INTIMIDACIÓN, EXTORSIÓN O CHANTAJE

Mario E. Fumero

Durante todos los gobiernos que he conocido en Honduras en los últimos 20 años, ha existido un hecho que me ha llamado la atención, cuando veo actos de marchas o concentraciones de protesta con trasfondo políticos o gubernamentales. Casi todos los gobiernos les han exigido a los empleados públicos la obligación de asistir a los actos políticos partidistas, y algunos de ellos amenazan a los empleados que, si no van al evento, pueden perder su puesto de trabajo.

No solamente está el hecho de la presión que hace el gobierno de turno a los empleados para participar en eventos políticos partidistas, sino que también se da el hecho de exigirle una cuota al partido en el poder de su salario, y si no lo hace corre el riesgo de ser despedido. Esta forma de actuar la han hecho todos los partidos que han gobernado, además de colocar a sus adeptos, lo que refleja una actitud incongruente con el gobierno, Ya que una vez electo se vuelve el Gobierno de todos sin distinción de partido de color o de ideología.  La democracia establece que los gobernantes una vez que gana las elecciones, se deben a todo el pueblo y no sólo al partido que lo llevó al poder.

Pero olvidemos el hecho de que cada partido le da trabajo a sus seguidores dentro de los servicios públicos, lo cual puede ser normal. Sin embargo, lo que no es correcto es el hecho de presionarlos para que participen en eventos políticos del partido en el poder y hacerlo bajo las amenazas de qué si no asisten, serán destituidos de sus puestos. ¿Cómo se calificaría esta actitud?

Si analizamos el hecho, podríamos catalogarlo de intimidación, o quizás de chantaje, por haber recibido un trabajo por su labor partidista, pero cuando hay amenazas para ejecutar lo ordenado, estamos entrando en el plano de la extorsión, pues tratamos de cobrar un favor ejecutado mediante el voto por medio de amenazas. Pero para una mejor comprensión, analicemos el significado de cada una de estas palabras. 

¿Qué es intimidación? Es coaccionar, presionar o ejercer algún tipo de amenaza hacia una persona si no ejecuta algo que se le determinó.  Se cataloga chantaje, el cambiar una cosa por otra, o sea, yo te hago un favor a ti, con la condición de qué tú me puedas hacer otro favor a mí. El extorsionador exige algo a cambio de amenazas, y este es uno de los mayores problemas que padece la nación, pues los grupos delincuenciales obtienen grandes ganancias amenazando a los transportistas, empresarios, vendedores etc., exigiendo una cantidad determinada de dinero a cambio de no causarles daños, o atentar contra su vida o la de su familia. Podemos afirmar que es uno de los negocios más ilegales que existen y más rentables es el negocio de la extorsión y el secuestro.

¿Cómo catalogaríamos al gobierno que les exige a los empleados públicos asistir a eventos políticos bajo coacción? Dependiendo de la forma en que se hace, podría aplicarse uno de estos tres términos.  En casi todos los gobiernos, el partido que ganó las elecciones, cuando realiza eventos políticos, usan la presión a sus seguidores y empleados, principalmente aquellos que fueron favorecidos por el partido para que asistan a estos eventos, y no solo se le exigen, sino que a veces le descuentan hasta de su sueldo un impuesto para el partido, algo que se denunció en los gobiernos anteriores.

Cuando en una democracia ocurren estos fenómenos, tristemente estamos deteriorando el concepto del “gobierno del pueblo y para el pueblo” y estamos estableciendo mecanismos incorrectos que atentan contra la libertad y los derechos individuales. 

Recientemente atendí a un joven con mucha capacidad, que obtuvo un puesto de trabajo por oposición, sacando el promedio más alto, pero él no se identifica con ningún partido determinado, y me comentó el hecho qué le dijeron que, si no asistía a un determinado evento político, y no se incorporaba al partido en el poder, podía perder su puesto de trabajo. Esto me indigno, y cuando él me preguntó ¿Qué debía de hacer?, como pastor le sugerí que actuará de acuerdo con su conciencia, porque si le decía que no fuera y lo despedía, yo sería el culpable, y si le decía que fuera, sin que él quisiera, sentiría que lo estoy presionando. Cuando nos encontramos en situaciones como estas, sólo podemos aconsejar que cada cual actúe según su propia conciencia.

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