¡¡RECORDANDO A UN BUEN HOMBRE!!_

(Homenaje póstumo a «Mayito»)

Hay escenas que se fijan de forma indeleble en nuestra memoria. En mi experiencia personal y pastoral, hay una que se mantiene intacta en mi recuerdo. 

Fue a finales de 1997, mientras soltero aún, pastoreaba la Iglesia Centroamericana «Cristo Viene» del Barrio La Curva, en Tela, Atlántida. Compartía la antigua casa pastoral con un matrimonio de ancianos: don Manuel Rodríguez y su esposa doña Basilia «Chila» de Rodríguez. Muy conscientes de la lucha espiritual y de la necesidad urgente de permanecer en íntima comunión con Dios, decidimos levantarnos todos los días en la madrugada para buscar el rostro de Dios en oración.

Una de esas madrugadas, mientras nosotros orábamos, inusualmente entró un hombre de piel trigueña, era un taxista de la ciudad. Lloraba y sollozaba como un niño. Su nombre: Mairo Mejía Benítez, conocido cariñosamente como «Mayito.»

Al final de esa jornada de oración, él oró: «Señor, tú sabes que yo había decidido terminar con mi vida precisamente este día. Gracias porque en tu gran bondad quisiste que esta capilla estuviera abierta a esta hora, para que justo antes de consumar mi decisión fatal tuviera mi última oportunidad de salvación.»

En esos días «Mayito» estaba atravesando un oscuro período de profunda depresión. Me contó que él había sido un jugador de fútbol profesional, un recio defensor del club deportivo Marathón de San Pedro Sula. Había sufrido la dolorosa ruptura de su matrimonio, del que nació su hija Dianita, a quien crio con el apoyo de su madre doña Elvira Benítez.

 En aquella inolvidable mañana «Mayito» reconoció que su principal problema no era la ruptura matrimonial sino la ruptura de su relación con Dios a causa de su pecado. Admitió su imposibilidad de auto salvarse y comprendió la verdad bíblica de que sólo Jesucristo es la única alternativa de salvación eterna provista por Dios en Su gracia, mediante la fe y para Su gloria (Juan 14:6, Hechos 4:12, Efesios 2:8,9.)

Aquella mañana él tuvo su encuentro personal con Jesucristo y de forma milagrosa e inmediata superó aquella crisis emocional que lo atormentaba. ¡El Evangelio lo salvó no solo del suicidio sino también de una muerte eterna separado de Dios! Comenzó a asistir a la iglesia regularmente y después de un tiempo fue elegido para servir como diácono. ¡No tengo dudas de su salvación en Cristo Jesús!

Tiempo después las viejas instalaciones de madera de la capilla y la casa pastoral fueron demolidas para iniciar la construcción del amplio templo que existe hoy. Al no disponer ya de una casa pastoral tuve que buscar un lugar donde vivir. Naturalmente había más de una opción y finalmente decidí ir a vivir a casa de Mayito, en la que tuve techo, alimento y todo lo necesario de forma gratuita. Es más, por cuestiones de salud, mi madre y mi hermano menor, Amner, tuvieron que estar en Tela por un considerable tiempo y Mayito y doña Elvira fueron como ángeles auxiliares para ofrecerles de forma generosa y desinteresada lo que necesitaban.

Yo permanecí en su casa hasta el último día que estuve en aquella cálida ciudad costeña, de donde me trasladé a servir a San Pedro Sula, a comienzos del año 2000. La Biblia dice: «Dios no es injusto para olvidarse de todo el trabajo que han hecho y recordará que ustedes le han demostrado su amor ayudando al pueblo de Dios…»  (Hebreos 6:10 PDT) Sin dudas, en el Tribunal de Cristo (¡¡RECORDANDO A UN BUEN HOMBRE!!_

(Homenaje póstumo a «Mayito»)

Hay escenas que se fijan de forma indeleble en nuestra memoria. En mi experiencia personal y pastoral, hay una que se mantiene intacta en mi recuerdo. 

