Mario E. Martínez B.

No deja de sorprender la actitud del mundo que en la actualidad vivimos, un pequeño grupo se preocupa por la libertad de la humanidad, mientras esa misma humanidad persiste en mantenerse apegada a costumbres y afanes egolátricos, sin ningún rumbo ni conciencia de hacia dónde se dirigen, desinteresados completamente en lo que realmente tiene importancia y debe ser la motivación y proceder de todos.  Los momentos en que vivimos son bastante confusos e inseguros en todo aspecto.

En política la actitud mentirosa buscando intereses personales es tal que -quien se preocupa por escuchar planteamientos falsos, promeseros, sin ningún fundamento en la realidad como prometer servicios gratis o subsidiados y obras que están por encima de la capacidad presupuestaria, cuyo único fin es el voto para ganar la elección y así estar en la posición dominante para legislar, gobernar o juzgar según su conveniencia personal o sectorial, -está perdiendo su tiempo y creándose expectativas que lo llenarán cada vez más de frustraciones.

La justicia se llenó de intereses personales, los supuestos magistrados, otrora personas probas, doctas y sobre todo honestas, en quien finalmente depositábamos nuestra confianza por sus desinteresadas decisiones, se trastocó en pillastres de tres suelas, quienes hacen uso de su alta posición para usufructuarse y extender el poder abarcando cual poderoso pulpo todo campo en que les depare dominio y a través de ese poder usufructuarse insaciablemente.

Insaciablemente, esta palabra es clave, pues será al fin y al cabo la llave que les abrirá la puerta del despeñadero en lamentable perdición sin posibilidad de dar marcha atrás. La avaricia insaciable será la perdición de muchos. Esto no es de ahora, muchas han sido las víctimas a través de la historia, de ese gusano que empezó en forma minúscula en sus víctimas, hasta convertirse en insaciable y descontrolado monstruo. Lo que sí es de ahora es la inmensa cantidad de gentes sometidas a esa potestad de control y dominio.

Este generalizado estilo de vida ha hecho que la misma vida no represente ningún valor; nunca antes se había visto tal desprecio por la existencia de las personas; se asesina sin ningún miramiento ni temor moral o ético, de ninguna índole.

El degenere de la persona es tal que el atentar contra la vida no tenga mayor reato de conciencia: se aborta con liberalidad, se deja abandonado al recién nacido en basureros, potreros, frente a una puerta, se desmiembra para deshacerse del cuerpo, etc.

Si hay diferencias con alguien se atenta contra su vida o se contrata a sicarios por unos pocos reales y problema solucionado. Las masacres por motivos de controles territoriales en el manejo de negócios ilícitos es de una magnitud tal que ha dejado de asombrar; ahora son mininoticias de segundas páginas de los periódicos. La descomposición social y familiar es tal que el h