¡¡LECCIONES DEL DOLOR!! (2)

Héctor Hernán Castro

Hay un anuncio distorsionado que resuena con mucha fuerza en el ambiente religioso postmoderno.

Ese anuncio dice: «Si Dios te ama y tú lo amas a Él, entonces tienes la plena felicidad terrenal garantizada. No sufrirás ningún dolor, lo que sí tendrás en abundancia es mucha felicidad y prosperidad». Sin duda, tal anuncio es muy atractivo, muy popular y muy agradable al oído, pero tiene un gran problema: ¡No es bíblico y si no es bíblico no es auténtico! En consecuencia, hay demasiada gente literalmente desilusionada o decepcionada de Dios porque se le ofreció y creyó un mensaje distorsionado que nada tiene que ver con la realidad diaria.

¿Les mintió o falló Dios? No, les mienten aquellos que en nombre de Dios pregonan un mensaje popular y antibíblico motivados por ambiciones personales. Sí, quienes sí viven en opulencia y gran prosperidad son los promotores de ese mensaje que, a costillas de la ingenuidad de la gente viven vidas ostentosas.

Tristemente, ese ambiente religioso se asemeja mucho a nuestro ambiente político, del que el extinto escritor uruguayo Eduardo Galeano dijo: «Cuando el político habla de reducir la pobreza, está hablando de vencer su propia pobreza, no la del pueblo.»

¡Exactamente lo mismo pasa en lo religioso! «Cuando el carismático líder religioso habla de alcanzar la prosperidad, está hablando de su propia comodidad y prosperidad.»

La realidad bíblica es muy diferente. Cierto es que Dios honra a los que le honran y promete bendecir a los que le obedecen, pero bendición divina no significa necesariamente ausencia de sufrimiento y abundancia material. En Juan 11 nos relata la enfermedad, muerte y resurrección de Lázaro. La historia comienza así: «Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana. Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí EL QUE AMAS está enfermo.» (Juan 11:1,3).

El relato agrega: «Y AMABA JESÚS a Marta, a su hermana y a Lázaro.» (Juan 11:5).

De forma evidente, estos textos iniciales nos ofrecen una primera gran lección del dolor:

1) El hecho de que Dios nos ame y que nosotros le amemos a Él no nos exime del dolor o sufrimiento. Los hijos de Dios no somos inmunes al dolor en un mundo que sufre. Sin duda alguna, Jesús amaba entrañablemente a esta familia y ellos le amaban a Él, pero el amor divino no evita el dolor humano. Si Jesús les amaba tanto, ¿Por qué no les evitó este trago tan amargo? Dios es amor, esto es indiscutiblemente cierto, pero también es cierto que ese mismo Dios es Autoridad, Sabiduría, Soberanía, Poder, etc.

Dios está en el gran proyecto de transformarnos a la imagen de Su Hijo (Romanos 8:29) y para lograrlo usa métodos infalibles que incluyen amor, pero también dolor.

Job dijo: «Mas Él conoce mi camino, me probará, y saldré como oro.» (Job 23:10.)

Para trabajar el oro no se le acaricia, ni se le echa miel o refrescante hielo,  es el fuego el que lo prepara para ser transformado y convertido en maravillosas joyas.

El amor de Dios no nos libra del sufrimiento, pero si nos acompaña en el proceso y lo usa para Su gloria y para nuestra transformación.

¿Usted o alguien a quien que conoce y ama atraviesa actualmente por algún agudo dolor? Es que Dios, el experto joyero por excelencia lo tiene en su fragua para sacar lo mejor de Usted. ¿Cómo está respondiendo Usted? ¿Está siendo dócil y sensible?

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