Fue a finales de 1997, mientras soltero aún, pastoreaba la Iglesia Centroamericana «Cristo Viene» del Barrio La Curva, en Tela, Atlántida. Compartía la antigua casa pastoral con un matrimonio de ancianos: don Manuel Rodríguez y su esposa doña Basilia «Chila» de Rodríguez. Muy conscientes de la lucha espiritual y de la necesidad urgente de permanecer en íntima comunión con Dios, decidimos levantarnos todos los días en la madrugada para buscar el rostro de Dios en oración.

Una de esas madrugadas, mientras nosotros orábamos, inusualmente entró un hombre de piel trigueña, era un taxista de la ciudad. Lloraba y sollozaba como un niño. Su nombre: Mairo Mejía Benítez, conocido cariñosamente como «Mayito.»

Al final de esa jornada de oración, él oró: «Señor, tú sabes que yo había decidido terminar con mi vida precisamente este día. Gracias porque en tu gran bondad quisiste que esta capilla estuviera abierta a esta hora, para que justo antes de consumar mi decisión fatal tuviera mi última oportunidad de salvación.»

En esos días «Mayito» estaba atravesando un oscuro período de profunda depresión. Me contó que él había sido un jugador de fútbol profesional, un recio defensor del club deportivo Marathón de San Pedro Sula. Había sufrido la dolorosa ruptura de su matrimonio, del que nació su hija Dianita, a quien crio con el apoyo de su madre doña Elvira Benítez.

 En aquella inolvidable mañana «Mayito» reconoció que su principal problema no era la ruptura matrimonial sino la ruptura de su relación con Dios a causa de su pecado. Admitió su imposibilidad de auto salvarse y comprendió la verdad bíblica de que sólo Jesucristo es la única alternativa de salvación eterna provista por Dios en Su gracia, mediante la fe y para Su gloria (Juan 14:6, Hechos 4:12, Efesios 2:8,9.)

Aquella mañana él tuvo su encuentro personal con Jesucristo y de forma milagrosa e inmediata superó aquella crisis emocional que lo atormentaba. ¡El Evangelio lo salvó no solo del suicidio sino también de una muerte eterna separado de Dios! Comenzó a asistir a la iglesia regularmente y después de un tiempo fue elegido para servir como diácono. ¡No tengo dudas de su salvación en Cristo Jesús!

Tiempo después las viejas instalaciones de madera de la capilla y la casa pastoral fueron demolidas para iniciar la construcción del amplio templo que existe hoy. Al no disponer ya de una casa pastoral tuve que buscar un lugar donde vivir. Naturalmente había más de una opción y finalmente decidí ir a vivir a casa de Mayito, en la que tuve techo, alimento y todo lo necesario de forma gratuita. Es más, por cuestiones de salud, mi madre y mi hermano menor, Amner, tuvieron que estar en Tela por un considerable tiempo y Mayito y doña Elvira fueron como ángeles auxiliares para ofrecerles de forma generosa y desinteresada lo que necesitaban.

Yo permanecí en su casa hasta el último día que estuve en aquella cálida ciudad costeña, de donde me trasladé a servir a San Pedro Sula, a comienzos del año 2000. La Biblia dice: «Dios no es injusto para olvidarse de todo el trabajo que han hecho y recordará que ustedes le han demostrado su amor ayudando al pueblo de Dios…»  (Hebreos 6:10 PDT) Sin dudas, en el Tribunal de Cristo (2 Corintios 5:10) Mayito y su madre tendrán la recompensa por su amor, generosidad y apoyo incondicional a este siervo inútil (Lucas 17:10.)

¡¡Nuestra gratitud por siempre a esta familia especial!! No hace mucho tiempo conversé telefónicamente con él y me aseguró que su fe en Cristo estaba intacta, aunque por el bienestar familiar no estaba asistiendo a una iglesia Evangélica.

Últimamente estuvo padeciendo de un doloroso cáncer invasivo y ayer, 8 de septiembre de 2024, su jornada en esta tierra terminó. Hoy su cuerpo volverá a la tierra de la que fue formado, pero sé que su alma vive eternamente en la luz de Jesucristo. Su sufrimiento terrenal terminó y su descanso apenas comenzó (Isaías 57:1,2; Apocalipsis 14:13.) Su legado queda, su generosidad y su sacrificial entrega a su madre (quien también ya descansa) y demás familiares. ¡Me siento muy honrado de haber pertenecido a su círculo de amistades y de haber convivido con él y su querida familia!

