Mario E. Fumero
«Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil».
Mateo 26:40-41
En a Biblia hay varios casos de dormir cuando se debería velar o estar despierto. Cuando Jesús estaba en sus momentos más difíciles, en el huerto de Getsemaní, algunos de sus discípulos, ignorando la realidad del momento, estaban dormido, or lo que les exhorto a velar.
En una ocasión el apóstol Pablo predicó tan largo, que uno de los presente, sentado al bode de una ventana de un segundo piso, se cayó y se mato, se llamaba Eutico, entonces Pablo lo resucito, porque se sintió culpable de tan largo discurso, aunque también Eutico no estuvo presto a escuchar la Palabra (Hechos 20:9).
El dormir es símbolo de cansancio, indiferencia y descuido a la vida espiritual. Mientras dormimos, nos desconectamos de la realidad, y en la vida cristiana debemos tener presente que nuestra lucha no es con sangre y carne, sino contra potestades espirituales (Efesios 6:12) y por lo tanto, hay que estar alerta, velando en todo tiempo, porque vivimos tiempos peligrosos (2 Timoteo 3:1).
El dormir cuando hay riesgos es símbolo de indiferencia, y en momentos de crisis y peligros, nos puede causar grandes males. La Iglesia al no estar consciente de los tiempos peligrosos que vivimos, corre el riesgo de ser arrastrada por la apostasía y el pecado reinante para terminar al otro lado, o sea, en el mundo. Es por ello que el apóstol hace un llamado a los cristianos al decirnos «Despiértate, tú que duermes… y te alumbrara Jesucristo» (Efesios 5:14). Porque en los tiempos peligrosos que vivimos debemos «velar y orar» más que nunca (1 Pedro 4:7).

