La dispensación de la ley se extiende, desde la salida de Egipto, hasta la crucifixión de Cristo. «La ley fue dada por Moisés, pero la gracia y la verdad vino por Jesucristo» (Jn.1:17). Cuando Israel clamó a Dios en su cautiverio, les dió un libertador, Moisés, quien vino a ser también su director y rey -«el fue rey en Jesurún» Deut.33:5 (Jesurún significa el justo, el que guarda la ley, el que defiende la justicia, ver 26:32:15). De aquí en adelante el plan de Dios era organizar un gobierno basado en las leyes que Él mismo daría para ser ejecutadas por hombres escogidos por el mismo Dios, con un sistema visible de adoración, y en un lugar especifico para que su gloria fuese manifestada (Ex.19; 24:9-18).
En el monte Sinaí, Dios manifestó su gloriosa presencia y majestad. El propósito fue revelar a Israel su santidad, a quien ellos tenían que adorar y servir, y revelarle a ellos lo poco preparados que estaban para vivir en su presencia. Cuando la ley fue dada, el pueblo prometió tres veces obedecer los requisitos de Dios (Ex.19:8; 24:3,7). Debido a su propia condición pecaminosa, ellos fueron presuncioso, y se sometieron a sí mismos con ligereza. Seguramente no hubo ninguna evidencia de humildad. Pronto vino un terrible fracaso. Los anteriores tratos de Dios con la raza humana para convencer al hombre de pecado habían fracasados. Dios ahora se proponía a dar su perfecta y santa ley, y hacer saber su propósito claro. La Ley de Dios se comprende en tres divisiones principales:
1.-Los mandamientos; los cuales expresan la santa voluntad de Dios. y que engloban todo lo demás (Ex.20:1-17);
- 2.-Los juicios, que interpretan la relación del hombre con su prójimo, en la familia, en el hogar, con sirvientes o empleados, en la más amplia relación con el vecino (Ex.21:1-23; 33);
- 3.-Las ordenanzas, las cuales hacían provisión para su vida y adoración religiosa (Ex.24:12; 31:18).
Después del pueblo haber dado tres veces su promesa incondicional de obediencia, el pacto fue sellado con el esparcimiento de sangre, lo cual significaba que sus vidas estaban comprometidas, aunque ellos no obedecían, violentando en muchas veces el pacto, por lo que venia juicio y necesitaban hacer expiación para obtener el perdón. (Ex.24:8).
La historia de Israel en el desierto, en la tierra prometida, bajo los reyes y el ministerio de los profetas, en la cautividad y en el período de restauración, es un largo registro de fracasos y rebeliones, culminando en el supremo pecado de la crucifixión del Heredero: el Mesías prometido. Aún cuando Moisés estaba en el monte recibiendo la ley, Israel estaba danzando alrededor del becerro de oro, y proclamando: «estos sean vuestros dioses, oh Israel, que os han traído fuera de la tierra de Egipto» (Ex.32). Más tarde, en la jornada por el desierto, no estando satisfechos con el maná provisto por Dios, y murmuraron contra Éste, y clamaron por carne (Núm.11). A pesar de haberles asegurado Dios su dirección victoriosa en contra de los enemigos de ellos, ya probada con la derrota de Faraón y sus huestes, en su incredulidad, ellos rehusaron entrar en Canaán, escogiendo seguir a los diez espías faltos de fe, antes que a los fieles Caleb y Josué (Núm.14). Moisés mismo, por quien la ley había sido dada, pecó contra el mandamiento de Dios, y faltó, no dándole la gloria a Él en medio del pueblo. Le fue dicho que hablase a la roca, pero en su provocación, actuó como si el poder para producir agua hubiese estado en sí mismo, e hirió la roca (Núm.20:7-12; 27:14).
Después que Israel había conquistado una gran parte de la tierra, poco antes de que su líder, Josué, hubiese muerto, ellos dieron su solemne promesa de obedecer a la ley (Josué.24:14-26). Todo el libro de Jueces es un récord de desastre sobre desastre en la nación, a pesar haber sido libertados repetidas veces de las naciones gentiles que les rodeaban. Dios permitió a estas naciones afligirlos una y otra vez por causa de su apostasía; pero cuando Israel clamó a Dios, les proveyó un libertador, y así uno tras otro aparecieron jueces para juzgarlos y dirigirlos a la victoria, pero después volvían a repetir los errores.
Después del período de gobierno de Samuel, sus hijos no estando preparados para tomar la dirección. Israel clamó y demandó a Dios un rey como lo tenían las naciones vecinas. Éste les concedió su petición y les dió a Saúl. «Un hombre joven, escogido» (1ªSamuel 8:3-8; 1ªSa.9,10). Pero Saúl, levantado en orgullo, no obedeció a Dios, y se entremetió en el oficio sacerdotal (1ªSam.13:8-14). Finalmente salvó a Agag, rey de los amalecitas, junto con lo mejor de su ganado, en contra de la dirección específica de Dios (1ªSam.15:17-26).Por lo que termino siendo desechado.
