DIARIO LA TRIBUNA 6 FEBRERO, 2015
Estadísticas alarmantes respecto a la situación de los jóvenes en Honduras, el acceso a las drogas, maras y la raíz de la violencia y criminalidad, son el contenido que el reverendo Mario Fumero presentó ayer en un libro que analiza la realidad nacional desde las propias vivencias conocidas en el Proyecto Victoria, por donde han pasado al menos 28 mil pacientes con deseos de rehabilitación y superación.
“¿El por qué del diagnóstico?”, se preguntó Fumero, durante su comparecencia en el Salón Morazán de Casa Presidencial, y seguidamente respondió que desde 1973 el Proyecto Victoria ha visto con preocupación ascendente la problemática, siendo en la actualidad una crisis de inseguridad que cada año complica debido a una política jurídica, legislativa y ejecutiva, incoherente con la realidad histórica del país, que “se ataca el efecto, pero no las causas… en todo gobierno”.
Relató que la mayoría de los pacientes que han ingresado al Proyecto provienen de hogares disfuncionales, el 45 por ciento se trata de hijos de madres solteras, y la preocupación es que en los últimos cinco años el consumo de cocaína ha pasado del 35 a un 95 por ciento, en cuanto al consumo de “crack” (basura de la coca) el 60 por ciento de los pacientes era adicto, un número similar a los que consumen “resistol” (pegamento).
Fumero alertó que los jóvenes en Honduras comienzan a drogarse desde los 11, pero empiezan a los diez años a ingresar a grupos delictivos, maras o pandillas, para luego desencadenar en expertos criminales comunes o delincuencia organizada.
Es así que la conclusión del libro lleva a lo siguiente: “Ha aumentado el consumo de drogas en los menores de edad en un 45 por ciento, de estos un 15 por ciento de menores se convierten en sicarios porque nadie los protege y un 30 por ciento se convierte en ‘mulas” (transporte de drogas) porque el riesgo de captura es mínima al igual que el castigo”, resumió.
La obra destaca como antecedente que desde el 2001 en Honduras existían 475 maras con nombres diversos y un promedio de 70 mil 500 adeptos, todos estos fueron absorbidos a partir de 1998 por la Salvatrucha y la 18, donde la cifra se ha triplicado y se desconoce a ciencia cierta un número exacto de miembros, pero el problema radica en los que quieren salirse de ese mundo.
“Aunque la Ley Antimaras es buena, faltó un ingrediente que es crear espacios para los que querían salir de este bajo mundo, como consecuencia se disparó la migración de muchos jóvenes que al ser amenazados tienen que irse”, refirió.
“Yo estoy cansado ya que desde hace varios gobiernos hicimos estudios de la problemática de Renaciendo y El Carmen, di sugerencias, nunca se tomaron en cuenta y hoy tenemos dos centros de rehabilitación que se han convertido en la escuela y universidad para que los niños menores salgan expertos en crimen, sicariato y violencia, una vez visite los centros y me quedé asustado de lo que vi, sentía que estaba en un campo de concentración nazi”, lamentó. (SA)

