1. El Concepto Historico – Eclesial
La iglesia no es un lugar donde se estudian clases de moral y cívica, ni mucho menos. En cambio, vemos que a través de las enseñanzas de las cartas paulinas y generales que conforman el Nuevo Testamento, el concepto de Cristo crucificado y resucitado pasa por encima a cualquier sentimiento patriótico que pudieran haber albergado los mismos judíos. Es más, siendo totalmente honestos, si consideramos la importancia del misterio dela Iglesiadesde el punto de vista de Dios revelado en el libro de los Efesios, nos daremos cuenta que toda enseñanza ajena al concepto de la resurrección de los muertos por medio de Jesucristo es un desperdicio del sacrificio hecho por el Mesías enla Cruz.
Cumplimiento estratégico del tiempo
Según la carta de Pablo a los Efesios, la Iglesiaes la manifestación más clara, visible y actualizada de la multiforme sabiduría y gracia de Dios (Ef. 3:9-11). Este misterio fue mantenido oculto por Dios hasta la venida de Cristo. A ningún profeta del Antiguo Testamento se le había revelado este misterio que Dios tenía preparado para la humanidad entera, y que ahora nos es revelado (Ef. 3:5). Además, el apóstol Pablo nos dice claramente que aunque fue revelada en el tiempo de Cristo, Dios ideó el concepto de la Iglesiaaun antes de la fundación del mundo. Esto es lo que nos dice Ef. 1:4, “según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él”
¿Y en qué tiempo fue revelado este misterio? En el cumplimiento del tiempo, es decir, en el tiempo exacto de Dios.
Gal. 4:4-5 “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.”
La venida de Cristo como hombre nacido de mujer cumplió a cabalidad el propósito que Dios tenía para el mundo en todos los aspectos (incluyendo el ambiente social y político). Jesús no fue enviado por Dios en un tiempo aleatorio, sino en un tiempo en el cual cumpliría a cabalidad su misión divina, dejándonos con esto las mejores enseñanzas para ese Edificio que El mismo se encargaría de edificar, y ese Cuerpo que surgiría después de su muerte y resurrección, su Iglesia. (I Cor. 12:27, I Pe. 2:5). Al descender en el tiempo de la dominación romana, tanto la vida de Jesús como el nacimiento y crecimiento dela Iglesianos dejan un legado invaluable de enseñanzas plasmadas en las páginas del Nuevo Testamento, vigentes en cualquier tiempo histórico para la misión dela Iglesia
El clima nacional en tiempos de Jesús era muy diferente, por ejemplo, a los tiempos de gloria de los judíos bajo el rey David. Después de ser “la potencia mundial”, Israel ahora pasaba de cautividad en cautividad, siendo esclavos en su propia tierra, con escaramuzas ocasionales y aisladas pero infructuosas en su fin de alcanzar la ansiada libertad. Si había un tiempo en el cual Israel anhelaba la venida del Mesías prometido, ese era el tiempo de la dominación romana. Pero Jesús no vino a librar a sus coterráneos de la tiranía romana, sino de sus propios pecados de los cuales eran cautivos, y esta cautividad era la más antigua, despiadada y dañina que el hombre sufría, fuera éste judío o gentil.
Lc. 12:4-5 “Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed.” Es de todos conocido que las expectativas de los judíos de ser libres del Imperio Romano se vieron defraudadas por un hombre de quien esperaban una valentía al estilo de los macabeos, luchando con espada y escudo. En cambio, miraban a un hombre manso y humilde, en cuyas piernas los niños anhelaban sentarse. Esta imagen discordaba con las expectativas judías, pero Dios tenía complacencia en su Hijo amado, cumpliendo y obedeciendo todo lo planeado por el Padre. Mt. 1:21 “Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.”
Así que, partiendo del ejemplo mismo de Jesús, es totalmente congruente que no se encuentre en ningún lugar de las Escrituras base bíblica alguna para que la Iglesiase proponga incursionar en un sistema de gobierno que se encuentra bajo el dominio del enemigo para lograr la libertad, y cuyo derecho es reconocido por Jesús al no aceptar de mano del diablo los reinos de la tierra. Lc. 4:5-6 “Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra. Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy.” I Jn. 5:19 “Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno.”
