Mario E. Fumero

Corintios 16:1-3 “Ahora bien, en cuanto a la ofrenda para los santos, hagan ustedes también como instruí a las iglesias de Galacia. Que el primer día de la semana, cada uno de ustedes aparte y guarde según haya prosperado, para que cuando yo vaya no se recojan entonces ofrendas. Cuando yo llegue, enviaré con cartas a quienes ustedes hayan designado (aprobado), para que lleven su contribución a Jerusalén.” 

La iglesia en Jerusalén confrontada una crisis, posiblemente de hambruna, y el apóstol Pablo le escribe a los hermanos de Corintios, igual que las iglesia de Galacia, para que recogieran donativos con el fin de enviarlos a los hermano necesitados la iglesia en Jerusalén. Ésta actitud le llamamos “solidaridad”.

¿Qué es solidaridad? Procede de la palabra solidario, que indica que me identifico con la necesidad de otro, y estoy dispuesto compartir lo que tengo con los más necesitados haciendo mía su necesidad o problema. San Pablo enseña que la abundancia de unos debe suplir la escasez de otros, para que haya igualdad en la comunidad (2 Corintios 8:14). Es imposible ser cristiano sin ser tener un espíritu solidario.

Solidaridad es identificarnos con las necesidades los demás, como lo relató Jesús en la parábola del buen samaritano (Lucas 10:27-37). Es estar dispuesto a ayudar al prójimo sacrificándome.

¿Quién es el prójimo? El próximo que esté cerca de ti, que aunque no lo conozcas, tenga una necesidad la cual tú puedas remediar.

La ayuda mutua, el compartir, el velar los unos por los otros, el hacer liviana la carga de mi hermano, el sufrir el dolor de otros, éll está dispuesto a desprenderme de mí mismo para ayudar a los demás, eso se llama SOLIDARIDAD.

Pero en un mundo lleno de injusticia, miseria y egoísmo ¿Será la iglesia cristiana solidaria con el dolor humano? ¿Sentiremos la carga del mundo que se pierde, y estaremos dispuestos al sacrificio, para traerlos a Cristo? ¿Evidenciamos con nuestros hechos un espíritu solidario, como el que prevaleció en las iglesias de Galacia?