Juan Simarro
A Jesús y al contexto bíblico le importaría la cantidad de personas que hay en el mundo como sobrante humano.
Cuando los cristianos miran para otro lado ante la injusticia y la opresión en el mundo, siendo una cuestión bíblica de primera línea y no solo en los profetas sino en Jesús y en todo el contexto bíblico, podríamos preguntarnos: ¿Qué es, ignorancia o pecado de omisión?
Si yo interpreto bien la Biblia, el clamor profético y el grito de Jesús unido al de los profetas y, quizás, el último de ellos, nos podríamos preguntar: ¿Cuántos cristianos hay hoy en nuestro planeta tierra que, a pesar de los medios de comunicación de todo tipo, pueden decir que son ignorantes de las situaciones de injusticia y opresión en sus entornos y en el mundo? ¿Cuántos no saben que hay un total e injusto reparto de los bienes en nuestro ámbito terrestre, que los pobres lo son en una gran parte por el despojo y el robo en nuestras sociedades injustas, estructuras económicas de pecado, las multinacionales injustas u otros medios de opresión? ¿Acaso nos están tapando los oídos en las propias iglesias desoyendo el clamor profético? ¿Será que estamos cayendo en el pecado de omisión?
Todos sabemos que, a la luz de la propia Biblia en todo su contexto incluidas todas las denuncias de Jesús en sus parábolas y enseñanzas, hay un injusto y egoísta reparto de las riquezas, así como de los medios de producción, de las medicinas, de los alimentos, de las posibilidades de capacitación en el mundo para los habitantes de los países pobres. A Jesús y al contexto bíblico le importaría la cantidad de personas que hay en el mundo como sobrante humano, sin empleo indigno ni siquiera para que los puedan explotar con tal de dar de comer a sus hijos, cantidad de indigentes también en medio de nosotros, en el primer mundo, en medio de las sociedades de consumo desmedido de bienes. Parados que incluso están asentados en nuestras congregaciones, muchos de ellos jóvenes.
Si somos pasivos y miramos para otro lado, debemos preguntarnos: ¿Es ignorancia o pecado de omisión de la ayuda? ¿Dónde está nuestra voz que clame por justicia? ¿Dónde está nuestra implicación para ser las manos y los pies en medio de un mundo de dolor? ¿Cómo podemos llamarnos seguidores de los profetas y de Jesús mismo?
A la luz de las Sagradas Escrituras creo que la situación es alarmante y reclama la justicia profética que se reclama en la Palabra, la búsqueda de esa justicia sin la cual no es posible el ritual, ni el culto. Si damos la espalda al grito de los pobres y sufrientes del mundo, ¿es ignorancia o pecado de omisión? Debemos hacernos estas preguntas.
El cristianismo reclama también la denuncia que debe de surgir de voces proféticas que deberían estar inundando las iglesias y haciendo sus muros permeables al clamor del mundo, de los pobres, de los oprimidos. Sin embargo, en la iglesia parece que solo se escuchan cánticos de gozo, alabanzas que quizás, en estos parámetros, sean inútiles las oraciones que pudiera ser que no pasaran de los techos de los templos. En esta insolidaridad que se percibe, ¿hay ignorancia o pecado de omisión?
Insisto en la pregunta: ¿Hay ignorancia o pecado de omisión? Quizás es que ya no leemos los libros proféticos, ni nuestras mentes están al día de lo que hizo y dijo Jesús quizás ya como el último de los profetas con respecto a estos temas, pues entronca con ellos y recoge todas sus búsquedas de justicia y de denuncias contra los opresores, los oprimidos, los marginados y los injustamente tratados. ¿Nos hemos olvidado y hemos hecho letra muda el contenido profético?
Una pena. Hemos callado las voces de nuestras conciencias, voces que pueden ser incluso del mismo Jesús y las hemos silenciado para tranquilizar nuestras conciencias y hacernos una religión suave, gozosa y light a nuestra medida. Vuelve la pregunta: Todo esto, ¿es ignorancia o pecado de omisión?
Es verdad que hay excepciones entre los creyentes del mundo, que hay seguidores de Jesús que todavía están comprometidos con el prójimo sufriente, que luchan por una justicia redistributiva digna, que denuncian las estructuras injustas de maldad, que son misericordiosos y que tienen una mano tendida hacia el prójimo, que comparten y se acuerdan del sufrimiento de tantos y tantos empobrecidos y oprimidos en el mundo, porque la vivencia de su espiritualidad cristiana no pasa por dar la espalda al grito de los sufrientes de la tierra.
Según los profetas y todos los contextos bíblicos, los que miran para otro lado, aunque sea hacia arriba en insolidaridad con el prójimo, aunque alaben y hagan plegarias mil, están cayendo en el pecado de omisión, están adormeciendo sus conciencias para que éstas no les molesten ni interpelen por la comodidad de su práctica religiosa de espaldas a un mundo de dolor en donde hay millones y millones de personas empobrecidas, oprimidas y maltratadas, apaleadas y con muchas y diferentes formas de tortura —entre ellas la del hambre—, que esperan que algunos de los valores del Reino se acerquen a ellos de mano de los creyentes, de los cristianos en el mundo, de los seguidores del Maestro.
Para evitar el pecado de omisión hay que tener en cuenta que hay que trabajar por la justicia y buscar los grandes cambios estructurales, trabajar por un mundo más justo y por la redistribución justa de los bienes que son de todos, pero también hay que mirar a que en las iglesias se manchen las manos en el asistencialismo, trabajando también por la práctica de la misericordia, dando de comer y vestir, a la vez que se trabaja con programas de integración social, pero no olvidéis nunca: Si queréis seguir al Maestro, lo estructural, la sociedad preñada de estructuras de poder injustas, así como la denuncia en las líneas proféticas. Todo esto nunca debe olvidarse.
¡Cuidado! No caigamos en el pecado de omisión. Hay que continuar siempre, de forma totalmente comprometida, en la dirección de llevar los valores del Reino a un mundo injusto intentando que reine un poco más de justicia en nuestra aldea global. Usar todo, tanto la voz de denuncia como la preocupación por la justicia en el mundo, junto al mancharse las manos en la labor asistencial. Si no es así, se podría preguntar: ¿Son nuestras asambleas, nuestras congragaciones, iglesias del Reino? ¿Qué clase de iglesia somos? ¿Iglesias ignorantes o iglesias que caen en el pecado de omisión de la ayuda? Por tanto, se requiere que los cristianos, junto a su lucha por las reformas estructurales, su trabajo a favor de la justicia social y su denuncia de las estructuras de maldad que reinan en el mundo y que marginan y empobrecen a las tres cuartas partes de la humanidad en mayor o menor grado, se manchen las manos en la atención asistencial… porque ejemplo nos ha dado el Maestro al que decimos seguir. Quizás sea una condición profética para poder pasar a elevar nuestras miradas en adoración al Maestro.
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Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL – De par en par – ¿Qué es, ignorancia o pecado de omisión?