Si este es el testimonio de las Escrituras, entonces la pregunta es obligatoria: ¿Desde cuándo estos versículos perdieron su vigencia? ¿Habrá pasado algo en estos dos mil años para que el significado de estos versículos se interprete de otra manera? Si la respuesta a estos versículos es la obvia y única respuesta verdadera, ¿en qué se basa aquella iglesia que proclama que se debe instaurar el Reino de Dios en este siglo presente a través de la incidencia de la Iglesia en el sistema político de una nación? ¿En que parte de la Escritura Jesús nos demanda incursionar en el sistema político de una nación, y en que tiempo la Iglesia Primitiva Neo-testamentaria procuró cumplir misión alguna desde el poder político en el Imperio Romano? Ni Jesús, ni la Iglesia en todo el Nuevo Testamento incursionaron o sugirieron siquiera incursionar en papeles políticos, aun y cuando se encontraban bajo una tiranía tan marcada, corrupta e injusta como el Imperio Romano. Aunque vivían en su tierra, eran esclavos de Roma, teniendo que pagar altos tributos y sufrir un trato injusto y muchas veces despiadado. Aun así, Jesús nunca instó a los judíos a luchar por su independencia ni apeló al celo judío.
Si había un tiempo y una razón para levantarse, ya sea en armas o en diplomacia para desafiar un gobierno humano en nombre de la paz y la justicia de una nación, ese era el tiempo de Jesús y su Iglesia, pero no lo hicieron. Sin duda, esta era parte del cumplimiento del tiempo según la voluntad del Padre, ya que esto nos enseña que no importa la crisis política y social que se viva en una nación, tenemos las enseñanzas y los ejemplos necesarios en Cristo y los apóstoles para afrontarla.
¡Qué diferente hubiera sido si Jesús hubiera venido por primera vez en el tiempo de Salomón! De haber sido así, seguramente no tendríamos un modelo concreto a seguir por parte dela Iglesiaen cuanto a las libertades humanas y situaciones políticas reinantes (excepto que Jesús lo hubiera indicado de forma explícita). Pero no fue así. Jesús, siendo junto al Padre el Creador mismo dela Tierray su Sustentador (Heb. 1:3), dio a Cesar lo que le correspondía (Mt. 22:21), y no juzgó inmediatamente al cruel y corrupto Imperio Romano aun cuando hubiera sido capaz de enviar más de doce legiones de ángeles, tal y como se juzgó al pueblo egipcio por medio de un ejército de ángeles (Sal. 78:49, Mat. 26:53). Sin embargo, aun cuando se iba a cometer la mayor injusticia registrada por la historia, Jesús no abrió su boca, siendo como un cordero manso llevado al matadero. Es así que el cumplimiento del tiempo de la venida del Mesías nos deja la enseñanza adecuada de cómo vivir en tiempos peligrosos.
¿A QUÉ SE ENFRENTÓ LA IGLESIA DESDE SUS MISMOS INICIOS?
Después de aproximadamente tres años de andar con Jesús, y aun después de su muerte y resurrección, los discípulos aun tenían el anhelo en sus corazones acerca del restablecimiento del Reino de Israel en ese momento. Pero Jesús les envía al Espíritu Santo, dando origen a la Iglesia, para que en el Poder del Espíritu, siguieran con la misión de Jesús, misión que venia descrito con su Nombre mismo: porque El salvará a su pueblo de sus pecados.
Pero pronto los santos experimentarían serias dificultades, las cuales básicamente provinieron de dos fuentes:
– Los Judíos
Tal como el Señor mismo, la Iglesiasufriría la persecución de estos jefes religiosos judíos que miraban en este nuevo “movimiento” una amenaza para su status quo. Dichas persecuciones se pueden encontrar en el libro de los Hechos (4:1-21, 5:17-18, 5:27-40, 6:8-7:60, 8:1-3, 9:23-25, 9:29). Pero ¿Cuál era la razón principal por la cual los fariseos y las demás corrientes religiosas y políticas judías perseguían sin descanso a los cristianos?
