Mario E. Fumero
Juan 1:33 “Y yo no le conocía; más el que me envió á bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien vieres descender el Espíritu, y que reposa sobre él, éste es el que bautiza con Espíritu Santo”.
Desde antes de convertirnos a Cristo, el Espíritu Santo comienza a trabajar en nosotros. Su primer trabajo es redargüirnos de pecado para producir en nosotros el nuevo nacimiento (Juan 14:26). Ésta es la primera dimensión de una vida en el Espíritu Santo. Él produce el nuevo nacimiento, e Intercede por nosotros delante del Padre por el sacrificio de que tu Cristo (Romano 8:27). Después, durante nuestra vida cristiana, nos ayuda en nuestras debilidades, interviniendo en los momentos difíciles, cuando clamamos al Señor (Romano 8:26).
Llega un momento en que la obra del espíritu pasa a una segunda dimensión, ya no se limita a estar sobre nosotros guiándonos, sino que ahora toma el control de nuestras vidas y nos bautiza con su poder (Hechos 1:8). Algunos le llaman a esta dimensión “la segunda obra de gracia” otros le llaman “el bautismo del espíritu Santo” (Mateo 3:11).
En esta dimensión recibimos dones que operan en nosotros, principalmente en situaciones específicas. San Pablo menciona 9 dones dados por el Espíritu Santo, y los podemos clasificar y 3 grupos:
- Dones para hablar; lengua, interpretación y profecía.
- Dones para obrar; milagros, sanidades y fe.
- Dones para saber; ciencia, sabiduría, discernimiento (1 Corintios 12:7-13).

