Mario E. Fumero
Uno de los elementos que le da verdadero valor a la democracia es el hecho de la separación de los tres poderes básicos del Estado, que forman una república democrática. Estos tres poderes son el ejecutivo, el legislativo y el judicial forman la estructura de una nación. Cuando estos tres trabajan de forma separada e independientemente, y ninguno absorbe al otro, podemos decir que tenemos un equilibrio democrático que no va a permitir que un poder manipule a otros, evitando de esta forma la corrupción, dictaduras y la hegemonía del sistema, prevaleciendo entonces una democracia saludable.
Pero ¿Cómo mantener el equilibrio de poderes dentro de un estado? Simple y llanamente logrando que cada cual ejerza sus funciones dentro de lo establecido en la Constitución, la cual dictamina las reglas del juego. De esta forma uno se vuelve guardián del otro, y por medio de las leyes, se evita que ninguno de los tres poderes pueda cometer abuso de autoridad, lo que establece un equilibrio democrático que evite las dictaduras.
¿Pero cómo podemos distinguir las características de un gobierno que tenga tendencias dictatoriales? Cuando el partido gobernante tiene el control absoluto sobre los otros dos poderes del Estado. Una vez que politicemos los poderes del estado, y el gobierno de turno controle los diversos poderes, vamos hacia una dictadura de persona, o de partido, o de tendencias políticas. Esto es lo que está viviendo Venezuela, en donde todos los poderes han perdido su autonomía y están vinculados a la ideología del chavismo, Incluso hasta el Ejército se ha identificado con esta ideología, como ocurre también en Nicaragua, donde se identifica al Ejército como sandinista.
Los países democráticos cuentan con diversos partidos políticos, los cuales se identifican con diversas tendencias o ideologías que abarcan la forma en que se debe administrar un estado. Estas tendencias pueden ser capitalistas o socialista, siendo unas más liberales y otras más radicales, pero todas ellas buscan un objetivo común, el bienestar de la población.
Lo triste de la política vernácula es que cuando un partido, de cualquier ideología o tendencia, llega al poder, trata por todos los medios de gobernar bajo la bandera del partido, tratando de controlar a los demás poderes del estado, ignorando que una vez electos, ya nos van a servir al partido, sino a la nación, implementando aquellas normas ideológicas que consideran necesaria para el bienestar común. Además, dentro de la estructura del estado, exceptuando al Poder Ejecutivo y el legislativo, no necesariamente tienen que tener vínculo con el gobierno de turno, como por ejemplo, el poder Judicial y las fuerzas de seguridad del estado, representadas por su ejército, los cuales debe ser apolítico en su forma de actuar, para que puedan ejercerse sus funcione de hacer cumplir la Constitución y las normas establecidas, aunque no cabe duda que sus integrantes tendrán diversas ideologías, pero no deberán imponerlas en su trabajo.
La politización de todas las áreas de un estado no ofrece las garantías necesarias para que el equilibrio democrático funcione correctamente. Es por esa razón que lo acontecido en Venezuela puede replicarse en cualquier otro país, cuando gobierno, sea de izquierda o de derecha, tratan de controlar todos los poderes existentes, lo que, al romper el equilibrio de pesos y contrapeso, sumergirá al país en un caos y en una división que lo llevará al desastre.
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