nación dependía de la cantidad de oro y plata que tuviese[5]“. Estos conceptos se han impuesto en todos los ámbitos de la sociedad, creándose una economía basada en la competencia brutal, guerras, intereses, injusticias y desequilibrios, a lo cual se unen todos los que alientan la ambición.

La ambición está estrechamente ligada a la codicia, y ésta a su vez genera políticas de desigualdad y de competencia inhumana, llevándonos a lo que podríamos llamar un materialismo brutal, definido como “liberalismo económico”. Cuando pensamos en “tener” y prosperar, nos enfrentamos a teorías económicas diversas, que llegan a justificar actos crueles, con tal de satisfacer los deseos ambiciosos de los hombres y las naciones. Una de estas teorías afirmaba qué; “El poder de la población es tan superior al poder de la tierra para permitir la subsistencia del hombre, que la muerte prematura tiene que, frenar hasta cierto punto el crecimiento del ser humano”. Este procedimiento para frenar el crecimiento poblacional se obtenía por medio de guerras,  epidemias, pestes,  plagas y los vicios humanos que producen las hambrunas, lo cual se presta para controlar el volumen de la población mundial y limitar la oferta de alimentos[6]. Si deseo tener buenos precios de un producto, destruyo o  echo al agua parte de la cosecha y así aumento los precios y obtengo más ganancias. Por ejemplo, en Francia y España, los ganaderos, para aumentar el precio de la leche, destruyen parte de la producción, para crear una escasez que aumente los costos, mientras que los del tercer mundo se mueren de hambre por no poder pagar estos precios. A través de estas teorías se realizan actos ocultos y brutales de exterminio y genocidio, siendo la fuente de ello la ambición y el deseo de poder de los hombres. El  “tener” más allá de lo necesario es un acto de ambición. La Palabra enseña que “teniendo sustento y abrigo estemos contentos (1 Ti. 6:8) y que “La ambición del hombre es su desgracia, y es mejor ser indigente que engañador” Proverbios 19:22. La teología de la prosperidad despierta el deseo de tener como una meta, y establece que la prosperidad es señal de perfección[7].

No se puede aceptar la posesión de bienes como un parámetro para medir la vida espiritual, la perfección, o la fe de una persona, al menos eso fue lo que enseñó el mismo Jesús cuando dijo en Mateo 19:21: “Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes y dalo a los pobres; y tendrás tesoro en el cielo. Y ven; sígueme.” De manera que la perfección según Jesús, es vivir sin desear tener más de lo necesario, es el no estar apegado a los bienes materiales como punto de partida para ser feliz. En sí, ser perfecto, es saber darnos y desprendernos de lo que tenemos y somos, porque; “nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos” (Jn. 15:13).

¿Cómo enfocan los evangelios la temática de la pobreza y la riqueza? ¿Hasta dónde podemos prosperar sin caer en el pecado de la ambición y la codicia? La mejor forma de exponer la posición Cristocéntrica respecto al tema la da el Dr. César Vidal Manzanares cuando escribe: “La enseñanza de Jesús acerca de los ricos, ni fue excesivamente radical ni cayó en un pauperismo que colocara en una condición privilegiada <<per se>> a los pobres materiales. Jesús señaló que es imposible servir a Dios y a las riquezas (Mt. 6:24), que éstas pueden ser engañosas y ahogar el mensaje  del Reino (Mt. 13:22) y que es difícil que los que poseen riquezas entren en el reino (Lc. 18:24). Pero, a la vez, indicó que el Reino les estaba abierto (Lc.19:2) y mantuvo amistad con algunos de ellos… Jesús rehuyó tanto una visión justificativa de la riqueza como el pauperismo que ha caracterizado históricamente a algunos movimientos cristianos[8]”. También el Señor Jesús enseñó que el deseo de tener riquezas nos lleva al afán y la ansiedad, y que no debemos preocuparnos por las cosas materiales, como los gentiles, sino vivir confiando en que Dios suple a su debido momento lo que necesitamos, de forma adecuada y equilibrada (Mt. 6:25-34). Recordemos que en el desierto Dios al alimentar a su pueblo le daba cada día el maná, y no se podía guardar, porque se agusanaba, y esto era para evitar el acaparamiento y la codicia (Éx. 16:17-20).

Dios desea que nos superemos, pero que en ese proceso no seamos víctimas de la ambición. Dios quiere que vivamos en prosperidad, como fruto de la fidelidad, pero que no codiciemos más de lo que necesitamos. Dios quiere que nuestra prosperidad redunde en bendición para los necesitados (2 Cor. 8:13-15) y no en un derroche de lujos y placeres, como ocurre actualmente, y en este aspecto, hay mucho que decir, porque desgraciadamente los que predican la prosperidad sólo piensan en sí mismos, y su lujoso estilo de vida, ignorando la realidad de un mundo dominado por los pobres y hambrientos.

