Mario E. Fumero
Romanos 9:2 «Que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón«.
Algunos predicadores extremistas han afirmado que un cristiano no puede estar triste, porque la tristeza es fruto del pecado, y obra de Satanás. Tal afirmación disparatada está totalmente desconectada de la realidad de la naturaleza humana, y de las enseñanzas bíblicas.
La tristeza, como la alegría, están relacionada con la vida emotiva de las personas. Son partes intrínseca de la naturaleza, y no operan por intervención demoníaca, ni por falta de fe, sino por sentimiento, amor o frustración.
Todos los grandes hombres de Dios tuvieron momentos de tristeza. Elías llegó a una tristeza tan grande, que le llevó a una depresión, cayendo debajo de un enebro con deseo de morir (1Reyes 19:4) . De igual forma Jeremías sintió lo mismo, y no hallo descanso (Jeremías 45:3).También los discípulos experimentaron tristeza (Lucas 22:45). El mismo Jesús se entristeció (Mateo 26:38). Tambien Pablo, de forma continua, sufrió tristeza y angustia de forma continua, producto del amor que le tenía por la Iglesia en esos tiempos difíciles de persecución (Romano 9:2, 2 Corintios 2:7).
No podemos satanizar la tristeza, porque es parte aun de la obra del Espíritu Santo, la cual nos produce dolor por el pecado, para arrepentimiento (2 Corintios 7:10), pero es bueno aclarar que hay dos tipos de tristeza, la que nace del amor y el arrepentimiento, que nos lleva al perdón, y la triste del mundo, como fruto del pecado y la rebeldía, el cual trae consecuencias. Además, para valorar el gozo, debemos pasar primero por el dolor y la tristeza y este nos dignifica y purifica.

