Mario E. Fumero
1Corintio 4:15 «Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; que en Cristo Jesús yo os engendré por el evangelio».
El apóstol Pablo usa el término «engendré» en referencia al proceso de concebir una vida espiritualmente en Cristo Jesús. Es lógico que sin nacemos de nuevo, fue debido a que alguien nos dio el evangelio, y colocó el esperma de vida de la Palabra en el corazón del converso. El término engendrar encierra mucho más que simplemente evangelizar, según el sentido del texto. Este señala la responsabilidad que tenemos, cuando a través de la Palabra las personas se convierten, y nacen de nuevo, de formarlos y cuidarlos para que crezcan sanos, mediante la leche espiritual (Hebreos 5:13), que son los rudimentos de la fe (Hebreos 5:12).
La lógica biológica es sencilla, todo el que tiene vida, debe transmitir el vida. De manera que, el proceso del nuevo nacimiento se divide en tres etapas; niñez, madures y vejes. Como niños no discernimos las cosas espirituales (1 Corintio 13:11), pero al ser adulto o maduro, tenemos lo sentido ejercitados en el bien y el mal (Hebreos 5:14), y podemos expresar la vida de Cristo en la multiplicación. Todo cristiano, con vida espiritual, tiene que reproducir esa vida, o de lo contrario, padece de «esterilidad espiritual», lo cual es incompatible con el mandato de Cristo de «Id y haced discípulo entre las naciones» (Mateo 28:19).
Un ejemplo de lo que es una vida fructífera en todas las situaciones, la tenemos en el ejemplo de San Pablo, cuando estuvo preso, y dentro de sus presiones aprovecho el tiempo para evangelizar a Onésimo, afirmando en su escrito que lo engendró en sus prisiones (Filemon 1:10). Y yo te pregunto ¿eres espiritualmente fructífero o estéril para trasmitir la vida e Cristo?

