Diario LA TRIBUNA Nacionales
3 septiembre, 2012 – 1:00 AM
Ver el artículo de lal Tribuna en primera plana sobre el trabajo en el Proyecto Victoria.
TEGUCIGALPA.- Hace 35 años, unos 15 “cipotes” hippies, fumadores de marihuana, fueron rehabilitados al fundarse el Proyecto Victoria. En el 2012 ya nadie predica el lema “Paz y amor” al echarse un “purito”. Las drogas no son un juego.
La terapia espiritual es el componente más importante de la rehabilitación en el Proyecto Victoria. El albañil Alexander García es uno de los internos.
Ahora cada mes piden auxilio a esta noble institución hasta 20 jóvenes. La demanda de servicios del Proyecto Victoria se ha incrementado en un cien por ciento. ¿Acaso sobra el pisto para andar comprando drogas? Por lo visto, sí. Aunque en verdad con cien lempiras cualquiera se puedeponer “bien loco”…
Eso es lo que cuenta Valentín Izaguirre, nombre ficticio con el cual identificaremos a uno de los 70 internos que decidieron huir del oscuro mundo de las drogas, al recibir las terapias que les brindan en el Proyecto Victoria.
“Mi nombre no lo diga, ¡ni quiera Dios!”, dice el muchacho de 18 años, pues teme ser buscado por sus excompañeros de la barra “Los Revo”, formada por seguidores del equipo de fútbol Motagua.
En los años 70 no existía en Honduras el fanatismo extremo por las estrellas del balompié. En estos tiempos, sí. Ese es uno de los retos que ha tenido que enfrentar el Proyecto Victoria, pues entre cánticos, vivas, banderas y gritos de gol de las barras, también hay “líneas” de coca y “jalones” de “moña”.
Este ambiente, al que suelen llamar “vive”, fue el que llamó la atención de Valentín cuando apenas tenía 10 años. “Todo empezó porque me metí a una barra, a la Revo, ahí consumía drogas, resistol, gasolina, marihuana, cocaína y piedras”, recuerda el joven, animando a ratos a sus compañeros que juegan una potra en una de las canchas del proyecto.
Cada semana, el proyecto recibe hasta cinco solicitudes de jóvenes que desean escapar del oscuro mundo de las drogas.
La mamá de Valentín emigró a Estados Unidos cuando él tenía ocho años. De un día para otro, sus hermanas adolescentes de 15 y 16 años asumieron el papel de su madre.
“Mi mamá es madre soltera. Si ella no se hubiera ido tal vez no me habría pasado todo esto. Las drogas las conseguíamos en grupo, asaltábamos a la gente y yo le robaba a mi familia para poder consumir”.
Luego de una década, Valentín ya era uno de esos chavos a los que les dicen “drogos”. Y para colmo “me puse a asaltar en el barrio y desde ahí tomé la decisión. Me sentía bien consumiendo, pero ya empezaba a robar y eso no me gustó”.
Ahora Valentín asegura que quiere ser un hombre de bien, honrar a su madre, tener su propio taller de soldadura y seguir en los caminos de Dios, tal y como se lo enseñaron en el Proyecto Victoria, donde permanece desde hace tres meses.
La droga se vende en pulperías, parques, billares y otros sitios públicos, según cuentan los chicos en proceso de rehabilitación. “Usted sólo pregunta y ya”, afirma uno de los internos. Los “comerciantes” ofrecen variedad, calidad y precios accesibles.
Además, garantizan discreción, pues chavos a los que les llaman “colectivos” son los que se encargan de comprarle la droga al distribuidor para ponerla en manos del cliente. He ahí otro de los desafíos del Proyecto Victoria, pues el fácil acceso a estos productos les ha disparado las solicitudes de ingreso.
Quienes llegan al proyecto lo hacen de manera voluntaria. No hay cercas ni portones que impidan su salida.
Alexander García López no tiene miedo de decir su nombre. Es maestro constructor, tiene 30 años, es padre de dos hijos y confiesa que su único “pecado” fue la curiosidad.
“Lo hice por curiosidad la primera vez. Lo que yo usaba era crack y cocaína. La conseguía con amigos, empecé a drogarme a los 25 años”, explica Alexander, quien llegó al proyecto hace un mes.
Detalla que solía comprar las piedras de crack a 50 y 100 lempiras, aún así, jamás dejó sin comer a su familia por el vicio. “Me dio miedo pensar que podía llegar al extremo de robar o andar asaltando, por eso me vine para aquí. Mi meta es terminar el proceso de rehabilitación y seguir en las cosas de Dios”, afirma el entrevistado.
A propósito de curiosidad, se le consulta a Alexander si en el gremio de los albañiles hay bastantes drogadictos. Él contesta: “No, para nada, hay bolos pero no se drogan. La droga la conseguía con otros amigos que no eran albañiles”.
