Mario E. Fumero
Mateo_5:13 «Vosotros sois la sal de la tierra: y si la sal se desvaneciere ¿con qué será salada? no vale más para nada, sino para ser echada fuera y hollada de los hombres»
No entendí el secreto de la sal en relación a nuestras vidas cristianas hasta que viví en las montañas de Copan (Honduras) y observé como hacía la gente para conservar la carne en donde no había ni luz eléctrica, ni refrigeradoras. Simplemente envolvían la carne en sal, y así la preservaban mucho tiempo, para que no se pudriera.
En la época bíblica la sal tenía un gran valor económico, principalmente para los pescadores, ya que podían preservar el pescado y la carne mediante el uso de la misma. Es por lo tanto, la sal, una gente que evita la corrupción, detiene la putrefacción y preserva ciertos alimentos, que tienden a descomponerse. El cristiano es, según las Palabras de Jesús, la sal de la tierra, siendo una agente que detiene la corrupción del sistema, la cual en términos teológicos significa «el pecado».
Nuestras vidas y nuestro testimonio en el mundo puede influenciar para evitar que este se descomponga, pero si no vivimos coherentemente con el ejemplo de Jesucristo, ¿para qué sirve la sal entonces? Simplemente será echada fuera, y hollada por los hombres, lo que da a entender que en vez de proclamar y exaltar a Jesucristo, nuestras visas causan escarnio y descrédito al evangelio. Si los cristianos fueran en realidad «cristianos», no habría tanta corrupción en nuestros medios, y la iglesia tendría el poder de evitar la decadencia social que actualmente vivimos en muchos lugares. Porque estamos llenos de iglesias, pero vacios de sal.

