Mario E. Fumero
Hechos 8:26-27 “Un ángel del Señor le dijo a Felipe: «Levántate y ve hacia el sur, al camino que desciende de Jerusalén a Gaza.» Este es un camino desierto. Él se levantó y fue. Y había un eunuco Etíope, alto oficial de Candace, reina de los Etíopes, el cual estaba encargado de todos sus tesoros, que había venido a Jerusalén para adorar”.
En el texto de hechos, el espíritu decide llevar a Felipe al desierto para que evangelizara a un eunuco, el cual leyendo las escrituras, no la entendía. ¿Y porque el Espíritu no llevó al eunuco a Felipe para ser evangelizado? Porque la evangelización consiste en que tenemos que ir a buscar al perdido, y no que el perdido nos busque a nosotros.
En el artículo anterior hablamos de la deshumanización de la iglesia. Hoy analizaremos la deshumanización del evangelismo. No podemos esperar que los pecadores vengan al culto, o a nosotros, para ser evangelizados, o confiar en que un tratado bíblico haga toda la obra y los guie a toda verdad y justicia. El evangelismo es una relación personal, donde por el oír viene la fe (Romano 10:17), y viendo nuestro modelo de conductas deberán ver el modelo de Cristo (1 Corintios 11:1). Tristemente la iglesia moderna ha creado un evangelismo masivo y deshumanizado, que ha generado una calidad de cristianos débiles y raquíticos.
Para evangelizar hay que hablar de la Palabra de Dios, esto es en sí el sentido de hacer discípulos (Romanos 10:14), un evangelismo sin relación personal no es evangelismo, porque es en el contacto personal en donde se fundamenta la conversión (Mateo 28:19-20). ¿Sí Dios nos envió a hacer discípulos, porque deshumanizar la evangelización en métodos masivos? En la cantidad, difícilmente puede existe calidad.