En vida le reiteré mi permanente gratitud, mi cariño y admiración. Las palabras de Jesucristo nos confortan en el dolor. Él dijo: «…Yo Soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?» (Juan 11:25,26.)

¡Yo lo creo absolutamente! ¿Y Usted?  A la distancia acompañamos a su familia en estas horas tristes. Queda el dolor de la ausencia física, pero también la profunda satisfacción del sagrado deber cumplido, porque hicieron cualquier sacrificio, todo lo humanamente posible para que Mayito estuviera bien. El Dios soberano decidió que ya era hora de que el dolor cesara y la paz llegara. Nos sostiene la esperanza del glorioso y eterno reencuentro cuando Jesucristo regrese por Su Iglesia (1 Tesalonicenses 4:13-18.)  Cómo Jesús a sus discípulos, Mayito nos dice: «Del mismo modo, ahora ustedes están tristes, pero yo volveré a verlos, y se pondrán tan felices que ya nadie les quitará esa alegría.» (Juan 16:22 TLA.)

Esa verdadera y esperanzadora promesa bíblica hace que este difícil capítulo no sea una despedida, no es el final de la historia, sino un breve ¡hasta pronto querido «Mayito»!  ¡Lo mejor está por venir para el pueblo de Dios!

(Pastor Héctor Hernán Castro C., Las Vegas, Santa Bárbara, Honduras.)) Mayito y su madre tendrán la recompensa por su amor, generosidad y apoyo incondicional a este siervo inútil (Lucas 17:10.)

¡¡Nuestra gratitud por siempre a esta familia especial!! No hace mucho tiempo conversé telefónicamente con él y me aseguró que su fe en Cristo estaba intacta, aunque por el bienestar familiar no estaba asistiendo a una iglesia Evangélica.

Últimamente estuvo padeciendo de un doloroso cáncer invasivo y ayer, 8 de septiembre de 2024, su jornada en esta tierra terminó. Hoy su cuerpo volverá a la tierra de la que fue formado, pero sé que su alma vive eternamente en la luz de Jesucristo. Su sufrimiento terrenal terminó y su descanso apenas comenzó (Isaías 57:1,2; Apocalipsis 14:13.) Su legado queda, su generosidad y su sacrificial entrega a su madre (quien también ya descansa) y demás familiares. ¡Me siento muy honrado de haber pertenecido a su círculo de amistades y de haber convivido con él y su querida familia!

En vida le reiteré mi permanente gratitud, mi cariño y admiración. Las palabras de Jesucristo nos confortan en el dolor. Él dijo: «…Yo Soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?» (Juan 11:25,26.)

¡Yo lo creo absolutamente! ¿Y Usted?  A la distancia acompañamos a su familia en estas horas tristes. Queda el dolor de la ausencia física, pero también la profunda satisfacción del sagrado deber cumplido, porque hicieron cualquier sacrificio, todo lo humanamente posible para que Mayito estuviera bien. El Dios soberano decidió que ya era hora de que el dolor cesara y la paz llegara. Nos sostiene la esperanza del glorioso y eterno reencuentro cuando Jesucristo regrese por Su Iglesia (1 Tesalonicenses 4:13-18.)  Cómo Jesús a sus discípulos, Mayito nos dice: «Del mismo modo, ahora ustedes están tristes, pero yo volveré a verlos, y se pondrán tan felices que ya nadie les quitará esa alegría.» (Juan 16:22 TLA.)

Esa verdadera y esperanzadora promesa bíblica hace que este difícil capítulo no sea una despedida, no es el final de la historia, sino un breve ¡hasta pronto querido «Mayito»!  ¡Lo mejor está por venir para el pueblo de Dios!

(Pastor Héctor Hernán Castro C., Las Vegas, Santa Bárbara, Honduras.)

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Este es un espacio para compartir temas relacionados con la apostasia en la cual la Iglesia del Señor esta cayendo estrepitosamente y queremos que los interesados en unirse a este esfuerzo lo manifiesten y asi poder intercambiar por medio de esa pagina temas relación con las tendencias apostatas existentes en nuestro mundo cristiano.
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