– PAUL WASHER
«Mas ellos fueron rebeldes, e hicieron enojar su santo espíritu; por lo cual se les volvió enemigo, y él mismo peleó contra ellos.» Isaías 63:10
«Dios celoso y vengador es el Señor; vengador es el Señor e irascible. El Señor se venga de sus adversarios, y guarda rencor a sus enemigos.» Nahum 1:2
La venganza de Dios está estrechamente relacionada con Su ira. El salmista lo llama “Dios, a quien pertenece la venganza,” y el profeta Nahúm le presenta como el Señor vengador y furioso que “se venga de sus adversarios, y guarda enojo para sus enemigos.” [1] El cántico de Moisés, incluso exalta la venganza de Dios. Es una de las representaciones más terroríficas de Dios en todas las Escrituras: “Ved ahora que yo, yo soy el Señor, y fuera de mí no hay dios. Yo hago morir y hago vivir. Yo hiero y yo sano, y no hay quien pueda librar de mi mano. Ciertamente, alzo a los cielos mi mano, y digo: Como que vivo yo para siempre, cuando afile mi espada flameante y mi mano empuñe la justicia, me vengaré de mis adversarios y daré el pago a los que me aborrecen. Embriagaré mis saetas con sangre, y mi espada se hartará de carne, de sangre de muertos y cautivos, de los jefes de larga cabellera del enemigo.” [2]
¿Cómo podemos leer un texto, y no temblar? ¿Cómo podemos creer esa verdad y no proclamarla? El profeta Amos declaró: “Ha rugido un león, ¿quién no temerá? Ha hablado el Señor Dios, ¿quién no profetizará?” [3] El apóstol Pablo escribió: “nosotros también creemos, por lo cual también hablamos.” [4] De la misma manera, si creemos que las Escrituras son infalibles y que Dios es inmutable, ¿cómo no declarar tales cosas? ¿Es la advertencia de Nahúm nada más que poesía que carece de sentido sin aplicación práctica? ¿Es alegoría sin ninguna interpretación concreta? ¿Fue escrita para una cultura más contundente que la nuestra, demasiado fuerte para el alma frágil del hombre moderno? Si en el tiempo de Nahúm, hubo una verdadera palabra de Dios y una palabra necesaria para el hombre, entonces es lo mismo el día dehoy. ¡Es la verdad, y un elemento esencial en nuestra proclamación del evangelio!
Según las Escrituras, los hombres deben ser advertidos de que Dios es un Dios de venganza. Sin embargo, ¿cómo reconciliamos tal verdad con otros textos de la Escritura que describen claramente la venganza como un vicio de los hombres perversos? [5] ¿Cómo puede un santo y amoroso Dios también ser un Dios de venganza? En primer lugar, debemos entender que la venganza divina es un tema constante de la Escritura y, por tanto innegable. En segundo lugar, tenemos que entender que la venganza de Dios difiere de la venganza del hombre caído, su celo por la santidad y la justicia motivan Su venganza. Dios es clemente y compasivo, lento para la ira y grande en misericordia, pero también es justo. Él castigará al pecador con el propósito de reivindicar Su nombre y administrará justicia entre Sus criaturas. [6] A la luz de la naturaleza terrible del pecado del hombre, Dios tiene derecho en vengarse. Tres veces en el libro de Jeremías, Dios le pregunta: ¿No he de castigar a este pueblo [a]? —declara el Señor. De una nación como ésta, ¿no he de vengarme?” [7] En otras partes de la Ley y los Profetas, encontramos la respuesta a esta pregunta: Moisés afirma que Dios no va a retrasar el pago de los que le odian cara a cara, e Isaías declara que Él será relevado a Sus adversarios y se vengará de Sus enemigos [8].
Hoy en día, muchos rechazan la doctrina de la venganza divina o cualquier otra enseñanza que incluso sugiera que un Dios amoroso y misericordioso podría ser vengativo. Incluso los ministros que aceptan la doctrina como la clara enseñanza de la Escritura raramente la proclaman desde el púlpito. Como resultado, el mundo incrédulo, así como el cristiano sincero, no es consciente de la verdadera naturaleza de Dios y su respuesta radical a las acciones pecaminosas de los hombres.
Las Escrituras nos advierten que la ira de Dios viene sobre los hijos de los hombres, y nos exhorta a prepararnos para comparecer ante nuestro Dios. [9] Los hombres pecadores deben considerar estas verdades con temor y temblor, pero en primer lugar, los predicadores deben dar a conocer estas verdades. Con un llamado de atención, es nuestra responsabilidad de advertir a los hombres de la certeza de la ira venidera. [10] Si nos negamos a cumplir con esta ominosa faceta de nuestro ministerio, nos haremos responsables, y la sangre de nuestros oyentes se demandara de nuestras manos. Como Dios advirtió al profeta Ezequiel: “Cuando yo diga al impío: “Impío, ciertamente morirás,” si tú no hablas para advertir al impío de su camino, ese impío morirá por su iniquidad, pero yo demandaré su sangre de tu mano.” [11]
A la luz de los pocos textos que hemos considerado en relación con la venganza de Dios, ¡uno sólo puede llorar al pensar en lo torpe y desequilibrado que nuestra predicación se ha vuelto! ¡Nuestros propios sermones nos traicionan y revelan cuan parcial somos a algunas verdades y cuan tendenciosos estamos en contra de los demás! ¡Estamos llamados a proclamar todo el consejo de Dios, y no debemos retroceder ante ello! [12] No se nos da autoridad para elegir lo que debe y no debe ser predicado a la luz de lo que creemos saber acerca de las necesidades del hombre moderno. Aquellos de nosotros que se nos ha concedido el privilegio de instruir a los demás deberíamos preguntarnos cuántas veces proclamamos lo que los hombres más necesitan entender y aún menos desean oír: el juicio de Dios. Debemos entender que la falta de tal predicación expone las inconsistencias en nuestros púlpitos y explica la razón de la ignorancia en nuestras bancas con respecto a algunas de las verdades más fundamentales acerca del carácter de Dios y su trato con los hombres.
Vivimos en una época de gran desequilibrio teológico. Se habla mucho del amor de Dios, y con razón, pero casi nada se dice de Su ira. Si un predicador predicó un sermón entero sobre el amor de Dios sin mencionar una sola vez Su ira, a él probablemente no se le llamaría a cuentas. Sin embargo, si él predica, aunque sea sólo una parte de un sermón sobre la ira de Dios, lo más probable es que sería censurado por ser desequilibrado, mezquino y sin amor. Esta es la época en la que vivimos. “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas.” [13]
- Tomado del Blog: elevangeliosegunjesucristo.blogspot.com/
1. Salmo 94:1; Nahum 1:2 - 2. Deuteronomio 32:39-42
- 3. Amos 3:08
- 4. 2 Corintios 4:13
- 5. Levítico 19:18, 1ª Samuel 25:25, 30-33
- 6. Éxodo 34:6
- 7. Jeremías 5:9, 29, 9:9
- 8. Deuteronomio 7:10; Isaías 1:24
- 9. Amos 4:12
- 10. Efesios 5:6
- 11. Ezequiel 33:8
- 12. Hechos 20:27
- 13. 2ª Timoteo 4:3-4

