Mario E. Fumero

          Corría el año 2003, cuando junto a la Primera Dama de Honduras, que en aquel entonces era doña Aguas Ocaña de Maduro, elaboramos un proyecto para sacar de las calles a los niños que vivían oliendo pegamento en ciertos puntos de la ciudad capital de Tegucigalpa.

          El plan diseñado consistía en recogerlos de las calles y establecer un hogar donde por medios impositivos los desintoxicáramos, para evitar los daños que dichas sustancias producen en el cerebro. En mi trabajo de rehabilitación, en el Proyecto Victoria, los casos más agudos siempre eran aquellos que dependían de oler sustancias volátiles, tales como los pegamentos, el thinner, la gasolina, etcétera, los cuales causaban grave deterioro mental y cardiovascular, por lo que no duraban mucho en el programa. Pensábamos que al recogerlos de las calles y llevarlos a un programa especial, tendríamos la solución a ese problema, sin embargo, este proyecto dio al traste, gracias a la intervención de los organismos de derechos humanos, que nos advirtieron que nos podían acusar de secuestro, y tristemente desistimos de ejecutar el mismo.

          Es parecido al caso de un agente de policía quién al encontrar a un niño oliendo pegamento debajo del congreso de la nación, decidió quitarle el pegamento, y llevarlo a la posta policial, para que sus padres lo recogieran y lo protegieran. Pero ¿Saben lo que le ocurrió a este agente? Fue acusado de abuso de autoridad, por quitarle el pomo del pegamento al niño y llevarlo a la posta, siendo reprendido fuertemente por las autoridades. Así que, debían dejar que el niño oliera inhalantes hasta destruyera su cerebro o producirle la muerte[1], algo equivalente a un lento suicidio frente al cual, y debido a los derechos humanos, no podemos hacer nada. Sin embargo, si en vez de estar oliendo inhalantes, que le mina el cerebro, se tratara de tirar de un puente hacia el río, allí llegarían los bomberos, la cruz roja, los periodistas y las patrullas, para llevárselo inmediatamente a un hospital, por considerar que tiene un trastorno mental que lo induce al suicidio, pero en este caso, los derechos humanos no reclaman nada, porque según ellos se hizo lo correcto.

          Otro caso que nos ha ocurrido es cuando atendemos a madres solteras, que están desesperadas, nos pide ayuda para sacar a su hijo de 13 años de las malas compañías en las calles. No le podemos aconsejar que lo lleve a la casa de una oreja, y que lo encierra en su casa, porque el hijo la puede acusar de maltrato y secuestro. Solo le podemos aconsejar que vaya a la policía para ver en qué forma le pueden ayudar. Cuando ésta va a la policía, ellos le dicen que mientras su hijo no cometa un delito, ellos no pueden proceder, y que puede ir a hablar con las autoridades de la fiscalía del menor. Al llegar a la fiscalía del menor, esto le dicen que no puede proceder a menos que sea enviado por la policía, o haya una orden judicial de un juez de menor. La madre busca hablar con un juez de la niñez, pero este le dice que no puede proceder hasta que sea remitido por la fiscalía, y que, por lo tanto, su única opción es ir a la institución que maneja la problemática de la niñez.

          La madre desesperada va al DINAF, organismo que maneja la atención a los menores en Honduras, y allí le dicen que no tienen espacio para este tipo de casos, porque solo manejan a niños abandonados. En conclusión: El Niño está tan bien protegido por los derechos humanos, que nadie puede hacer nada hasta que ingrese a una pandilla y se convierta en un delincuente.

          ¿Qué le puede ocurrir a un padre cuando no deja salir a su hijo, menor de edad, y éste le reclama sus derechos, diciendo que los mismos le conceden la facultad de la libre circulación y la libre asociación? ¿Y qué le puede ocurrir a un padre que a un niño rebelde le da una nalgada por el trasero, y lo castiga sin dejarlo salir?, El niño puede ir a denunciarlo, alegando que le violó sus derechos humanos de libre circulación y libre asociación^[2].

          Hay que saber diferenciar entre lo que es un maltrato físico a una corrección física moderada y con dominio propio[3]. La Biblia habla de la vara, no como una herramienta de tortura, ni maltrato, sino como una forma de corrección y disciplina, siempre y cuando se aplique con sabiduría y moderación[4]. Sólo existen dos formas de disciplina que se debe aplicará según las circunstancias; una es el castigo físico moderado, que se aplica antes de la pubertad, y la otra forma es el castigo moral, que consiste en la prohibición de quitándole aquello que le gusta hasta que modifique su conducta. También existe el método de modificación de conducta[5] con estímulos.

[1]-Los abusadores de inhalantes corren el riesgo de sufrir una serie de consecuencias médicas devastadoras. La alta concentración de las sustancias químicas que se encuentran en los disolventes o aerosoles puede provocar ritmos cardiacos rápidos e irregulares que pueden ocasionar insuficiencia cardiaca mortal pocos minutos después de una sesión de inhalación prolongada. Este síndrome, conocido como «muerte súbita por inhalación», puede resultar de una sola sesión de uso de inhalantes por parte de un joven en condiciones saludables. Tomado de: National Institute on Drug Abuse

[2]– Según los derechos del niño se establece el derecho de asociación y reunión y el Derecho a la seguridad jurídica y al debido proceso. https://www.cndh.org.mx/derechos-humanos/derechos-de-las-ninas-ninos-y-adolescentes.

[3]– Proverbio 23:13 “No rehúses la corrección del muchacho: porque si lo hirieres con vara, no morirá”. 

[4] Proverbios 22:15 “La necedad está ligada en el corazón del muchacho; mas la vara de la corrección la hará alejar de él”.

[5]– Las técnicas de modificación de conducta son esas estrategias que se diseñan y establecen con el objetivo de cambiar la forma de actuar o responder de una persona. Es decir, se basan en la aplicación de principios de aprendizaje y psicología que sirven para reducir, cambiar o eliminar conductas que no son correctas. https://formainfancia.com/tecnicas-modificacion-conducta/