Mario E. Fumero
1 Pedro 5:2 “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, teniendo cuidado de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino de un ánimo pronto;”
Uno de los peores males que puede padecer un país, una iglesia o una familia, es el tener como autoridad a una persona que se impone por la fuerza, y despóticamente impone sus caprichos, rompiendo las normas lógicas, legales y bíblicas. Cuando esto ocurre, estamos viviendo dentro de un gobierno dictatorial.
Toda autoridad tiene que estar enmarcada en normas jurídicas, morales o espirituales y por lo tanto tiene límites. Ninguna autoridad puede ser arbitraria o contraria a los derechos individuales o colectivos de la gente. En las iglesias evangélicas algunos pastores anulan el sistema democrático e incluso, el episcopal, que se fundamenta en un consejo de ancianos, para actuar con poderes absolutos, y manipular, trasquilado a las ovejas con despotismo. Lo peor de ello es que las manipulan usando la Biblia, para imponen visiones propias que como dogmas de fe rompe la doctrina, y si alguien les reclama, o les pide cuenta, salen con el cuento de que son “los ungido de jehová” (Salmo 105:15) y no hay que tocarlos, porque en tal caso, son excomulgados, manipulando un texto bíblico para ejercer un autoritarismo despótico. A esto le llamó “la tiranía de los Santos”.
La Biblia nos autoriza a confrontar los errores, sean de quien sea (Filipenses 3:18), a resistir y rechazar lo que es incorrecto, y entender que nadie es infalible (2 Tesalonicenses 3:14). Tenemos derecho a defender todo aquello que no esté conforme a lo enseñado en las Sagradas Escrituras (Gálatas 1:8), y juzgar de acuerdo a los parámetros bíblicos establecidos (1 Corintio 6:3-4).

