La 1ra enmienda de la Constitución de los Estados Unidos protege los derechos a la libertad de religión y a la libertad de expresión sin interferencia del gobierno. La cláusula del libre ejercicio prohíbe que el gobierno, en la mayoría de los casos, intervenga en la práctica religiosa de las personas.
De hecho, sólo los gobiernos arraigados en los valores judeo-cristianos permiten esa libertad. El gobierno islámico, hindú y budista no permiten la libertad religiosa; por lo tanto, países como Pakistán, India y el Tíbet son, en conjunto, intolerantes a otras religiones. Los gobiernos ateos, tales como el de la antigua Unión Soviética, también han demostrado tener una actitud hostil hacia la libre expresión religiosa.
El concepto de la libertad religiosa es bíblico por varias razones.
En 1er lugar, Dios mismo extiende una «libertad religiosa» a la gente, y la biblia tiene varios ejemplos. En Mateo 19:16-23, el joven rico se acerca a Jesús. Después de una breve conversación, el joven «se fue triste», escogiendo no seguir a Cristo. El punto importante aquí es que Jesús lo dejó ir. Dios no «obliga» a nadie a que tenga fe en él. La fe es ordenada, pero nunca por coacción. En Mateo 23:37, Jesús manifiesta su deseo de recoger a los hijos de Jerusalén a sí mismo, aunque «ellos no quisieron». Si Dios les da a los hombres la libertad de elegirlo o rechazarlo, entonces deberíamos hacerlo.
En 2do lugar, la libertad religiosa respeta la imagen de Dios en el hombre (Génesis 1:26). Parte de la semejanza de Dios es la voluntad del hombre, es decir, el hombre tiene la capacidad de elegir. Dios respeta nuestras elecciones en cuanto a que él nos da la libertad para tomar decisiones sobre nuestro futuro (Génesis 13:8-12; Josué 24:15), incluso si tomamos decisiones equivocadas. Nuevamente, si Dios nos permite elegir, deberíamos permitir que otros escojan.
En 3er lugar, la libertad religiosa reconoce que el Espíritu Santo es quien transforma los corazones y no el gobierno (Juan 6:63). Sólo Jesús salva. Quitar la libertad religiosa es dar a entender que el gobierno humano, con sus gobernantes falibles, tienen el poder de determinar qué religión es la correcta. Pero el reino de Cristo no es de este mundo (Juan 18:36), y nadie se convierte en un cristiano por decreto gubernamental. Somos cristianos por la gracia de Dios mediante la fe en Cristo (Efesios 2:8-9). Lo que el gobierno hace o no, no tiene ninguna relación con el nuevo nacimiento (Juan 1:12-13; 3:5-8).
En 4to lugar, la libertad religiosa admite que en definitiva no se trata de religión, sino de relación. Dios no desea una forma externa de adoración sino una relación personal con sus hijos (Mateo 15:7-8). Ninguna cantidad de control gubernamental puede producir una relación de ese tipo.


