Ángel Bea
“Una de las señales de que probablemente no comprendas la naturaleza singular y radical del Evangelio, es que tengas la certeza de comprenderlo” (Timothy Keller, El Dios Pródigo)
Cualquiera que lea el breve comentario que aparece más arriba del conocido pastor Tim Keller -ya con el Señor- podría quedarse un poco sorprendido. “¿Cómo que yo no comprendo el Evangelio? Hombre ¡Claro que sí lo comprendo!” Bueno, pues esa declaración afirmativa de quien sea que la haga, probablemente esté equivocada. En todo caso podríamos decir que conocemos lo esencial del Evangelio y lo “suficiente” para comenzar a andar en el camino, pero “comprender la singularidad y la radicalidad del Evangelio” es otra cosa. Incluso es posible que del Evangelio comprendamos aspectos que nada tienen que ver con lo esencial, en cuyo caso sería muchísimo peor.
Pongo por ejemplo que, hace muchísimos años en un encuentro de pastores alguien propuso para un retiro de pastores el tema del “líder cristiano”. A lo que alguien respondió: “Ese tema ya lo conocemos… ¿Por qué tratarlo otra vez?” Pero lo siguiente fue un respingo interno (porque no se notará mucho, digo) en gran parte de los presentes. ¿Cómo que ya sabemos lo referente al responsable de guiar, enseñar, aconsejar, pastorear, etc., a la grey del Señor? En otra ocasión tuvimos el privilegio de oír algunas exposiciones sobre el matrimonio, de boca de un pastor querido. Al terminar y en el tiempo de los saludos, le pregunté a un hermano de años que estaba de visita: “¿Qué te ha parecido?”. “Bueno, estas cosas ya las sabemos…” Es decir, “todo esto ya lo sé y nada de lo que se ha dicho me ha enseñado nada”. ¡Puff! Yo confieso que estoy aprendiendo todavía después de décadas de matrimonio. Y así podríamos poner ejemplos hasta el infinito.
El Apóstol Pablo y los demás apóstoles tenían que luchar con las mismas cosas. Hermanos y hermanas que creen que, porque llevan algunos años en la fe cristiana, y que conocen algo de la Biblia, que ya-saben-todo-lo-que-hay-que-saber. Sin embargo, están muy –¡pero muy! – equivocados. El mayor problema es que viven en la falsa seguridad de están en los cierto. Leen la Biblia, pero no se dan cuenta de que el Evangelio es Cristo mismo, y que cada aspecto esencial del Evangelio (Cristo, su persona y su obra) es mucho más profundo e insondable de lo que podamos imaginar y que por más que vivamos una eternidad, no terminaremos de comprender lo “insondable del amor de Dios que excede a todo conocimiento…” (Ef.3.18-19) ¡Ay! ¡Ay! ¡Cuánta presunción!
Por tanto, es necesario ubicarse bien desde nuestra posición humana y por tanto muy limitada, dejar de lado toda pretensión y orgullo al respecto de que “yo, ya sé…” para adoptar otra posición humilde y hacer caso de las palabras del Apóstol Pablo: “Nadie se engañe a sí mismo; si alguno entre vosotros se cree sabio en este siglo, hágase ignorante, para que llegue a ser sabio” (1ªCo.3.18). Y además, que también tenga en cuenta que el conocimiento que mana de Dios por su Espíritu Santo no viene directo a nosotros en forma individual, sino que se produce en y para la comunidad. De ahí esta gran verdad:
“que seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos… y de conocer el amor de Cristo que excede a todo conocimiento…” (Ef.3.18-19) “Con todos los santos” ¡No lo olvidemos! Porque la realidad que en «la comunidad de los santos» habrá muchos que no tenga la misma visión que nosotros en algunas cosas e incluso estén más acertados que nosotros en su visión. Yo al menos, en todo esto que decimos no he llegado ¿Y tú?.


