“Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de Dios: porque Dios no puede ser tentado de los malos, ni él tienta a alguno: Sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído, y cebado. Y la concupiscencia, después que ha concebido, pare el pecado: y el pecado, siendo cumplido, engendra muerte”. Santiago 1:13-15
Mario E. Fumero
La seducción es una acción que consiste en inducir, persuadir, atraer y cautivar a alguien con el fin de modificar su forma de ser, pensar, opinar, y hacerle adoptar determinado comportamiento o actitud. En otras palabras, consiste en conquistar a una persona utilizando los recursos necesarios para ello, muchas veces de forma ilícita, esto último suele se emplea generalmente sobre todo en el ámbito de la atracción sexual.
El Apóstol Santiago lo expone como una forma de llevarte a satisfacer los deseos carnales, y que no necesariamente tiene que ser de índole sexual. Es imposible ser tentado, si no se concibe el deseo en nosotros. La palabra “concupiscencia” hace alusión a cualquier deseo carnal, como puede ser el deseo de poder, o riquezas. Es algo que apetece y que, siendo malo, nos domina, o que, estando prohibido, lo buscamos. Es la forma en que somos atraídos a hacer lo que no debemos de hacer, pero que nos gusta.
El texto expresa que el pecado no solo está en la acción, sino también en la concepción, pues Satanás se aprovecha de nuestros malos deseos para ofrecernos aquello contra lo cual debemos luchar, porque él sabe y conoce nuestras debilidades y por ahí nos ataca, es por ello por lo que el Apóstol Pablo nos dice en Efesios 6:13 que debemos “tomar toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes”.
Un ejemplo de cómo trabaja el maligno se encuentra en el relato de la tentación de Jesús cuando Él estaba ayunando en el desierto, al tener hambre, Satanás le ofreció pan (Mateo 4:3), aprovechándose de sus debilidades. Así que una vez que el enemigo descubre aquello que nos gusta, y que está prohibido por Dios, el buscará la forma de que concibamos el deseo, y una vez concebido él trabajará para que caigamos en la tentación.
¿Qué podemos hacer para evitar ceder a ello? Reconocer nuestras áreas vulnerables y fortalecerlas, evitando concebir el deseo para que el mismo no dé a luz al pecado, y entonces aparezca la muerte. Recordemos que todos los seres humanos somos vulnerables a las tres “F” de fatal, que son las faldas “sexo”, fama y fortuna.



muchas gracias Mario por recordarnos cuan susceptibles somos de ser tentados y de poder saber que contamos con las armas espirituales suficientes para resistir los embates del maligno. 2 Continuos 10:4-5