Mario E. Fumero
Efesios_6:4 «Y vosotros, padres, no provoquéis á ira á vuestros hijos; sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor«.
Hemos comentado en un artículo anterior que la disciplina tiene varias formas de enfocarse, y a misma tiene que ver con el orden en que vivimos, y la forma en que nos corrigen.
Vamos hablar de la disciplina correctiva, ya que misma trata de encausar nuestras acciones dentro de ciertos valores definidos. Por ejemplo, en el ejército se somete al recluta a una fiera disciplina, para enseñarle dos cosas importantes en su sobrevivencia: El vivir en equipo, sujetándose a las órdenes para sobrevivir en los momentos difíciles, y el respeto a la autoridad de forma impositiva de acuerdo al régimen del ejercito. Cuando un recluta no sigue las normas establecidas, se le aplica un castigo. El castigo tiene como propósito moldear el carácter dentro de las pautas o normas establecidas.
En la formación de los hijos, tenemos que aplicar las enseñanza establecida en la Palabra, estableciendo los principios del gobierno familiar, y en caso de no obedecerlos, tenemos que aplicar el castigo, el cual puede ser físico o moral.
¿Que produce el castigo? El temor, al saber que toda acción contraria al orden establecido traerá consecuencias, entonces lo pensamos dos veces.
De manera que para poder formar el carácter, tenemos que ejercer disciplina, y para que la disciplina funcione, tenemos que establecer el castigos o el estímulos cuando las acciones sean negativas o positivas.
De esto nos habla plenamente el libro de Proverbios, cuando nos advierte el peligro cuando dejamos a los hijos sin disciplina, porque si fallamos en ello, estamos deformando su carácter para que tengan una vida frustrada. Bien dice Salomón en Proverbio 13:24 «El que detiene el castigo, á su hijo aborrece: mas el que lo ama, madruga á castigarlo«. No puede aprenderse a disciplinar, si no inducimos el temor mediante el castigo, pero de ello hablaremos en la próxima reflexión.

