DEFINIENDO EL CONCEPTO DE LA MAYORDOMÍA CRISTIANA

Mario E. Fumero

       Uno de los problemas más grandes que tenemos en la iglesia del Señor en nuestros tiempos es la tendencia a creernos que somos dueños del reino, y abusar de aquellos recursos que están bajo nuestra responsabilidad. Debido a ello debilitamos, abusamos o descuidamos aquello que el Señor nos ha encomendado.

       Es posible que la causa de este fenómeno se deba a la falta de un discernimiento claro y profundo del concepto bíblico que tiene el término “mayordomo o mayordomía”, con el cual definimos nuestras funciones dentro del quehacer del reino. Es por ello que queremos hacer un análisis exhaustivo de este término, así como sus implicaciones en el quehacer dentro del reino de Dios.

            En este estudio analizaremos la mayordomía cristiana desde una respectiva lingüística para compenetrarnos en su significado desde el punto de vista de su etimología. El término “mayordomo” es un sustantivo masculino y femenino, que hace referencia a “una persona que desempeña una asistencia, o es un sirviente, criado o auxiliar de un amo o superior y el cual tiene bajo su mando el atender o cuidar una casa, finca o hacienda”, y su función principal es administrar el presupuesto, los gastos y los bienes de aquel que le encargó esa misión.

            Siempre que se nombra un mayordomo, él que le da la encomienda, que sería su amo o superior, le define sus funciones y responsabilidades, y al cual tendrá que dar cuenta. Su definición etimológica procede del vocablo latín [maior] qué significa mayor y el término [domus] qué significa casa. En su versión griega se usa el término “epí­tropos, que indica el hecho de que una persona tiene autoridad, un guardián de algo que tiene a su cargo mientras que “oikonómos” un mayordomo, gerente o superintendente (ya sea nacido libre, liberto o esclavo) al cuál el jefe de la casa o propietario le ha confiado la administración de sus asuntos, el cuidado de sus ingresos y gastos, y el deber de repartir la parte que le corresponde a cada siervo. En el concepto moderno, esta palabra se le aplica a una persona que realiza una determinada labor de tipo administrativa, que también se le puede llamar empleado, sirviente o servidor.

            Las referencias bíblicas más antiguas al término “mayordomo” aparece en el caso de José, hijo menor de Jacob, el cual fue abandonado por sus hermanos y llevado a Egipto, en donde por medio de la interpretación de un sueño, se convirtió en el mayordomo del Faraón Potifar (Gen 43:19; 44:4). Más después, vemos cómo aparece Sebna, un siervo que fue mayordomo durante el reinado de Ezequí­as (Isaías 22:15; cf 2 Reyes 18:37; 19:2). El termino mayordomo o mayordomía aparece más de 26 veces en el Nuevo y Antiguo Testamento.

            Hoy en las enseñanzas de Jesús se establece la mayordomía como un principio de responsabilidad administrativa de aquel al cual se le encomienda algo que debe cuidar y está obligado a darle cuenta a su señor. Sea en cualquier tiempo o época, todo mayordomo tiene que cuidar y dar cuenta de lo que se le encomendó, y tarde o temprano será llamado por su amo para rendir cuenta de cómo usó los recursos que se le habían entregado, como se enseña en Lucas 16:1:

“Dijo también a sus discípulos: Había un hombre rico, el cual tenía un mayordomo, y éste fue acusado delante de él como disipador de sus bienes”.

            Si el mayordomo usa indebidamente aquello que se le encomendó, se convertía en un disipador[1], y sufrirá las consecuencias de su desagravio, por lo que perderá su derecho para seguir administrando los bienes de su amo, (Lucas 16:2).

            Todos los que somos llamados al ministerio nos convertimos en los mayordomos de aquel que es dueño del reino, el Señor Jesús. Hoy, como es lógico, dentro de la mayordomía, existen diferentes dimensiones de servicio o responsabilidades.

Los pastores o ancianos son responsables del rebaño que Dios les ha dado, de los cuales tendrán que dar cuenta (Hebreos 13:17[2]) debiendo cuidar el rebaño encomendado con ánimo presto, no actuando con señorío, ni por ganancias deshonestas (1 Pedro 5:2[3]), sino consciente qué tan solo tienen el deber de cuidar algo que no les pertenece, porque fueron comprados (1 Cor 6:20[4]) por medio de la sangre de Jesucristo (1 Pd 1:18-19).

            Después tenemos a aquellos que atienden las necesidades materiales de la iglesia, a los cuales se le llama diáconos. La palabra diacono procede del griego [Diakonia, diakonia] y es equivalente a servidor, apoyo o alivio, siendo un sustantivo que se usa 32 veces en el Nuevo Testamento. Este tipo de mayordomía tiene a su cargo la responsabilidad de apoyar a los ancianos en la asistencia y solución a los problemas materiales, administrativo y del diario quehacer dentro de quehacer de la iglesia. El diaconado surge como una necesidad que ayudaría a los ancianos o apóstoles a poder dedicarse más a la enseñanza de la Palabra, liberándolo de la atención a las diversas necesidades materiales dentro de la comunidad (Hechos 6:3[5]).

Desde el punto de vista del “concepto del reino”, y reconociendo a Jesucristo como el Señor Soberano (KIRIOS), todos los que formamos el servicio al Señor, tanto los pastores, como los diáconos y discipuladores, somos “siervos” o mayordomos en aquellas áreas en donde el Señor nos haya puesto. Partiendo de este principio, cada cual tiene una responsabilidad definida, ya sea material o espiritual, y es imprescindible entender esa responsabilidad para lo cual debemos establecer ciertas normativas sobre la función de cada cual, sabiendo que de la misma tendremos que dar cuenta a aquel que directa o indirectamente está sobre nosotros. Nada de lo que hacemos o tenemos es nuestro, por lo que el Señor demanda que tengamos celo de todo aquello que esté bajo nuestra cobertura.

            Es un error aplicar el concepto moderno de mayordomo, el cual establece el criterio de “empleo o función determinada mediante la cual adquirimos ciertos derechos”, porque si aplicamos el principio de siervo del Nuevo Testamento, se rompe este criterio moderno de derechos, para llevarnos a una entrega mucho mayor (Juan 15:13[6]), en donde se nos impone darlo todo, sin esperar nada a cambio, entendiendo que nuestra labor de mayordomo excede el concepto de empleado, llevándonos a una posición en donde el servicio al Señor sobrepasa los límites de toda lógica, que envuelva posesión o derecho, pues aunque lo tenga todo, en realidad no poseo nada, pues como dice la Palabra:

“Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos,  o que  muramos, del Señor somos” (Romanos 14:8)


REFERENCIA————-

[1] -adj.- Que destruye o malgasta el caudal (hacienda).

[2] – “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como aquellos que han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no gimiendo; porque esto no os es útil”. 

[3] – “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, teniendo cuidado de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino de un ánimo pronto”; 

[4] -“ Porque comprados sois por precio: glorificad pues á Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”. 

[5] “Buscad pues, hermanos, siete varones de vosotros de buen testimonio, llenos de Espíritu Santo y de sabiduría, los cuales pongamos en esta obra”. 

[6]– “Nadie tiene mayor amor que este, que ponga alguno su vida por sus amigos”. 

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