«Resta, hermanos, que tengáis gozo, seáis perfectos, tengáis consolación, sintáis una misma cosa, tengáis paz; y el Dios de paz y de caridad será con vosotros» 2 Corintios 13:11.
Mario E. Fumero
Por naturaleza, todos los humanos somos seres expuestos a emociones. Estás nacen de nuestros sentimientos, y están relacionadas con situaciones que en ciertos momentos nos causan gozo y alegría.
Las emociones se definen como un estado anímico y afectivo que experimentamos en ciertos momentos de la vida, y que producen una reacción subjetiva que viene acompañada de cambios orgánicos y estados anímicos (fisiológicos y endocrinos) de origen innato, influidos por ciertas experiencias circunstanciales y por lo general pasan rápidamente. Las emociones tienen una función adaptativa en nuestro organismo que nos rodea. No podemos negar que todas las experiencias espirituales producen emociones, y aunque estas se acaben, nos dejan en algunas situaciones de inseguridad, convicción o frustración.
Es fácil inducir emociones externas, para ello existen muchas técnicas psicológicas, artísticas y seductivas, las cuales nos pueden llevar a una emoción falsa y efímera. En muchos cultos actuales su uso se ha vuelto muy común mediante la técnica de manipulación psicológica, para estimular falsos sentimientos que nos lleva a tener falsas experiencias, que terminan muchas veces en frustración y fracaso.
Las emociones se expresan a través del gozo. Pero ¿podremos distinguir entre el gozo perfecto que no depende de las circunstancias externas, y el falso gozo inducido por estímulos manipulativos? ¿Cómo distinguir una emoción verdadera de una emoción falsa? Cuando la emoción nace como producto de una experiencia personal el gozo no se acaba pese a las circunstancias, las pruebas y las dificultades. Aunque tengamos problemas externos y estemos en aflicción y tribulación, podremos afirmar como el rey David en el Salmo 23:4 cuando firmó que “tú vara y tu cayado me fundirán aliento”. Es por lo que la vida cristiana no se debe fundamentar en lo emocional, sino en lo conviccional.
La verdad es que en toda experiencia siempre hay emociones, pero hay que definir de dónde nace, si es de una manipulación psicológica o si nacen de la obra del Espíritu Santo. Las experiencias producto de un encuentro con Dios nunca se acabarán y permanecerán hasta que nos encontremos con él.


