Diario La Tribunba Portada 4 septiembre, 2012 – 1:00 AM
TEGUCIGALPA.- A lo largo de 35 años, el Proyecto Victoria ha rehabilitado a muchachos adictos a las drogas. Hoy continúa su labor asumiendo otro desafío: “desprogramar” a jóvenes mareros y niños sicarios que, como si tuviesen el cerebro de metal, actúan como robots al servicio del crimen organizado.
A los jóvenes del Proyecto Victoria se les brinda terapia física, espiritual, ocupacional y psicológica. En el caso de los pandilleros, también se les practica una desprogramación psicológica.
No hacen falta chips ni tecnología alguna para hacer de un jovenzuelo un delincuente. Bastan unos cuantos lempiras, un plato de comida, droga para olvidar las penas y la promesa: “te vamos a proteger”… Así, cientos de chicos en riesgo social le llaman “familia” a adultos que los esclavizan a la venta de droga o al sicariato. Adultos que no meten en el “negocio” a sus hijos porque para ellos sí desean una carrera profesional y no la muerte.
POR 300 “PESITOS”
Hasta hace tres meses, Jonathan Carías (seudónimo) era uno de esos “cipotes” programados para la venta de drogas. Hoy recupera su libertad y su salud en el Proyecto Victoria. En las calles le hicieron creer que sería un malviviente, de esos que mueren a disparos y cuyos cadáveres dejan olvidados en la morgue. Pero él abrió los ojos…
“Es difícil salirse de esto, porque cuando uno decide no vender drogas, las personas a las que uno les vende tratan de matarlo o de golpearlo”, manifiesta el joven.

Mario Fumero
Jonathan conoció del bajo mundo en una fiesta. Alguien le disparó y aunque salió con vida, unos individuos se le acercaron y “me dijeron que iban a matar al ‘man’ que me pegó el disparo, pero que tenía que empezar vendiendo drogas”. A partir de entonces, por cada 10 puros de marihuana que Jonathan vendía le pagaban 300 lempiras. Ese “pisto” le cayó de maravilla pues sus padres no solían darle la cantidad de dinero que él les pedía.
¿Es fácil vender droga?, se le pregunta al muchacho y el contesta: “¡Uh, sí hombre, es súper fácil!”. Según cuenta, los mejores “clientes” son los hombres que se dedican a lavar carros y los estudiantes de colegio, mientras que los lugares ideales para la venta de droga son los parques de la ciudad. “Para que la policía no sospeche, lo primero que le dicen a uno es que debe caminar formal, como estudiante”, dice Jonathan con una sonrisa.
Ir a la iglesia con sus padres o trabajar a medio tiempo para ganarse unos billetes de manera honrada era parte de la rutina de este muchacho. Por eso, sus padres jamás sospecharon que vendía droga. 
Según cuentan los internos que han vendido drogas, los parques son el sitio ideal para este negocio sucio. Solo deben hacerse pasar por estudiantes.
“Mis papás nunca se dieron cuenta de que vendía droga, sí sabían que trabajaba pero no les dije que era vendiendo drogas, sino que cobrando dinero”.
Jonathan empezó a vender droga y a consumir marihuana cuando tenía 15 años. Ahora tiene 19 años y desde hace dos meses recibe terapias en el Proyecto Victoria. Decidió internarse porque intentó quitarse la vida el estar alejado de su familia. “Yo digo que eso de las drogas ya se borró de mi mente, me gustaría ser ingeniero en sistemas, primero voy a sacar unos cursos aquí y después voy a estudiar”, expresa el interno con alegría.
PELIGROSA EVOLUCIÓN
El fundador del Proyecto Victoria, Mario Fumero, comenta que la institución ha tenido que ir adoptando una serie de medidas para dar una respuesta de rehabilitación acorde con estos tiempos. “Hemos modificado nuestro reglamento y añadiéndole pautas según ha ido evolucionando el problema, al grado tal que ahora tenemos que aceptar a los mareros que también son drogadictos”. Fumero explica que la droga anula los sentimientos, especialmente la narcótica, que inhibe la parte emocional y permite cometer toda clase de crímenes.

