Mario E. Fumero
Tanto en Estados Unidos, como en Honduras, los ánimos se caldean cuando se aproximan los días de las elecciones, y es triste ver que en vez de razonar, nos fanatizamos y radicalizamos adoptando actitudes que son ilógicas e indecentes, y para ello vale la pena razonar.
En los Estados Unidos muchos políticos se han dedicado a desprestigiar al contrario señalando cosas personales y e hipotética. En el caso de los republicanos se ataco a la aspirante a la vicepresidencia por gastarse mas de 100,000 dólares en compra de ropa para ella y su familia por propuesta del mismo partido, mientras del otro lado, se acusa al aspirante de la presidencial de los demócratas de estar vinculado con los terroristas por su amistad antigua con un protestante violento de la guerra de Vietnam, y afirman que dicho candidato es “comunista” por su actitud dialogante con los aparentes enemigos de Estados Unidos.
En otra dimensión, como en el caso de los alcaldes, unos a otros se sacan los trapos al sol, y se agarra de cualquier error humanos para hacer una campaña de desprestigio hacia su contrario, sacando a veces hasta los errores de su familia. Esta forma de hacer política y tratar de ganar votos con ataques al contrario es inmoral e incorrecta, razón por lo cual yo no voto por el que use esta técnica descalificativa y denigrante, porque los votos se ganan con propuestas y no con ofensas.
Lo mismo ocurre en Honduras, muchos acuden a atacar al contrario para justificar sus aspiraciones, y esta no es una forma decente de hacer política. Nadie deber buscar la viga del ojo de su contrario, si primero no examina el tronco que tiene en su ojo, enseño Jesús. Más bien cada candidato debe dar soluciones a las necesidades del país, y presentar su ideario en cuanto a lo que haría si llega a alcanzar sus aspiraciones políticas.
Tratar de obtener voto con técnicas maquiavélicas de descrédito al contrario no es, cristianamente hablando, honesto y moral. Es por ello que apelo a la coherencia de los aspirantes a los puestos de elecciones popular para que en sus campaña den propuestas y no señalamientos de descrédito al contrario, y si alguien quiere señalar lo malo de un aspirante, que sean aquellos que no figuran en la lista electoral, y que como pueblo, opinen sobre la conducta de esos candidatos en el área de integridad, sin tocar su familia ni su vida intima.
Por otro lado, se discute la prorroga de las elecciones primarias por la crisis climática que sufre el país y el presidente pide una reflexión al respecto. Creo que noviembre es un mes inapropiado para movilizar a un pueblo a elecciones, por los riesgos que hay de los fenómenos climáticos y además, porque afecta la conclusión del periodo escolar, razón por lo cual veo lógico el cambio de fecha para una época menos lluviosa, y que no haya clase. El llamado a reflexionar por parte del presidente es lógico, y ya hemos visto que casi siempre octubre y noviembre es un mes en donde somos azotados por tormentas que afectan las carreteras y la población que en un 60% vive en zonas remotas y de riesgo. Además los maestros nunca cumplen con los 200 días de clases, y el usar las escuelas para las elecciones, tanto generales como primarias, en épocas critica de exámenes y clase afecta, razón por lo cual se debe replantear en un futuro inmediato cambiar las fechas programadas para que dichas elecciones se ejecuten en los meses en donde los riesgos climáticos y escolares sean menores, y para mi el mejor mes que reúne estas condiciones es enero, y esto lo vemos desde todo punto de vista practico. Es necesario que razonemos y busquemos no la confrontación, pero sí el uso de la razón para beneficio de todos los ciudadanos.
No es cuestión de continuismo, ni de capricho, sino de lógica y razón. Pero no es por un hecho actual, sino pensando que siempre noviembre es un mes de riesgo y por ello se debe plantear un cambio en bien de la seguridad, la paz y el bien común.


Muchas veces, las cosa sencillas y lógicas se envenenan por temas políticos y se llenan de fango.
Esto tiene más que ver con la naturaleza del hombre qe con el sentido común.