Ángel Bea
Cuando te falten las fuerzas y creas que no podrás ir más allá,
piensa en Jesús, en la cruz. Nunca nadie acumuló tanto sufrimiento, tanta soledad, tanto aparente abandono… Pero todo eso y mucho más fue tenido en cuenta por Aquel que le envió a «dar su vida en rescate por todos…» (1ªTi.2.5-6). Todos sus sufrimientos, todas sus angustias, todos sus «ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas… fueron oídos a causa de su temor reverente» (Heb.5.7-9). «Y aunque fue crucificado en debilidad, vive por el poder de Dios» (2Co.13.4), «mediante la resurrección de los muertos» (Ro.6.4)
De igual manera, por el solo hecho de ser suyos y estar en él, ningún sufrimiento, ninguna queja, ningún clamor, ninguno de nuestros ayes, ninguna debilidad por la que podamos ser aparentemente inmovilizados, ningún deseo de abandono y huir de la dura realidad, ninguna lágrima que derramemos será ajena a nuestro Dios. Ya el rey David lo expresó de una manera muy gráfica cuando dijo: «Tú has contado mis huidas; pon mis lágrimas en tu odre; ¿no están ellas en tu libro? (Sal.56.8-10).
Así es, todo está en su libro escrito. Él ha tomado buena nota de todo y al igual que Jesús vio «el fruto de la aflicción de su alma…» tras la resurrección (Is.53.10-11) los que sufren por su causa, también participarán de esa satisfacción, «sea por vida o por muerte» (Fil.1.20-21). Pero aún cuando te faltaren las fuerzas incluso para acordarte de Jesús y de todo cuanto él pasó, no te preocupes; él sí pensará en ti y con toda comprensión y sin reproche, te levantará y te abrazará, porque… «No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado» (Hb.4.15-16) .
AMÉN