La razón más probable fue que los judeo-cristianos estaban predicando el inminente regreso del Rey de los Judíos y el establecimiento de su reino. A oídos romanos, tal conversación era sediciosa. Tomemos en cuenta que su comportamiento no era sedicioso ni confrontativo, sino que su mensaje era considerado como una conspiración subrepticia que traería problemas a los romanos en toda Judea. Las autoridades romanas dieron a los judíos en ese tiempo un autogobierno limitado; las principales obligaciones de los líderes judíos, entre otras, eran recolectar impuestos para Roma y mantener el orden civil. Así, los líderes judíos tendrían que suprimir cualquier conversación sediciosa. A menudo cuando los líderes judíos no suprimían los conatos sediciosos, eran enviados a Roma para ser juzgados. En otras palabras, muy dentro de ellos, sabían que con sus acciones no estaban sirviendo en realidad a Dios, sino a ellos mismos. Las persecuciones de los jefes religiosos judíos entonces obedecían en gran parte a la persecución y sometimiento de Roma.
– Las Autoridades Romanas
¿Cómo era posible que un grupo de personas en Judea, hombres, mujeres y ancianos sin armas ni entrenamiento de guerra que se reunían de manera pacífica a alabar y escuchar un mensaje, pudiera ser considerada una amenaza a los ojos de las autoridades romanas, justificando así medidas represivas salvajes y aun mortales? La respuesta es fácil: La amenaza era el mensaje que predicaban.
Los emperadores romanos no solamente eran los dueños de todo el territorio bajo su control, sino que además se hacían llamar a sí mismos dioses, por lo que demandaban adoración de las estatuas e imágenes que ellos mismos levantaban en diferentes ciudades para ser adorados. Esto traía dos problemas serios para los cristianos, ya que si predicaban que Jesús era el Señor, no doblarían sus rodillas ante un ídolo de piedra o un hombre mortal, ni tampoco cesarían de predicar acerca de la venida inminente del Rey de los judíos, que como lo vimos anteriormente, era sinónimo de sedición para los romanos.
Las persecuciones romanas hacia los cristianos se extendieron desde el siglo I al siglo IV, incluyendo la famosa revuelta que provocó la destrucción de Jerusalén y su Templo en el año 70 DC. El historiador Tácito menciona las revueltas causadas en Roma en tiempo del emperador Claudio a causa de «un tal Cresto», es decir, Cristo. Sin embargo, no solo Claudio afligió a los cristianos. De hecho se identifican al menos diez Emperadores más que persiguieron, despojaron y asesinaron a cientos de cristianos: Nerón, Domiciano, Trajano, Marco Aurelio, Septimio Severo, Maximiano, Decio, Valeriano, Aureliano y Diocleciano.
Bajo este ambiente, los cristianos debían ocultarse. Sus reuniones serían entonces secretas y son famosas las catacumbas de la ciudad de Roma, donde se dice que los cristianos se reunían. Aun era común culpar a los cristianos por todas las desgracias que ocurrían en Roma, como ser los incendios o las pestes.
Deseo resaltar aquí el ejemplo del Emperador Nerón. Aunque el hecho de que él mismo haya provocado el gran incendio de Roma en el año 64 DC y culpado posteriormente a los cristianos es considerada una leyenda más que un hecho histórico, sí es una certeza histórica que Nerón afligió a los cristianos desde sus mismos inicios de reinado.
El emperador Nerón llegó al poder de Roma a través del asesinato de su predecesor, Claudio, confabulado con su madre Agripinila (hermana de Calígula). Una vez en el poder (del54 al 68 DC), su reinado se caracterizó por la tiranía y la extravagancia, realizando ejecuciones sistemáticas de personas, entre las cuales estaría su propia madre. Se decía que su locura era tal que después de matar a Agripinila, abrió sus entrañas para saber de donde había venido. Después de utilizar a sus dos colaboradores más cercanos, Seneca y Afranio Burro, les acusó de conspiración para deshacerse de ellos, llegando a acusar a Seneca de mantener relaciones con Agripinila misma. Llegó a divorciarse y desterrar a su primera esposa Octavia, casándose con Popea Sabina, mujer de su general Otón. Pero en el año 65, en un arranque de ira, Nerón la asesinó de un puntapié en su vientre, estando ésta embarazada. Este era el tipo de autoridad que regía en los tiempos más importantes de expansión del Evangelio, en los que los apóstoles realizaron su obra, plasmada en las confiables páginas del Nuevo Testamento a través de las epístolas a las iglesias locales. Y ¿cuáles fueron las indicaciones que los apóstoles dieron a los cristianos respecto a su comportamiento y actitud para con las autoridades?
