José Daniel Espinosa Contreras
En nuestro tiempo, caracterizado este por su espíritu abierto y progresista, la etiqueta de «conservador» no goza de mucha simpatía en la sociedad, ni tampoco en ciertos círculos protestantes y católicos. No obstante, con mucho gusto acepto esta etiqueta en relación a mi fe cristiana. Y no es que me gusten las etiquetas, pero dadas las importantes diferencias existentes en el protestantismo actual, es menester usar nombres y calificativos que identifiquen las distintas formas de expresar la fe cristiana.
Conservador, mas no fundamentalista, pues no me considero anti-intelecual ni oscurantista. Conservador, porque no rehúyo el estudio serio ni cierro mis ojos a los avances de la investigación científica, pero también porque soy crítico con los críticos y procuro no caer en el esnobismo teológico. Conservador, porque frente a las novedades teológicas, procuro apegarme a las grandes verdades bíblicas proclamadas y defendidas por el consenso histórico y general de la iglesia. Conservador, porque estoy abierto al diálogo multidisciplinar, pero mantengo siempre intacta mi confianza en la plena inspiración y autoridad de las Sagradas Escrituras, en asuntos de fe y conducta. Conservador, porque mi vida se mueve no según los principios de una ética de situación, sino de acuerdo a las normas divinas contenidas en la Palabra de Dios. Conservador, porque tengo fuertes convicciones de fe, inamovibles, pero siempre estaré abierto al diálogo constructivo y respetuoso con aquellos que piensan diferente, sean incrédulos o creyentes fundamentalistas o modernistas.
Me considero un cristiano conservador, demasiado «liberal» para algunos, demasiado fundamentalista para otros. A decir verdad, no me preocupa mucho esto, siempre y cuando se reconozca en mi vida la realidad que conlleva la etiqueta más importante de todas en relación a mi fe. Sí, porque ante todo, SOY CRISTIANO, discípulo y seguidor de la persona y enseñanzas de Jesucristo.


