Mario E. Fumero
“Y Jesús, como sabía los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo, es desolado; y toda ciudad ó casa dividida contra sí misma, no permanecerá”. Mateo 12:25
Estamos viendo con asombro cómo la democracia está perdiendo palidez debido a la ambición de los hombres, los cuales dividen los partidos políticos, no para buscar el bien común, sino para buscar poder y riqueza. En Honduras existan dos partidos tradicionales, pero ahora reinan diez. En España existían tres partidos tradicionales, ahora reina nueve, y unos luchan contra el otro para salvar al país, utópicamente, con promesas muchas veces absurdas. La ambición desencadena el poder, y no cabe duda que en el mundo político, el deseo de poder produce la división y destrucción.
¿Pero y qué decir de la iglesia? Hemos visto la proliferación de locales convertidos en iglesias, y hay lugares que en una cuadra (100 metros) hay hasta cinco congregaciones, las cuales tristemente no se llevan, y cada cual busca como atraer a los de la otra, ofreciendo cultos entretenidos y actividades llamativas. Pero lo más triste de todo, es que muchas de ellas son el producto de una división. La división es el producto de la ambición. Y la ambición desencadena la prosperidad como meta espiritual. Este fenómeno ha deteriorado la credibilidad del evangelio, y se cumple aquellas palabras de Jesucristo cuando afirmó que “un reino dividido no permanece”.
¿Qué nos separa muchas veces? No son las doctrinas esenciales, sino los dogmas y tradiciones de hombre, pero más que nada, la ambición. Quizás fue por ello que Jesús oro por la Iglesia afirmando una verdad que hoy hemos olvidado, que estamos en el mundo y no somos del mundo, por lo cual debemos ser uno en Cristo (Juan 17:21).


Con mucho respeto le augiero que desactive la correcion automatica… pues ya van varios articulos que tiene palabras que parecen que las inserto el autocorrector
Un gran pensamiento para estos dias
Amén!