Mario E. Fumero
1 Timoteo_3:7 También conviene que tenga buen testimonio de los extraños, porque no caiga en afrenta y en lazo del diablo.
Uno de los elementos más importante para que la predicación del Evangelio sea efectiva y positiva radica en el testimonio de los que predicamos el Evangelio, ya que la gente no solo escucharan nuestro mensaje, sino que tomando el mismo como punto de partida, examinaran nuestras vidas.
Nuestra conducta, tanto privada como pública, tienen que ser coherentes con lo que enseñamos, de lo contrario, tendremos un doble discurso, y esto perjudicara el mensaje. ¿Y porqué perjudicara el mensaje? Porque nuestras vidas causaran tanto escándalo, que la gente no podrá escuchar y asimilar lo que decimos. Recordemos que una cosa es lo que decimos, y otra es lo que vivimos, por lo cual, es importante preocuparnos del testimonio que nosotros tengamos con los que nos rodean (Hebreos 12:1).
El aposto Pablo afirmó que somos «cartas escritas no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo» (2 Corintios 3:2) y que debemos cuidar no caer en descredito.
La credibilidad de la gente en el Evangelio depende mucho de nuestro ejemplo, y lo peor que nos puede ocurrir, como ministros y cristianos, es caer en descrédito, esto ocasiona tristemente el perder la credibilidad, causando escándalos, y ¡hay de aquel que cause escándalo! (Marcos 9:42).
La triste realidad del cristianismo moderno radica en la falta de credibilidad de muchos predicadores debido a sus malos ejemplow, ya que una cosa es lo que predicamos o enseñamos, y otra cosa es lo que vivimos y hacemos. Es por ello que muchos se burlan del evangelio, porque generalizan, y tristemente, nos metan a todos en el mismo costal.
El tesoro más grande que un hijo de Dios tiene, es un testimonio, cuando el mismo se deteriora, nuestro mensaje se vuelve contra nosotros mismos.