¿En qué cabeza cabe escribirles a los líderes de Cuba para pedirles ofrendas a cambio de prosperidad? Pues eso es lo que hacen muchos tele-evangelistas en Estados Unidos. Lo peor de todo, es que estos maestros de la prosperidad no enseñan a sus miembros a ser fieles a sus iglesias locales, sino que incluso a veces piden diezmos y ofrendas para ellos, afirmando que si así hacen, el Señor les aplicará el “milagro de la centuplicación”[9], o sea, que por cada dólar que des, Dios te devuelve 100. Esto forja una acción de dar por interés y no por amor y gratitud[10].

LA PROSPERIDAD EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA

A principios de la Reforma, y durante el nacimiento de los movimientos evangélicos (o protestantes) se criticó duramente la desviación de la Iglesia Católica no solo en su doctrina, sino en su estilo de vida. El Papa era llevado en una silla, prendado de oro y con vestidos lujosos. Esta realidad hizo germinar fuertes críticas contra las riquezas del Vaticano. Aunque ha habido cambios en algunos aspectos, el lujo y el derroche de recursos para mantener la guardia suiza y el estándar de vida del Papa sigue dando qué decir. Ya no anda en una silla llevada por hombres, ahora tiene un “papamóvil” hecho especialmente para proteger al representante de la Iglesia Católica. Sin embargo, a la hora de  juzgar la conducta del Vaticano, nos quedamos sin argumentos, porque muchos predicadores evangélicos viven con más lujos que el Papa, y derrochan más que éste.

Cuando se quiere justificar algo, se puede sacar de cualquier texto oscuro bases bíblicas y manipularlas para hacerle decir al texto lo que no dice. Esto se debe a que no seguimos una hermenéutica histórica ni conceptual, además de que pasamos por alto los contextos. ¿Cómo podemos evitar tan garrafales errores, por no decir horrores?  Analizando la historia de la Iglesia y sus líderes en los primeros 300 años de cristianismo.

En la teología de los primitivos cristianos no cabía la promoción de la prosperidad como meta. Los predicadores de esta corriente toman el texto de 3 Juan 2 para apoyar que “tenemos que prosperar en todas las cosas” pero lo usan solo para respaldar los objetivos materiales, el dinero. Los cristianos primitivos enseñaron la pobreza no como una virtud, sino como un efecto de la entrega y el amor. Ellos consideraban las enseñanzas de los apóstoles como fundamental para no alentar el deseo de tener, sino de servir. Su teología giraba alrededor de estos principios básicos:

  • 1-  Que raíz de todos los males es el amor al dinero (1 Tm 6:10).
  • 2-  Que nuestras costumbres debían ser sin avaricia, contentos con lo que tenemos ahora (Hb 13:5).
  • 3-  Que el maestro enseñó que nuestros tesoros están en los cielos (Mt 6:19-21).
  • 4-  Que teniendo sustento y con qué cubrirnos, debemos estar contentos 1Tm 6:8. 
  • 5-   Que ninguno puede servir a dos señores, o servimos a Dios o a las riquezas (Mt 6:24).

En los escritos de los padres de la Iglesia hay referencias suficientes a este tema para prevenir este error. Hermes decía “cuando tú eras rico, eras inútil. Pero ahora eres útil y preparado para la vida[11] . Cipriano de Cartago, que vivió del 200 al 258 d.C en el norte de África escribió sobre este tema y dijo: El que no tuviera nada en este mundo no será vencido por el mundo. Ellos (los que tienen riquezas) creen que poseen, pero en realidad son ellos una posesión. No son los señores de sus ri-quezas, sino los esclavos de ella[12]. Cipriano también escribió sobre la enfermedad y dijo Les molesta a algunos que el poder de la enfermedad nos ataque a nosotros de la misma manera que ataca a los paganos. Es como si el cristiano creyera que disfruta de los placeres de este mundo y escapa de las enfermedades, en lugar de soportar las adversidades aquí y esperar los goces venideros… Cuando las bellas nubes no dan su agua, la sequía afecta a todos por parejo… padecemos enfermedades de los ojos, de fiebre, y de debilidad del cuerpo en la misma manera que los demás[13].

¿Cómo vivían los pastores y líderes de la iglesia primitiva? Si escudriñamos la historia veremos cómo para los cristianos el líder que acumulaba riquezas o fortuna era considerado un “hereje”. Encontramos el caso de Pablo de Samosata que predicaba este mensaje de prosperidad y el historiador Eusebio comento de él lo siguiente: “Anteriormente él era pobre y desamparado. No heredó nada de su padre. No ganó nada por una empresa o un negocio. Pero ahora posee gran riqueza por medio de sus engaños vergonzosos…El ha hecho rico a sus seguidores. Por este motivo, los que desean la riqueza, le aman y admiran[14]. Así que siempre ha habido cristianos que aprovechándose del mensaje de Jesús han llevado agua a su molino.