Enseñanzas básicas a la Iglesia respecto a las autoridades humanas
Contrario a lo que se podría pensar desde el punto de vista humano, y considerando el tipo de autoridades vigentes, los apóstoles inspirados por el Espíritu Santo mandaron a someterse y orar por las autoridades, no por causa de los emperadores o gobernantes mismos, sino por causa de Jesús, como lo dice el apóstol Pedro: I Pe. 2:13-17 “Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior, ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien. Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos; como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios. Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey.” Pablo da el mismo mandamiento a los cristianos localizados en la misma capital del Imperio, Roma:
Rom. 13:1-6 “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo. Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia. Pues por esto pagáis también los tributos, porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo.”
¿Podemos con esto ver el espíritu de la Escritura? Pedro y Pablo no están escribiendo estos pasajes desde la comodidad de una sociedad apacible, sino de una sociedad injusta donde los sometidos eran obligados a pagar cuantiosas sumas de dinero como tributos para obtener a cambio una paz frágil y represiva, dinero con el cual los emperadores se financiaban los derroches, lujos, sobornos, actos de sicariato, guerras innecesarias, etc. Definitivamente no había justicia en la sociedad en que ellos vivían, pero ellos no miraban las cosas con ojos naturales, sino que entendieron del ejemplo de Cristo, quien sufrió sin haberlo merecido, y aun se contaron por dichosos de haber padecido por su Nombre de forma injusta. Su estilo de vida trascendía la barrera natural del conocimiento terrenal. Hec. 5:40-41 “Y convinieron con él; y llamando a los apóstoles, después de azotarlos, les intimaron que no hablasen en el nombre de Jesús, y los pusieron en libertad. Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre.” II Cor. 12:10 “Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias;” Y esto mismo que vivían, enseñaban a los demás: I Ped. 2:19-23 “Porque esto merece aprobación, si alguno a causa de la conciencia delante de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente. Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios. Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente;”
Es seguro que el apóstol Pedro escribió su primera carta entre el año 60-67, mientras que el apóstol Pablo escribió su carta a los Romanos entre el año 57-59. Ambas cartas fueron escritas en tiempos de Nerón mismo. Se presume según el testimonio de los historiadores de aquel tiempo que tanto Pedro como Pablo murieron bajo la mano de Nerón durante sus persecuciones contra los cristianos.
¿No es todo esto diametralmente opuesto a las enseñanzas que justifican la doctrina de la “dimensión socio-política de la fe”? Una actitud conflictiva y beligerante de la IglesiaPrimitivaante las autoridades romanas hubiera contradicho de forma irremediable las enseñanzas de Jesús. Es por esto que se asume una posición de sumisión ante la autoridad, para ser congruentes con el testimonio de la vida de Jesús. Nunca se nos promete en la Palabraque a los cristianos se nos haría justicia en este lado de la tierra (Ej. I Cor. 6:7), pero sabemos con certeza que Dios es fiel, y que juzgará todo acto del hombre en el tiempo que El ha designado para ejecutar sus juicios, dando al mismo tiempo la recompensa a sus amados que esperamos ese tiempo maravilloso. Este es el espíritu de la Escrituraque figura al inicio de toda esta apología. II Ped. 3:13-14 “Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz.”
Consejo de Pablo a Timoteo y Tito
¿Significa todo esto que Dios se complace en el sufrimiento de sus hijos por parte de las autoridades gobernantes? Por supuesto que no. Pero Jesús sabía perfectamente que la consecuencia de seguir sus pisadas sería el sufrimiento, ya que él mismo lo padeció. Jn. 15:20 “Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán”. I Ped. 2:21 “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas”
Pablo mismo fue escogido por Dios específicamente para mostrarnos cuánto es necesario padecer por Su Nombre (Hec. 9:16). Seguramente esto estaba en la mente de Pablo cuando le escribía a Tito referente a la actitud que debía enseñar y mostrar a los santos en Creta respecto a las autoridades locales:
Tit. 3:1-2 “Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra. Que a nadie difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres.”
