LOS CUATRO PRINCIPIOS DE LA MAYORDOMIA

Mario E. Fumero

            Hay cuatro conceptos básicos en los cuales se fundamentan las enseñanzas de Jesús en los evangelios y son las pautas para el discipulado en su iglesia. Estos principios son:

1) Señorío  

2) Su reino

3) Sus siervos  

4) Mayordomos

            Analicemos estos cuatros términos en relación a la mayordomía dentro del Reino.

            Si vivimos en un reino, todos somos siervos del Señor del Reino. Este soberano puede escoger entre algunos de sus siervos, a personas especiales para que ejecuten ciertos trabajos especiales, o sea, que le administre algún bien del reino. En términos modernos, podemos decir que el dueño de una empresa nombra gerentes y administradores para que supervisen a los empleados en las diferentes áreas en donde se ejecutan el trabajo. Así que un mayordomo es un siervo que cuenta con cierta responsabilidad específica que le es dada por un superior, depositando en Él la confianza y responsabilidad para ejecutar una misión definida, sin embargo, este mayordomo tiene que estar dispuesto a rendirle cuentas a su Señor, no solo de su trabajo, sino de todo lo que posea de forma íntegra y honesta.

            En cierto sentido, todos somos mayordomos de lo que tenemos, porque debemos velar por los bienes que Dios nos ha dado, tanto a nivel personal, social o espiritual. Todas las cosas de la tierra le pertenecen al Señor (Salmo 24:1[1]), y aun nosotros somos mismos somos propiedad suya en menor o mayor grado.

            Cuando tenemos una familia, un trabajo, o una empresa, somos mayordomos de esos bienes que, por lógica, si somos siervos de Jesús, le tendremos que dar cuenta a él, porque somos hijos suyos y responsables de todo lo que tenemos, adquirimos o poseemos, y aun nosotros mismo le pertenecemos (Romanos 14:8[2]). Pero además de esa mayordomía natural, Dios escoge entre sus siervos a ciertas personas para que ministren la Palabra, y dirijan la iglesia, convirtiéndolos en «ministerios» (1 Corintios 12.5[3]).

            La palabra ministerio viene del latín «minister o ministerĭum» que significa «sirviente» y de la cual se derivada una acción de administrar los dones y la gracia del Señor. Sin embargo, como el Nuevo Testamento fue escrito en griego, las dos palabras básicas que se usan para “mayordomo” son «epitropos«, que aparece tres veces, y «oikonomos», que se presenta diez veces. Ambas describen la incorporación de responsabilidades administrativas en la cual el propietario le confía a un mayordomo el cuidado de sus bienes.  Esto ocurre cuando recibimos del Señor, o por medio de la asamblea de los santos[4], un llamado para ejercer ciertas funciones dentro de la iglesia, y servir tanto en asuntos espirituales, como temporales o seculares.

            El término «mayordomo» aparece seis veces en los evangelios, y mayordomía[5] tres veces. Es ahí cuando se establece los principios de una mayordomía. Lo primero es que Dios nos va dando con medida, y dependiendo en la manera que somos fieles en lo poco, el Señor nos pone en lo muchos, (Mateo 25:14–23) y cuando nos da mucho, nos va a demandar el rendir cuenta de cómo usamos lo que Él nos dio (Lucas 12:48). ¿Y qué ocurre cuando somos fieles? La Biblia enseña que somos hallados bienaventurados y entramos al gozo del Señor (Mateo 25:21). ¿Pero si somos infieles? pues dice la Palabra que nos castigará y nos pondrá con los infieles (Lucas 12:46[6]) y nos quitará lo que nos dio.

Recordemos que todo lo hagamos, tengamos o sirvamos, de ello tendremos que dar cuenta a Dios, y compareceremos ante el tribunal de Cristo (Romanos 14:10[7]) para recompensa, y si nos perdemos como infieles, seremos juzgado delante del trono blanco, cuando los libros de las obras sean abiertos (Apocalipsis 20:11-15) y no se nos encuentre escrito en el libro de la vida.

            Usamos mucho el término mayordomía cristiana para referirnos a la acción de dar diezmos y ofrendas, pero cuando hablamos de la mayordomía en la vida cristiana, debemos ir más allá de la acción de darle a Dios lo que le corresponde, porque, al fin y al cabo, debemos de administrar nuestras vidas en todos los aspectos, comenzando con nuestra familia y nuestros recursos personales, porque esto forman parte del concepto de mayordomía cristiana.

San Pablo nos enseña que, para poder ser verdaderamente cristianos, y espirituales, tenemos que aprender primero a ser fieles en las cosas naturales (1 Corintios 15:46[8]), en el diario vivir, en la vida práctica, porque el que no pueda tener en orden su casa, sus finanzas y su vida ¿cómo podrá ser espiritual? (1 Timoteo 3;5). La espiritualidad no es una forma sólo de orar, o diezmar, o de asistir al culto.  Es un todo, envuelve tu testimonio, tu forma de gobernar el hogar, la integridad, el saber administrar tus recursos materiales, el cuidar tu entorno, el tener orden, y no deberle a nadie nada (Romanos 13:8), cumpliendo con todos los deberes humanos, como base para tener un buen testimonio.



[1] – “De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en él habitan”. 

[2] – “Que si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que, o que vivamos, o que muramos, del Señor somos”. 

[3] -“Y hay repartimiento de ministerios; más el mismo Señor es”

[4] – Vemos como Dios llamó a Bernabé y a Pablo con el visto bueno de la Iglesia en Antioquia, Hechos 13:1-3.

[5] – “Mayordomía” como palabra en castellano: nos viene del latín: «Maior y Domus«. Maior viene al castellano como “mayor” y se refiere a una persona encargada concierta responsabilidad y autoridad (ejemplo: el mayor de la milicia), mientras que Domus en

semejante forma nos viene con la idea de “domicilio” o casa. De tal manera, el mayordomo es una persona a quién se le ha confiado la autoridad sobre asuntos económicos de una casa o semejante responsabilidad.

[6] -“Vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera, y a la hora que no sabe, y le apartará, y pondrá su parte con los infieles”.

[7] -“Mas tú ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos hemos de estar ante el tribunal de Cristo”. 

[8] El texto dice: «Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual«, y cuando usa el término animal, está hablando  del hombre natural, terrenal, practico, que no actúa con la mente de Dios, sino con la mente de la naturaleza animal. 

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