Varios de los jóvenes adictos comenzaron a trabajar como sicarios desde niños, pues son presa fácil del crimen organizado. La llegada de adictos integrantes de maras ha obligado al proyecto a introducir tres formas de trabajo: la desintoxicación, la rehabilitación y ahora la desprogramación psicológica.
“¿Qué es la desprogramación psicológica? Modificar su forma de hablar, sus reacciones, su forma de vestir, su forma de pensar, es un trabajo psicológico que se tiene que ir haciendo poquito a poco”.
Según el pastor, este tipo de internos trae consigo una subcultura que comprende una jerga, una forma de vestir, reacciones violentas, odio y resentimiento. “Por lo tanto, es más fácil desintoxicar y rehabilitar que desprogramar. Entonces, cuando ya vamos a manejar a los mareros, tenemos que desprogramarlos”.
“La más importante de todas las terapias es la espiritual o en valores, para hacerle entender al muchacho que su filosofía de mara no le va a conducir más que a la muerte y a la violencia, y así desmantelar todo el esquema psicológico que la mara le ha formado”.
CIPOTES MATONES
Otro de los retos del Proyecto Victoria, en cuanto a rehabilitación se refiere, son los casos de “cipotes” que se dedican al sicariato.

Jonathan Carías vendía drogas. Ahora se rehabilita en el proyecto y lo único que le queda de su pasado es la cicatriz de una bala en el cuello.
“Cuando el niño tiene un trasfondo negativo de un hogar disfuncional, tiene los elementos condicionantes para que cualquier grupo lo contrate y lo use para algo ilegal”, lamenta Fumero.
El 97 por ciento de los jóvenes que ingresa al proyecto proviene de hogares disfuncionales, sus padres emigraron, son hijos de madres solteras, huérfanos, criados por parientes o víctimas de abuso físico, sexual o emocional. “Como tienen necesidad, los pueden usar para sexo, o sea trata de menores; los pueden usar para el sicariato o como mulas, para que puedan contrabandear droga, ya que las leyes protegen al menor que delinque”. En Honduras, el Código de la Niñez y la Adolescencia considera que los niños menores de 12 años no delinquen y que aquellos mayores de 12 pero menores de 18 que cometen faltas o delitos no deben ir a la cárcel. Tal protección, lamentablemente, ha convertido a los niños y niñas de Honduras en el blanco perfecto del crimen organizado.
“Algunos son instrumentalizados como sicarios de los narcos para matar, porque las leyes los protegen, a tal grado que aunque mataran a 50 personas no les pueden aplicar la sentencia que establece el Código Procesal Penal a los mayores de edad”.
Buscar los caminos de Dios y recuperar el amor de sus familias es la meta de la mayoría de los adictos que buscan rehabilitarse en el Proyecto Victoria.
El 35 por ciento de los adictos que ingresan al Proyecto Victoria son menores de 18 años, quienes comenzaron a consumir cocaína y crack desde los 12 años.
“Los promotores del narcotráfico ven en los menores un elemento importante para poderlo instrumentalizar para fines ilegales y los entrenan para que sepan que si los cogen están protegidos por la ley y no les va a pasar nada grave”.
El ingreso de menores al Proyecto Victoria se ha incrementado en un 35 por ciento entre el 2010 y el 2012. Ese porcentaje es positivo, pues indica que cada vez son más los que anhelan huir de las drogas. Sin embargo, también le advierte a la sociedad la necesidad urgente de apoyar la labor del Proyecto Victoria, que ya tiene en lista de espera a decenas de chicos adictos ansiosos por rehabilitarse y que por falta de fondos deben “hacer fila” para ser atendidos.
Muchos drogadictos que buscan ayuda integraron asociaciones ilícitas
Esquema psicológico formado por pandillas es desmantelado con terapias
Leyes que protegen menores los convierten en blanco del crimen organizado




Gloria a Dios Reverendo Fumero hoy mas que nunca hay que concientizar a la Iglesia para que no siga cayendo en las artimañas del Enemigo asi que solo pido al Eterno que lo continue saturando de sabiduria y asi mismo que lo continue utilizando en su Reyno Shalom