Muchas obras comenzaron con una visión sana y correcta, pero lentamente, en el cursar de los tiempos, vinieron otras generaciones que lentamente desvirtuaron el quehacer inicial, y se fue perdiendo la visión y el compromiso hasta convertirse en todo lo contrario de lo que originalmente era.

En la historia podemos encontrar muchos ejemplos de ellos, quizás uno de los hechos más singulares dentro de la Iglesia Católica Apostólica y Romana sea el relato la de un sacerdote llamado Juan Bosco, que nació en Italia en el año 1815, y el cual inició un movimiento para dar educación a los niños más pobres en aquellos barrios marginados, fundando ciento de escuelas, y creando un movimiento educativo qué impactaría a miles y miles de vida. Así nacieron los movimientos denominados los Salesianos, que en su origen era para ayudar a los pobres, pero en la actualidad estos centros educativos solos son accesibles para la clase media y alta, convirtiéndose en uno de los colegios de élite en la mayoría de los países del mundo.

Al hacer una reflexión de la visión original que dio origen a las Brigadas de Amor Cristiano a lo largo de los 50 años (1973) de mi ministerio en Honduras, y preguntarme ¿porque hemos cambiado tanto?, descubro que una de las causas de que la visión se haya perdido radica en la evolución sufrida de generación en generación, debido a que no hemos encontrado a personas idóneas que trasmitieran a los hijos de sus hijos las experiencias y vivencias primera.

¿Cuántas generaciones han pasado en 50 años? Veamos, la primera generación tuvo la experiencia y la visión que dio origen a lo que sería la piedra angular del quehacer, en donde la gran mayoría eran pobres, algunos adictos a drogas, y con una experiencia genuina con el Espíritu Santo, pero estos se casaron y tuvieron hijos que nacieron dentro de la iglesia y de la visión de sus padres, sin haber vivido la experiencia ellos, los cuales levemente la compartieron con sus hijos. Es ahí cuando aparece la segunda generación, la cual a su vez crece, se casa y tienen hijos, convirtiéndose en una generación que olvido todo, porque la segunda generación no trasmitió lo que sus padres le contaron. En esta etapa, la visión original vivida por los abuelos quedo lejana, y esta tercera generación va quedando más lejos del origen de sus abuelos en el Señor, pues la segunda generación olvido trasmitir el relato de sus padres, cuyo mensaje debía ser trasmitido de generación a generación.

Nuestra falla, como cristianos, radica en el hecho de no cumplir el mandato dado por Dios a su pueblo, a fin de no perder el sentido original del quehacer divino. Este principio se encuentra en Deuteronomio. 6:6-7 “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes”.De manera tal que, a no transmitir el principio original, y al irse olvidando lentamente, se pierde el concepto de lo que Dios quiere hacer con nosotros, y esto es lo que nos está pasando.

Nuestro error es el no trasmitir las experiencias vividas con pasión a las generaciones futuras, como dice el Apóstol Pablo, a personas fieles, dispuestas a mantener viva la fe original que dio origen a todo lo que somos y hacemos, como dice 2 Timoteo 2:2 “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros”.

No me cabe la menor duda que al olvidar el pasado, distorsionamos el presente y pone en peligro el futuro. Es por ello por lo que el profeta Jeremías le dice al pueblo de Israel, e indirectamente a nosotros también que “Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma. Mas dijeron: No andaremos” Jeremías 6:16. Es por ello por lo que anhelamos que el Señor venga pronto, porque a partir de la cuarta y quinta generación que ya viene, lo que tendremos es lo mismo que le ocurrió a Juan Bosco, con su visión educativa, que comenzó para los pobres y desposeídos, pero ahora solo funciona para los ricos y pudientes.

Mario E. Fumero

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