Mario E. Fumero
Hechos 5:29 «Y respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es menester obedecer á Dios antes que á los hombres«.
Hablamos de la necesidad de sujetarnos a una autoridad, y señalamos que toda autoridad debe estar bajo una autoridad superior, y tener delimitado el ámbito dentro del cual ejercerá es autoridad. Sin embargo, ningún hermano o hermana debe de está sujeto a yugo de servidumbre (Gálatas 5:1), ni tampoco ninguna autoridad debe actuar abusivamente, rompiendo las reglas establecidas, y no importa qué tipo de autoridad sea, puede ser familiar, eclesial o social. Cuando una autoridad abusa del poder, y da órdenes contrarias a lo establecido, es un deber confrontarla, y con mansedumbre, rechazar la misma, enfrentándolo con su error (2 Timoteo 2:25).
Nuestra fidelidad y obediencia a una autoridad humana está regulada por normas lógicas y naturales. Es por ello que cierto filósofo llamado Erich Fromm, afirmó en un libro que no toda obediencia es virtud, y no toda desobediencia es pecado. ¿Cómo es esto posible? Sencillo, sí una autoridad te ordena algo contrario a lo que Dios ordeno, tienen todo el derecho de rechazar tal autoridad, y si le obedeces, estarías pecando. Eso fue lo que le ocurrió al apóstol Pedro, cuando por predicar a Cristo lo metieron preso, y le advirtieron que no lo siguiera haciendo, a lo él afirmó que hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.
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