Si en realidad Pablo deseaba que Tito corrigiera lo deficiente en la iglesia de Creta y que hablara de acuerdo a la sana doctrina (Tit. 1:5, 2:1), Pablo sabía que no debía haber espacio para la difamación ni altercados, a fin de estar siempre en una posición adecuada delante de cualquiera para predicar el evangelio de Cristo con autoridad, ya que ¿cómo alguien puede predicar del amor de Dios a través de Cristo en medio de conflictos entre sus semejantes? Pablo tuvo mucho cuidado en este aspecto: II Cor. 6:3-4 “No damos a nadie ninguna ocasión de tropiezo, para que nuestro ministerio no sea vituperado; antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias…”
Esto no significa que Dios es un ser sádico que disfruta de nuestros dolores y tribulaciones. Su voluntad es que vivamos quieta y reposadamente en la medida que esto sea posible, pero esto no se superpone a su principal deseo: que todos los hombres sean salvos. ¿Y cómo serán salvos si no les predicamos? ¿Y cómo les predicaremos en medio de un espíritu de contienda? I Tim. 2:1-4 “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.”
No podemos perseguir la meta de vivir reposadamente en nuestra nación mientras las personas mueren tranquilamente en medio de sus pecados para ir directamente al infierno. El pastor Adrián Rogers refiere que sila Iglesiase afana solamente en proveer un mejor estilo de vida al pueblo, lo único que estará haciendo es preparando un trampolín más lujoso de la cual el ser humano se lance al mismo infierno.
El lugar del Civismo y el Patriotismo en el Cristiano
Un problema profundo y peligrosísimo que enfrenta la Iglesiaes el desconocimiento de las riquezas de Cristo, su persona y su obra. Aunque la Iglesianació por causa de Cristo, hablamos tan poco de El, y le enterramos bajo toneladas de enseñanzas morales y “actualizadas”. Aunque Charles Spurgeon habló de esto hace aproximadamente 130 años en su revista “La Espaday el Palustre”, pareciera que estuviera hablando de nosotros en este tiempo, cuando expresa respecto a los ministros de las iglesias lo siguiente: “…se volvieron por lo general menos urgentes y menos sencillos en su predicación, mas especulativos y menos espirituales en los temas de sus discursos, y más apetecieron concentrarse en las enseñanzas morales del Nuevo Testamento que en las grandes verdades centrales de la revelación divina. La teología natural con frecuencia tomo el lugar que las grandes verdades del evangelio deben ocupar por derecho propio, y los sermones fueron perdiendo cada vez mas menciones de Cristo.” Si en verdadla Iglesia conociera a Cristo, le amaría más que a cualquier cosa en este mundo. Pero ¿cómo podremos amar a alguien que no conocemos?
Mt. 10:37 “El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí”.
En el Nuevo Testamento encontramos a alguien que vivió esta palabra, y no solamente amó a Cristo más que a su familia, sino también más que a su nación misma. Este ejemplo nos enseña que el valor del patriotismo, por muy noble que sea, no es más que sobras para los perros en comparación con la dicha de conocer a Cristo, el tesoro más grande que un hombre puede llegar a poseer. Fil. 3:4-6 “Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible.” (énfasis añadido)
Pablo aquí está revelando su “pedigree” o su hoja de vida, denotando lo que en otro momento podrían haber sido grandes ventajas y privilegios que harían de él una alta personalidad social. Entre ellas, Pablo menciona la supuesta “grandeza” de ser del linaje de Israel (descendiente directo de Abraham, nacido en la misma tierra de los profetas, poseedores de la Palabrainspirada, testigos de muchos de los más grandes milagros, etc). No hay ciudadano que se enorgullezca más de su nación, su historia y cultura que un israelita. Pero ¿cómo consideraba Pablo todo esto a la luz de Cristo? Fil. 3:6-8 “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (énfasis añadido)
¡Basura! ¡No era más que basura en el sentido más positivo de la palabra! Otro significado de esta palabra en el griego es excremento, lo que es echado del cuerpo, las sobras de una fiesta, lo que se echa a los perros. Pablo estima todas estas cosas con adjetivos tan bajos debido a la GRANDEZAdel conocimiento de Cristo, algo en lo que él vivía constantemente. Fil. 3:9-10 “y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte”. ¡Qué riqueza de la que habla el apóstol en este pasaje! Que el Espíritu Santo capacite a sus siervos a fin de enseñar y predicar este mensaje.
