La Iglesia de Cristo no cierra sus puertas a:
– Homosexuales abiertos
– Mujeres que abortan
– Hombres adictos a la pornografía
– Borrachos y golpeadores de esposas
– Divorciados o en relaciones ilícitas
– Blasfemos e incrédulos
La Iglesia precisamente llama a estas personas a unirse al redil. Pero, para ser parte del reino de DIOS, están llamados a entrar por la puerta: ¿cuál es esa? Arrepentimiento y fe en Jesús el Cristo.
No hay práctica discriminatoria aquí en el Reino, no hay un «trato preferencial» para una clase particular de pecadores. Todos los hombres estamos llamados a pasar por esa misma puerta: todos estamos llamados al arrepentimiento de nuestros pecados y a poner nuestra confianza en la obra expiatoria del Cristo en la cruz del calvario. Todos somos salvos por la misma misericordia divina, no unos «más dignos» que otros, sino todos nosotros, incompetentes, incapacitados, inmerecedores, totalmente indignos de la gracia divina.
Pero esta es precisamente la «buena noticia» del Evangelio del Cristo resucitado: que en Él somos llamados a ser partícipes de las promesas divinas, miembros de pleno derecho de Su pueblo elegido, y ahora en el redil, participantes de Su Espíritu, por quien somos santificados. «No por obras nuestras, sino por Su gracia que nos llama y santifica» (véase Efesios 2).
Así que, si encajas en uno de esos grupos indignos que mencioné al inicio (u otro semejante), ¡Ven y entra por la puerta! Ven y sé mi hermano y mi hermana en la fe, y juntos, fielmente, descansando en el poder de DIOS en nosotros y a través de nosotros, sigamos construyendo el Reino de los Cielos aquí en la Tierra, hasta que «Cristo reine sobre todos» (Salmos 110:1).


