EPILOGO; DIOS CONTESTA LA ORACIÓN
Mario E. Fumero
“Hijo mío, he escuchado vuestras oraciones y reconozco la condición moral de mi pueblo en la tierra. ¿No os recordáis que cuando mi hijo estuvo entre vosotros os lo dijo? Él les declaró que cuando fuese a ser su venida, no hallaría fe en la tierra, que habría una gran crisis, tan grande, que el ngaño prevalecería, y si no se apuraba en recoger a su iglesia, podría quedarse sin ella.
Yo estoy afligido por la liviandad de mi Iglesia. Ellos hacen lo mismo que Israel, mi pueblo, ¿Cuántas veces claudicaron de mí? Pero fui misericordioso. Muchas veces por unos pocos justos, detuve mi juicio para con muchos injustos[1].
Quiero que entiendas él porque el hombre se deja engañar, manipular y desviar del camino, y es que yo les dí esa capacidad cuando le concedí “el libre albedrío”. No los hice marionetas, ni robots, ni títeres, ni animal, gobernado tan solo por instintos, sino que les di mi imagen, los hice inteligente, con poderes para forjar su destino, ya sea para bien o para mal. Es por ello que me siento impotente para obligarles a servirme. ¿Que por qué no les destruyo? Por-que he declarado que soy paciente, no quiero dejar pasar la más mínima oportunidad para ver si recapacitan. Sabes que soy tardo para la ira y grande en misericordia[2].
Me duele ver como hombres inescrupulosos mani-pulan los sentimientos y emociones, pero quiero decirte que ustedes, los humanos, tienen la capacidad de detener todas esas maniobras, porque les dí inteligencia, raciocinio y libre albedrío, un libre albedrío que ni aún Satanás puede suprimir, porque ni yo mismo lo puedo anular. Vosotros sabéis que sobre mí no hay nadie más poderoso. Además, tenéis mis instrucciones, os dejé un libro maravilloso, mi Palabra y mi obrar debe guiarles, si lo ignoráis, es porque queréis… ¿Qué mas puedo hacer?
Confiad en mí, todo tiene su tiempo. Yo estoy alistando la mesa para la fiesta de mi hijo con los que queden. Él irá pronto a buscarles, mientras yo me preparo para el gran juicio final, entonces será el lloro y crujir de diente[3] de aquellos que se burlaron de mí.
Mantente firme, no calles, porque es necesario que todo esto acontezca, pero yo pagaré a cada cual según sus obras. Ahora me despido, no desmayes, sigue firme y apóyate en mi Palabra.
Te ama mucho
Tu Dios y Señor”


Un gran epílogo, una reflexion que nunca deja de ser actual, hasta que todos hayan escuchado el mensaje de salvación…