Mario E. Fumero
Efesios 4:26 «Airaos, pero no pequéis ; no se ponga el sol sobre vuestro enojo»
La ira, rabia , enojo o furia es una emoción natural de todos los seres humanos la cual se expresa a través del resentimiento o la irritabilidad, siendo subsecuente al enojo. El enojo es a su vez un malestar que según su gravedad puede desencadenar la ira, que en la mayoría de los caso produce palabras hirientes, violencia o acciones incoherentes.
Tanto la ira, como el enojo, no son pecados en sí, porque forman parte de nuestra naturaleza viciada por el pecado y la cual afecta nuestra vida emocional, porque muchas veces no hacemos lo que queremos (Romano 7:14-17), pero si no se controla, entonces tales actitudes engendra el pecado.
¿Qué nos enseña la Biblia al respecto? Que debemos aprender a controlar nuestro enojo para frenar la ira, y no desembocar en acciones contrarias a la Palabra de Dios, pues la ira nos lleva a ofender, herir, agredir o despreciar. Por naturaleza reaccionamos con enojo frente a muchas situaciones del diario vivir y a veces desencadenamos actitudes incorrectas, ya sea de agresión verbal o física, y es ahí cuando requerimos desarrollar el dominio propio (2 Timoteo 1:7), una cualidad que se aprende y desarrolla mediante la disciplina y el sometimiento al Señorío de Cristo.

