Mario E. Fumero
Filipenses 1:14 «Y muchos de los hermanos en el Señor, tomando ánimo con mis prisiones, se atreven mucho más á hablar la palabra sin temor«.
Decir la verdad en un mundo forjado de mentira, sin duda trae consecuencias. Tristemente para poder sobrevivir en un mundo lleno de maldad, se necesita callar y disimular lo injusto o pecaminoso. A nadie le gusta escuchar la verdad, máxime cuando por medio de la mentira, pueden mantener una vida lujuriosa. Tristemente esto es lo que está pasando en muchas iglesias, nadie quiere oír hablar del pecado, del infierno, del juicio y del castigo divido, sino que buscan que le hablen de prosperidad, salud, poder y riqueza.
En la iglesia primitiva, los que denunciaron el pecado y proclamaron la verdad, fueron perseguidos, apedreados y martirizados, porque no tenían temor de proclamar «todo el consejo de Dios» (Hechos 20:27) a los que podían matar el cuerpo, pero no el alma (Mateo 10:28).
Callar o silenciar la verdad, es la alternativa para vivir en paz con la gente, aunque nos constituye enemigo de Dios, porque tristemente, en el mundo de hoy el silencio tiene un predio que se llama «prosperidad», y este es el mensaje que domina en el mundo moderno.


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