Con esto, se podría acusar a Pablo de antipatriota, alguien que no amaba a su nación. Pero para Pablo, sus sentimientos hacia Israel cedieron ante el gran amor de Cristo, amando en cambio a sus hermanos no importando su nacionalidad, ya que él los veía como hombres y mujeres necesitados de Cristo. Cuando se sobrepone y se exalta el sentimiento patriótico y el amor a la nación, muy probablemente veremos a Cristo como una herramienta más para construir una mejor sociedad. Pero Cristo no derramó su sangre para tener una mejor sociedad. En el mismo capítulo, Pablo habla de su meta principal: Fil. 3:14 “prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” ¿Y cuál es ese supremo llamamiento en Cristo? Nada menos que la vocación de arriba (Col. 3:1),la Jerusalén de arriba (Gal. 4:26), la vocación celestial, (Heb. 3:1), el premio (I Co. 9:24), la corona de justicia (II Tim. 4:8), la corona de vida (Apoc. 2:10), una corona incorruptible de vida (I Pe. 5:4).
¿Cuál de estas cosas nos sugiere la idea de algo terrenal? Es por esto que Pablo termina este capítulo con un pasaje contundente, exactamente congruente con todo su mensaje y su pasión de vida, pero incongruente con la doctrina de la “dimensión socio-política de la fe”:
Fil. 3:20-21 “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”
Pablo antepone a su ciudadanía terrenal la que será su ciudadanía eterna y celestial, y eso es exactamente lo que nosotros deberíamos imitar (Fil. 3:17). Esto guarda especial relación con el sabio consejo que nos brinda el apóstol Pedro, quien como vimos anteriormente, escribió sus cartas para animar y consolar a los expatriados que estaban en tribulación por la persecución romana a manos de Nerón: I Ped. 2:11 “Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma” (énfasis añadido).
En vez de inculcar el sentimiento patrio y el deseo de vivir en una sociedad libre y justa, los apóstoles sembraron en ellos el anhelo por una vida eterna, y arraigaron firmemente en sus corazones la esperanza de un nuevo cielo y una nueva tierra. Con tal esperanza gloriosa, no había espacio para sentimientos patrios banales, ¡porque una nueva Patria espera a todos aquellos que por fe la esperamos! Heb. 11:13-16 “Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad”. (énfasis añadido). ¡ALELUYA! ¿Qué mejor esperanza podríamos aguardar?
Conclusión
Lo descrito anteriormente no es más que el espíritu mismo de las Escrituras en lo tocante a la actitud de todo cristiano ante las autoridades gobernantes en su contexto más simple, contrastando de forma antagónica con el espíritu de la doctrina de la “dimensión socio-política de la fe”. Sin embargo, se han levantando multitud de argumentos bíblicos descontextualizados y aislados a fin de justificar la intromisión de la Iglesiaen el aparato político de la nación. Pero si hacemos una comparación honesta a fin de tratar de calzar dichas enseñanzas con lo que expresan las Escrituras, nos encontraremos en un dilema: seguir lo descrito por las Escrituras o seguir el sentir y parecer de un grupo de hombres afirmando haber recibido una revelación de parte de Dios para una misión que no encuentra soporte alguno en las Escrituras. Como lo afirmó Jorge Muller, pilar de la fe en el siglo XIX, “El Espíritu Santo nunca te guiará a realizar algo contrario a las Escrituras”.
Para construir una sociedad más justa y pacífica a través de un movimiento cívico y puramente patriótico no se necesita la sangre vertida en la cruz del calvario en lo absoluto. Pero mientras se dedica enteramente a esa meta, la Iglesiadesperdicia el recurso divino más grande y valioso que sólo a ella le ha sido dado el privilegio de poseer: CRISTO MISMO. Es tiempo de enseñar a las gentes que son esclavos de sus delitos y pecados, más que víctimas de una sociedad corrupta y violenta, porque no se necesita mucho para tratar de inmiscuirse en las altamente contaminadas esferas políticas y tratar de arreglar las cosas terrenales en la medida de lo posible. Pero lo que se necesita para que el hombre sea libre de su pecado y salvo de la Ira Venidera jamás podrá ser encontrado en ningún lugar sino en Cristo, quien ha dejado su Espíritu mismo a la Iglesia. ¿Seremos tan insensatos de desperdiciar su santa y preciada sangre derramada por nuestras transgresiones, subestimando el valor de su ofrenda de sacrificio en la Cruz del Calvario solo para ir tras metas terrenales mientras las personas mueren sin salvación? ¿No se propuso el apóstol Pablo saber solamente de Cristo, y éste crucificado? (I Cor. 2:4-5). Es tiempo que la Iglesia deje las cosas terrenales a un lado, y apunte hacia las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra del Padre. Col. 3:1-4 “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.”


