Ángel Bea
En mi juventud a mí nunca me interesó la política. Viví en aquella parte de una gran mayoría que, por el temor que tenían nuestros padres, solían decirnos: «vosotros no os metáis en política». Por eso cuando yo -en mi poca formación y por lo que decían muchos- hablaba con mis amigos de izquierdas de los logros en el franquismo, ellos decían con mucho enfado que esos logros no valían nada si la sociedad no era libre desde el punto de vista político. Luego, cuando les hablaba de la dictadura castrista, ellos se desgañitaban hablándome de las estadísticas y los logros conseguidos en la Cuba de Fidel. Yo no lograba entender porque una dictadura era mejor que la otra. ¿No era una cuestión de libertad?
Por eso, dos datos que me llamaron la atención del artículo de Samuel Escobar, son los que hace referencia a la cantidad de años que estuvieron en prisión los dos hermanos pastores por no querer someterse a los dictámenes del régimen dictatorial de Castro. Ellos sólo son aquí la punta del iceberg de una dura represión política y religiosa contra aquellos que luchaban por la libertad. Y tampoco pedían mucho.
Como aquí en los tiempos del franquismo. ¿O no?. Algunos amigos míos comunistas fueron a prisión y sufrieron…. Lo que nunca entendí fue que mientras condenaban una dictadura aprobaban con aplauso y fervor la otra. Y eso, en muchos casos, hasta el día de hoy.
Así que en relación con el ideal de formar «el nuevo hombre latinoamericano» que proclamaban estos «revolucionarios» habrá que seguir confiando en el poder de Dios que es el único que puede cambiar al ser humano de forma eficaz, hacerle una «nueva criatura» (2C. 5.17) e influir eficazmente en la sociedad.
Él no fallará en sus propósitos.