David, era el «varón conforme al corazón de Dios»,y sustituyo a Saúl, pero manchó las páginas de su hoja de servicio con el crimen de Uría, Hetheo (2ªSam.11:13-15;18-25). Salomón, hombre de paz, edificador del templo, cayó en el lazo de sus múltiples mujeres, quienes tornaron su corazón tras otros dioses, en cuyo honor les edificó lugares altos e hizo sacrificios (1ªReyes 11:1-13). Por la arrogancia de Jeroboam, hijo de Salomón, diez tribus de la nación se rebelaron bajo su dirección y establecieron el reinado del norte, llamado Israel o Ephraim (1ªRey.12). Sin excepción, los reyes de Israel desde Jeroboam, se corrompieron y el más notable por su inmensa maldad fue Acab, que llevo al pueblo a la idolatría. Hasta Oseas, en cuyo mandato Israel fue tomado cautivo por Asiria, fueron asesinos, idólatras y perversos (2ªRey.17:7-23). Con la excepción de algunos pocos reyes piadosos como Joas, Ezechias y Josías, los reyes de Judá, el reinado del Sur, fueron malvados e idólatras, hasta que al fin Judá vino a ser aún peor que Israel, y Dios tuvo que llevarles nuevamente a Babilonia en cautiverio (2ªRey.25).
Podríamos pensar que los desterrados en Babilonia habrían aprendido su lección, pero el ministerio del profeta Ezequiel fue a una gente imprudente, tardos para oír, quienes «habían puesto en sus corazones ídolos«(Ezq.2:3-4; 14:3). La lección de la cautividad fue parcialmente aprendida, pues el resto que retornó, se apartó muy pronto de Dios, casándose con las impías mujeres cananitas, etc… las cuales habían quedado en estas tierras (Esdras 9:1-2). El segundo grupo que regresó bajo la dirección de Nehemías, hicieron juramento de guardar la ley (Neh.9:1;10:29); pero no pasó mucho tiempo sin que muchos de ellos empezaran a violar el sábado, y a casarse con mujeres paganas (Neh.13:15-30). La última voz profética que Dios les envió fue Malaquías la cual suena en severa denuncia por la apostasía de Israel, acusándoles de ofrecer en el altar de Dios pan con levadura y animales ciegos, cojos y enfermos (Mal.1:7-14). Aún la familia sacerdotal corrompió el pacto de Leví, y se apartó del camino (Mal.2:7-15). La nación finalmente decidió que era vano servir a Dios (Mal.3:7-15).
Malaquías fue el último mensajero profético enviado a Israel. Jehová entonces guardó silencio para con ellos, hasta que mandó a su propio Hijo. Durante el período de 400 años, entre Malaquías y Cristo, Palestina estuvo bajo los poderes de Persia, Siria y Roma. Durante el reinado de Antíoco Epífano (175-164 a.c.), rey de Siria, los judíos, produjeron algunos héroes en los hijos de Matatías, el sacerdote. Judas Macabeo fue el más prominente entre estos siete hijos de Matatías, y dirigió el elemento piadoso de la nación contra Antíoco y sus agentes, quienes habían tornado a la nación completamente hacia la idolatría otra vez, y las adoraciones abominables del dios Bacus predomino. La masa de los judíos, sin embargo, apostataron, y cuando Cristo vino, les encontramos siendo dirigidos religiosamente por los escribas y fariseos, hipócritas y orgullosos. El pecado culminante de la nación fue la crucifixión de su Mesías, y Rey, bajo la dirección de estos hombres.El juicio de Dios cayó sobre la nación con la destrucción de Jerusalén por los ejércitos romanos bajo el mando de Tito, año 70 d.c. La historia registra que más de un millón de judíos perecieron en esta ocasión, y la nación fue esparcida entre los reinos de la tierra, en cumplimiento a la amonestación dada por Moisés (Deut.28:25).
Podemos hacer un breve resumen de una dispensación que demuestra el fracaso del hombre bajo la ley, haremos mención de algunas Escrituras en el Nuevo Testamento: «por la ley es el conocimiento de pecado» (Rom.3:20); «porque lo que era imposible a la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley fuese cumplida en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu»(Rom.8:3,4). Romanos 8:3,4 explica apropiadamente la relación entre las dos dispensaciones: la ley y la gracia.
PREGUNTAS
- ¿De dónde a donde se extiende la dispensación de la ley?
- ¿Cuál fue el plan de Dios al dar la ley?
- Muestre el propósito de la revelación de la majestad de Dios en el monte Sinaí.
- Dé la triple división de la ley y lo que comprende cada una de ellas.
- ¿Cuál fue el significado del esparcimiento de sangre sobre el pueblo?
- Mencione algunos hechos sobresalientes concernientes al fracaso de Israel en el desierto: En la tierra, después de haberla conquistado. Bajo el gobierno de los jueces. Bajo los reyes. En cautiverio. Y después de su retorno del cautiverio.
- Cite algunos eventos en la historia de Israel durante el período de Malaquías y Cristo.
- ¿Cómo cayó el juicio de Dios sobre la nación?
- Cite tres Escrituras para demostrar el propósito de la ley y la relación entre la dispensación de la ley y la gracia.


