Tomado de AD Alerta Digital
Millones de norteamericanos cristianos se niegan a ser absorbidos por el totalitarismo ideológico de la izquierda y por la mundialización que propugna el depravado Biden. Millones de estadounidenses quieren vivir conforme a reglas, principios y una identidad étnica común. El procesamiento de Trump ha sido la constatación definitiva de que no hay salida dentro del poder global que la casi generalidad de los dirigentes occidentales defienden.
La cacería judicial contra Trump muestra la podredumbre del sistema estadounidense, que no puede pretender enseñar a otros sobre la democracia.
Lo único que está pasando con Trump es la persecución de un rival político por motivos políticos. Y esto se hace frente al público de Estados Unidos y del mundo entero. La impunidad con la que actúan los sicarios de la mafia globalista es sencillamente escalofriante.
Es por ello que ante una victoria fraudulenta de Biden en las elecciones presidenciales del próximo año, muchos estadounidenses eurodescendientes tengan que blindarse contra la “diversidad” en cualquiera de sus formas y deban organizarse en comunidades aisladas para liberarse de la presión política y social que exprimirá sin piedad a todos los ciudadanos en beneficio de unos pocos, la élite dirigente. Existen esperanzadores ejemplos de éxito organizativo. El de Orania, una pequeña comunidad sudafricana que preserva la cultura y la lengua de los antiguos colonizadores europeos, es uno de los más notables.
La comunidad de Orania ha logrado preservar su cultura, lengua y religión al margen de la nación arco iris de Mandela. A través de una compañía creada para la ocasión, un grupo de afrikáners compró al gobierno sudafricano un terreno a orillas del río Orange. Allí, en una de las zonas más despobladas del país, los afrikáners, que representan el 5% de la población, podían ser mayoría en la región. Los compradores privatizaron y poblaron una zona árida, y hoy deciden quién puede vivir en Orania y quién no. Orania se ha convertido en un ejemplo de organización y prosperidad, un pequeño paraíso terrenal en contraste con el resto del país.
Si las corrompidas élites globalistas logran derrotar a Trump, provocarán un fenómeno nunca antes vivido en Occidente de forma masiva: que millones de ciudadanos quieran agruparse y vivir según su cultura y desarrollarse espiritualmente conforme a sus propios valores, sin que el sistema deba decirles lo que deben hacer, lo que deben sentir, lo que deben pensar y con quiénes deben convivir. Si millones de americanos quieren vivir de acuerdo a sus propias pautas culturales, identitarias y morales, jamás lo conseguirán con un presidente como Biden, títere de los poderes satánicos en la sombra.
Para la preservación de nuestra identidad y de nuestra civilización, es imperio alejarse de cualquier forma de contacto con cualquiera de las fórmulas ideologicas que constituyen la esencia de los estados democráticos liberales. Para la preservación social del orden natural, base de nuestra civilización, es necesario que millones de jóvenes puedan tener acceso a una instrucción sana y provechosa, sin injerencias del globalismo, en el contexto de una sociedad fortalecida y vertebrada en torno a ideales trascendentes. También que puedan formar matrimonios con hijos conforme a la misma etnia y los mismos valores. Eso requiere trabajo, organización, concienciación e implicación diaria. Los norteamericanos que convirtieron a ese país en la primera potencia mundial durante décadas, deben operar un sistema de creencias que les permita