Los primitivos pastores o ancianos estaban dispuestos a dejarlo todo para servir a Jesús, y recibían de salario lo mismo que las viudas y los huérfanos. Usualmente, recibían las cosas necesarias para la vida, y muy poco más[15]. Un ejemplo de la conciencia de desprendimiento de los cristianos primitivos se encuentra presente en el libro de los Hechos de los apóstoles (2:45), y lo vemos después en la vida de los Padres de la Iglesia, como Cipriano[16], que antes de convertirse era un hombre rico, pero al abrazar la fe de Cristo, dio todo sus bienes a los pobres y vivió humildemente y enseñó que “Un amor ciego a las posesiones ha engañado a muchos. ¿Cómo podrán los ricos estar preparados, o dispuestos, a partir de esta tierra cuando sus riquezas lo encadenan aquí?[17]”.

Después de analizar la Biblia y la historia, ¿tendremos todavía corazón para colocar las riquezas y el bienestar como meta en la vida cristiana? Esta es la sutileza más grande que usa el diablo para perder a muchos, ofrecerles las riquezas de este mundo, como hizo con el mismo Jesús, al ofrecerle todos los reinos de la tierra si postrado le adoraba (Mt. 4:9)  y muchos predicadores han caído en esta trampa diabólica. ¡Cuidado!  Detrás de la fama y la riqueza está la esclavitud y la trampa mortal que nos lleva al fracaso. Recordemos estas amonestaciones bíblicas: «¡Vamos, ya ahora, oh ricos, llorad aullando por vuestras miserias que os vendrán. Vuestras riquezas están podridas: vuestras ropas están comidas de polilla. Vuestro oro y plata están corrompidos de orín; y su orín os será testimonio, y comerá del todo vuestras carnes como fuego. Os habéis allegado tesoro para en los postreros días Santiago 5:1-3.

A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en la incertidumbre de las riquezas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia de que gocemos: Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, que con facilidad comuniquen; Atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano a la vida eterna 1 Timoteo 6:17-19.

Para concluir, debemos aceptar la abundancia y la escasez, porque nuestra verdadera felicidad no está en tener, sino en ser un hijo de Dios.


BIBLIOGRAFIA

  • [1] – La marca de un modelo de lujo de los autos norteamericanos.
  • [2] – Dicho en la cadena TBN del 29 de Marzo en el programa “Ever increasing Faith”.
  • [3] – El maestro de estas afirmaciones es John Avanzini, que apoyado en una interpretación distorsionada de Juan 19:23 afirmó que la ropa de Jesús era hecha por un diseñador de fama. Lo dijo en el programa “Believer´s Voice if Victory” TBN en Enero 20 del 1991.
  • [4] – Diccionario Encarta, 1999.
  • [5]«Economía», Enciclopedia Microsoft® Encarta® 99. © 1993-1998 Microsoft Corporation.
  • [6]«Economía», Enciclopedia Microsoft® Encarta® 99. © 1993-1998 Microsoft Corporation.
  • [7] . El Dr Carlos Gordillo de México Afirmó esto en unas enseñanzas que dio en México. Del Libro “Los Profetas de la Prosperidad” de Eiren Israel, Editorial Sabbaoth, Mexico, 1996.
  • [8] – Tomado del libro “Diccionario de Jesús y los Evangelios” Editorial Verbo Divino, Navarra, España, 1995.
  • [9] – El maestro de la centuplicación ha sido el maestro de la prosperidad Robert Tilton, el cual ha popularizado el concepto de la “fe rápida” mediante la cual puedes hacerte rico en poco tiempo si inviertes en la bolsa de valores de Dios,  que consiste en darles a ellos una semilla (dinero) para que florezca en más semilla.
  • [10] – “El Dar ¿Por temor, por interés o por amor?” Mario Fumero Producciones Peniel, 1998, Honduras C.A.
  • [11]– “Shepherd”  de Hermes. Tomo I Vis 3 Capítulo 6. Hermes vivió antes del 150 d.C y se cree que conoció a Pablo y que Romanos 16:14 se refiere a él.
  • [12]“On the Lapsed”  de Cipriano, secciones 11 y 12.
  • [13] – “On Mortality”  Cipriano de Cartago, seccion 8.
  • [14] “Historia Eclesiástica” Eusebio de Cesarea Tomo 7, Cap. 30
  • [15] “Cuando el cristianismo era nuevo” David W. Bercot. Editorial Scroll, Texas, 1994. Página 54.
  • [16] “Grandes Líderes de la Iglesia”  John D. Woodbridge. Editorial Vida, Página 60. 1998.
  • [17]– “On the Lapsed”  de Cipriano, secciones 11 y 12.
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