Mario  E. Fumero

Esta es una de las preguntas que más me han hecho muchas personas, principalmente los periodistas, y la cual me cuesta trabajo contestar, porque tristemente tengo que reconocer que la iglesia evangélica, incluso la que yo fundé, no tiene una visión clara sobre esta problemática, y apenas apoyan este trabajo, más bien, evaden la responsabilidad por los perdidos, quizás por miedo a la inseguridad existente, o porque tienen otras prioridades alejadas del mandato divino.

Confesar esto es fuerte, pero no puedo negarlo, máxime cuando mis días en la tierra están por terminar. Todo lo que se ha hecho en el Proyecto Victoria ha sido gracias a la misericordia de Dios a través del apoyo del Estado en los últimos 15 años, y de personas que no están vinculadas a las iglesias evangélicas. En un principio, la iglesia que fundé se abocó 100% a este proyecto, porque la misma nació rescatando adictos en el sector de la Kennedy, pero en los últimos 25 años se ha ido desvinculando poco a poco de la visión original, y actualmente apenas contribuye con un 2.5% del total del presupuesto mensual del Proyecto Victoria, el cual rónda  los L.380,000.00  ($USA 17,304.19).

De las demás iglesias evangélicas, recibimos un promedio de 0.05% del presupuesto. Del extranjero no recibimos ninguna ayuda, y del gobierno de Honduras, en los últimos dos años recibimos el 40% del presupuesto. De personas particulares recibimos un 10%, y el resto del presupuesto proviene de cuotas y esfuerzos propios. En cuanto a la infraestructura, el 80% de las construcciones que se han hecho son con fondos proveniente del Estado y con la mano de obra, en su mayoría, de los internos y rehabilitados. Siempre he creído que es responsabilidad de las iglesias rescatar a los más perdidos, como lo hizo y enseñó Jesucristo (Mateo 18:11), pero en la realidad, la Iglesia ha perdido la visión, para buscar la inversión.

Cuando comencé este ministerio soñaba ver una iglesia fuerte, que apoyará nuestra visión original al 100%, «rescatar a los perdidos de las drogas y alcoholismo». Hoy veo con tristeza que esta visión se ha ido opacando, y ha sido absorbida por otras prioridades que no son la original. En cuanto más nos acomodamos, más nos alejamos de la miseria humana. Jesús iba a los perdidos, leprosos, desahuciaos y humildes (Lucas 7:22). Buscaba la escoria del mundo para transformarla (1 Corintios 1:28), pero y la Iglesia; ¿Qué hace, que vive, y que predica?

Tengo en mi corazón el deseo de levantar un proyecto, ya sea Iglesia o Fundación, que se aboque cien por ciento a respaldar el rescate de los más perdidos, y garantizar que cuando parta con el Señor, esta visión no muera conmigo, porque a los perdidos y a los pobre siempre los tendremos entre nosotros (Juan 12:8).

Creo que es responsabilidad de los cristianos buscar a los que no tienen esperanza, y comprometernos con los que están en el abismo, para rescatarlos. Tristemente nuestro cristianismo está en decadencia, porque el materialismo y el deseo de grandeza ministerial a destruido el compromiso social con los marginados.

Doy gracias a Dios porque aunque no hay respuesta fuerte de los llamados cristianos, el Señor en su providencia y misericordia nos ha suplido todo lo que necesitamos, y nos ha bendecido y sustentado hasta ahora, sin embargo, sigo soñando con una iglesia que apoye el rescate de los perdidos, porqué esta es nuestra obligación. Somos la única alternativa al caos, la violencia y la esclavitud del hombre y la mujer a las ataduras diabólicas, pero para ello, tenemos que ser sal y luz en la tierra (Mateo 5:13-16).
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