UN PROBLEMA GIGANTE
Hoy, el fundador del Proyecto Victoria, Mario Fumero, se dispone a inaugurar el salón histórico que bautizaron con el nombre de su esposa Lisbeth. Se le ve feliz y no es para menos… En 1977 ese salón era de paja, luego se hizo de madera, después de cemento y ahora se remodela para que los jóvenes reciban charlas, seminarios y conferencias en un ambiente pedagógico.
Parientes, internos y pastores amigos se han reunido en la sala para festejar el logro, luego del corte de cinta y de la develación de una placa colocada en la entrada. Fumero recuerda que en los años 70 las drogas que los jóvenes usaban eran la floricunda, hongos, LSD y marihuana.
Mario Fumero
“El problema era fácil, no eran drogas muy fuertes y venían muchos muchachos, pero, ¿qué ocurrió? Que según fue pasando el tiempo, el problema se fue complicando…”, comenta, saboreando unos bocadillos que reparten varios muchachos con azafates. El pastor relata que a partir del año 1990 empezaron a aparecer leves brotes de consumo de cocaína, mientras que ya para 1999 esta droga era combinada con el crack.
“Cuando entramos al año 2000 la cosa se agrava, ya en el año 2003, 2004, tenemos que recibir muchachos que son pandilleros y ya la droga empezó a dominar”. Fumero recuerda que la década del ochenta los muchachos que ingresaban al proyecto eran mayores de 16 años.
“Los casos a partir del año 2000 llegan a ser muy grandes en los menores de edad, se ha incrementado a niveles tan alarmantes que puedo decir que el 35 por ciento de los jóvenes que ingresan al proyecto son menores de 18 años y entran a la cocaína y al crack a los 12 años”.
El año pasado al proyecto ingresaba de uno a dos jóvenes a la semana, en el 2012 este número subió a cuatro y cinco, es decir, hasta 20 al mes. “Yo me atrevo a decir que, comparado con el año pasado, la demanda ha aumentado a más del cien por ciento. Y el aumento en los menores ha pasado de ser de un 12 por ciento hace unos cinco años atrás, a un 33 o 35 por ciento en los últimos dos años”.
A criterio del pastor, en Honduras hay cada vez más menores que utilizan drogas por una sencilla razón: porque cada vez más adolescentes se embarazan “sin tener capacidad siquiera de educar a sus hijos, porque ellas mismas no están educadas”. A eso se suma la paternidad irresponsable, apunta.
En este entorno, el Proyecto Victoria no cesa en su lucha por rehabilitar a los jóvenes. A ratos, una factura mensual de energía eléctrica por 25 mil lempiras los atormenta. También los agobia el pago de 60 mil lempiras mensuales en salarios.
“Estábamos quebrados, con una deuda de más de medio millón de lempiras y el Congreso nos soltó hace unos meses un millón para cubrir el déficit de aquí y de San Pedro. Con eso hemos podido mantenernos a flote, pero no tenemos un soporte permanente para poder atender a los muchachos”.
Por ahora, la única esperanza de la institución son los 40 mil lempiras mensuales que Casa Presidencial les entrega. ¿Cómo sobreviven? Solo Dios sabe… Rehabilitar a un joven drogadicto es evitar muertes, accidentes, familias desintegradas, violaciones… Pero, lamentablemente, en Honduras, la palabra “invertir” tiene otro significado.
* NOTA: Para los lectores de España, el termino cipotes en honduras es un regionalismo para indicar jóvenes.






Gloria a Dios por el proyecto victoria la finca peniel «Donde realmente uno lucha y mira el rostro de Dios». Mi testimonio no es lo importante sino el testimonio de Dios obrando en nuestras vidas en el Proyecto victoria, donde nos saca del mundo perdido de las drogas, delincuencia etc. cuando creemos que ese mundo oscuro nunca vera la luz aparece Dios poniendo un lugar de refugio donde nos brinda proteccion,amor y una nueva oportunidad para vivir en medio de muchos fracasos y dificultades pero Dios muestra su mano poderosa y yo soy testigo del poder de Dios al cambiar una vida entregada a las drogas y el pecado pero ahora estoy dia a dia tratando de servir al mi Dios y las personas que igual a mi necesitan una oportunidad de amor y coprencion como me la dio Dios atravez del proyecto victoria. Es ironico como alguien que fue servidor de satanas y traficante de drogas ahora sirve a Dios y su sueño es luchar para recuperar jovenes de ese mundo de oscuridad y no solo la mano me ofrecio el proyecto sino la oportunidad de estudiar y gracias a Dios este es mi segundo año de Estudios Teologicos. Dios bendiga al Proyecto victoria y sin olvidar tambien la Vida de Pasror. Mario Fumero.