Héctor Hernán Castro
¿Por qué Dios no siempre corre a auxiliarnos? Cuando servíamos al Señor en Samaria, en el sur de Honduras, nuestro hijo Daniel estaba pequeño y sufrió de un fuerte cólico o dolor abdominal. Oré con él, colocando mis manos en su estómago y luego salí de su cuarto. Al ratito regresé con él y le pregunté si ya había cesado el dolor. Con la inocencia y sinceridad de un niño me contestó: «Todavía me duele… es que Jesús parece tortuga, no se apura a quitarme este dolor.» Me causó gracia su respuesta. Nuestro hijo estaba demasiado impaciente y catalogaba a Jesús de ser todo lo contrario, demasiado paciente para auxiliarlo. (Finalmente su dolor cesó, no con la rapidez que él quería, pero el Señor lo sanó.)
Me pregunto: ¿Cuántos adultos no pensamos lo mismo a veces? De forma directa o indirecta manifestamos nuestra frustración porque el Señor tarda en respondernos. Deseamos y esperamos una acción inmediata del Señor, pero Él parece no tener mucha prisa. Algo así ocurrió en Juan 11, el relato bíblico que nos ocupa: «Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba.» (Juan 11:6.)
¡Vaya! Jesús amaba a Marta, María y Lázaro, sabía que su amigo estaba sufriendo, pero cuando recibió su llamado de auxilio no respondió o accionó con la inmediatez que se esperaba… ¡se quedó allí dos días más! Esto nos deja otra importante lección del dolor:
3) La agenda de Dios no se somete ni se adapta a la nuestra.
Él tiene su propio ritmo, su propio método que se adapta perfectamente a Su gran propósito. Su reloj y calendario divino no están sujetos al tiempo o exigencia humana, ¡Él es Dios!
¿Hay alguna situación en su vida en la que Usted considera que el Señor no actúa con la celeridad que debiera? ¿Por qué Él va a paso lento cuando debería correr?
¡¡Él tiene Su propia agenda y Su propio plan, no lo olvidemos!! Su aparente demora no es sinónimo de desinterés o falta de amor por nosotros; sólo es indicativo de que Él es el Rey y Señor soberano y hará exactamente cómo Él quiere, cuándo, dónde y con quién quiere, como lo expresa el salmista: «Nuestro Dios está en los cielos; todo lo que quiso ha hecho.» (Salmo 115:3.)
Debemos aceptar y respetar Su voluntad. Adorémosle y descansemos en Su amor, sabiduría y perfecto control de todas las circunstancias. ¿Por qué Él no acudió a nuestro llamado cuando en oración le pedimos algo puntual? ¿Por qué no obligó, animó o iluminó al doctor para que fuese más rápido y acertado? ¿Por qué no sanó o protegió a nuestro ser querido? ¿Realmente le importamos? ¿De verdad Él quiere involucrarse en nuestras luchas existenciales?
Aprendemos que Su agenda es sabia y perfecta. Dios no es un gran mago cósmico que existe para satisfacer nuestros deseos, Él es el Dios soberano, sabio, bueno y perfecto. A veces debemos limitarnos a recibir como respuesta lo que el Señor le dijo a Pablo: «Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad…» (2 Corintios 12:7-10). Más allá de su aparente demora o inactividad hay un propósito amoroso. Aunque en algún momento y circunstancias parezca que las cosas no tienen sentido, en las manos Dios sí tiene sentido y propósito. Confiemos, el tiempo y plan de Dios son perfectos, Él no se equivoca, descansemos en Él.
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