«Vosotros sois la sal de la tierra: y si la sal se desvaneciere ¿con qué será salada? no vale más para nada, sino para ser echada fuera y hollada de los hombres» Mateo 5:13
Mario E. Fumero
No entendí el secreto de la sal en relación con nuestras vidas cristianas hasta que viví en las montañas de Copán (Honduras) y observé como hacía la gente para conservar la carne en donde no había energía eléctrica, ni refrigeradoras. Simplemente, envolvían la carne en sal y la ponían al sol, así la preservaban mucho tiempo para que no se pudriera.
En la época bíblica la sal tenía un gran valor económico[1] principalmente para los pescadores, ya que podían preservar el pescado y la carne mediante el uso de esta. Es la sal un agente que evita la corrupción, detiene la putrefacción y preserva ciertos alimentos que tienden a descomponerse. Es además un elemento básico para dar sabor a las comidas, y siempre en cantidades moderadas, es un mineral necesario para el funcionamiento del sistema inmune. Su procedencia por lo general es de origen marino, y en los tiempos del imperio romano fue una sustancia de tenia tanto valor como el petróleo hoy en día, que se usaba como moneda.
El cristiano es, según enseño Jesús, la “sal de la tierra”, siendo un agente que detiene la corrupción del sistema, la cual en términos teológicos significa «detener el pecado». Por otro lado, el cristiano sazonado con la gracia de Dios posee un carácter afable, el cual le da sentido a la vida, algo parecido a la sazón de la sal en las comidas.
Nuestra vida y testimonio en el mundo puede ser una influencia para evitar que este se descomponga, pero si no vivimos coherentemente, siguiendo el ejemplo de Jesucristo, ¿para qué sirve entonces la sal? Simplemente será echada fuera y hollada por los hombres, lo que da a entender que, en vez de proclamar y exaltar a Jesucristo, nuestras vidas causan escarnio y descrédito al evangelio y “cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar”. Mateo 18:6.
Si los cristianos fueran en realidad «cristianos» no habría tanta corrupción en nuestros medios, y la iglesia tendría el poder de evitar la decadencia social que actualmente vivimos en muchos lugares, porque tristemente estamos llenos de iglesias, pero vacíos de sal.
[1]– Cabe destacar que la sal, por aquellos tiempos, era considerada como el ‘oro blanco’, gracias al gran valor y utilidad que se le daba. De ahí se desprende la palabra salario,


