SIMONÍA

«Y como vió Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero»  Hechos 8:18

Mario E. Fumero

            A lo largo de la historia de la humanidad muchas personas han tomado la religión como una forma de manipulación, enriquecimiento y explotación mercantil, y no me extraña que en estos tiempos ocurra lo mismo.

          En la Biblia se relatar la historia de un mago llamado Simón, que al ver el poder de Dios obrando en el apóstol Pedro, quiso comprar dicho poder, así como la presencia del Espíritu Santo, para seguir explotando la fe, pero Pedro fue contundente contra esta actitud, y le dijo; » Tu dinero perezca contigo, que piensas que el don de Dios se gane por dinero.  No tienes tú parte ni suerte en este negocio; porque tu corazón no es recto delante de Dios» (Hechos 8:20-21).

           En nuestros tiempos estamos cundido de muchos falsos apóstoles, profetas y maestros que, tomando el evangelio como plataforma de lucro, han hecho un gran negocio, y de forma sutil, mercadean y explotan la fe de muchos incautos creyentes, e incluso, engañan a muchos verdaderos siervos de Dios, para vivir ostentosamente. Algunos llegan al extremo de ponerle precio a su ministerio, ya sea de enseñanza, o cantico, convirtiendo los dones de Dios en mercancía barata, con la cual se enriquecen. Incluso han aparecido sectas, que facilitando objetos, que supuestamente traen bendición y unción, hacen pingües negocios, mercadeando con la gracia, y creando una falsa doctrina mediante el uso de dichos objetos (fetichismo[1]), como punto de contacto, para recibir una bendición especial. Una de esas sectas es la llamada “Iglesia Universal del Reino de Dios” de origen brasilera, con su lema engañoso de “pare de sufrir”.

          Lo triste no es que pongan precio a su ministerio y servicio, sino que existan pastores incautos que los acepten (2 Corintios 11:13[2]), sabiendo que con tal actitud hacen escarnio de la gracia del Señor. No niego con esto que cuando a una persona se le invita a ministrar en un evento, se le proporcione lo necesario para su viaje, y para su manutención, como dice la palabra, “que el obrero es digno de su salario” (Lucas 10:7, 1 Timoteo 5:18[3]) pero no hagamos que lo material predomine sobre lo espiritual, y que condicionemos nuestro quehacer ministerial a cambio de un pago determinado.

          Que falta hacen que tengamos hombres de Dios, que, como el apóstol Pedro, les digan a estos mercaderes lo mismo que le dijo a Simón el mago; «No tienes tú parte ni suerte en este negocio», y rechacemos toda propuesta mercantilista dentro de la proclamación del Evangelio de Jesucristo.

          Me comentaba cierto pastor amigo mío, que quería celebrar el aniversario de su iglesia, y decidió invitar a un prestigioso predicador, con el cual estableció contacto, pero cuando hablo con él, se llevó el susto de su vida. Él le propuso que le acompañase para predicar durante dos noches en el evento de aniversario, pero éste le informó que sí podía asistir, pero la iglesia debía proporcionarle el pasaje, el hotel, y además debía pagarle por cada noche $1,000 dólares, porque ésta era su tarifa para ministrar la Palabra. El pastor se quedó atónito, y a la vez asombrado por dicha propuesta.

          En la actualidad, cuando invitamos a un cantante cristiano, según sea su fama, así será su tarifa. Un concierto puede rondar la cifra entre $5,000 a $1,000 dólares, dependiendo de la fama del supuesto salmista, como así le llaman. Esto ha hecho que la adoración dentro de la Iglesia se haya convertido en un negocio, lo cual es un atentado contra el concepto teológico de la adoración y del servicio al Señor.

          No debe extrañarnos que hoy día haya predicadores y cantantes cristianos, que diciendo ser siervo del Señor, actúen como mercaderes con la Palabra, los dones, o los talentos que tienen. Esto es una vergüenza, manchas en nuestros a ágapes (Judas 1:12[4]), pero no nos debe extrañar que tal actitud sea real, porque ya fue profetizado por el apóstol Pedro cuando afirmó que vendría muchos que «…por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas; sobre los cuales la condenación ya de largo tiempo no se tarda, y su perdición no se duerme» 2 Pedro 2:3.

          La culpa de que existan tales falsos ministros la tienen los mismos pastores de las iglesias, que toleran tales acciones, haciéndose cómplices de tales conductas. Es triste ver como muchos cristianos son atraídos por los famosos cantantes y prestigiosos oradores, a los cuales le siguen fanáticamente, atraídos por el prestigio publicitario, por medio de los cuales tratan de engordar la iglesia, no dando un fundamento sólido, sino que son atraídos por mensajes y programas sugestivos, que despiertan la emoción, pero no dan convicción. Estos hombres son como dice la Palabra “amadores de sí mismo, más que de Dios” (2 Timoteo 3:2).

          Es necesario volver a la sencillez, y buscar a hombres de Dios que estén dispuestos a darlo todo, sin pedir nada a cambio, pero encontrar esta clase de siervos hoy día es una tarea difícil, porque tristemente, aunque el evangelio se ha proliferado, la calidad de vida se ha deteriorado y estamos lleno de simonía dentro de la Iglesia.


BIBLIOGRAFÍA

[1]– Fetichismo Es un objeto que en portugués es feitiçolit. ‘hechizo’ o ‘encantamiento’; y en latínfacticiuslit. ‘artificial’ derivado de “facere,” que significa “hacer”. Es darle a un los objetos materiales, poderes mágicos denominado fetiches. 

[2]– “Porque estos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo”.

[3]– Pues la Escritura dice: No pondrás bozal al buey que trilla; y: Digno es el obrero de su salario.

[4]– Estos son manchas en vuestros ágapes, que comiendo impúdicamente con vosotros se apacientan a sí mismos; nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los vientos; árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados;

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